Capítulo 1 - Nuevo e inusual empleo

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Dejándose caer en la silla que siempre ocupaba en la cafetería de la universidad, Sung Kyu suspiró, agobiado. Estaba hambriento, y su estómago le pedía con impaciencia ser alimentado, pero se había quedado sin dinero el día anterior por pagar las facturas de los servicios de su casa, y esa mañana no había podido comprar el almuerzo.
     Apoyó su cabeza en la mesa y pensó que debería preguntarle, de nuevo, a su mejor amigo Dong Woo, si podía prestarle algo de dinero. Aunque sabía de sobra que ya le debía varios miles de wons, y de cierto modo le parecía muy inapropiado pedirle más.
     Sin embargo, Sung Kyu no tenía otra opción si quería seguir comiendo el resto de la semana, esperanzado en que encontraría otro empleo pronto. Uno donde le pagaran por lo menos la misma cantidad que en el restaurante donde había sido camarero. Y su amigo era la única persona a la que le tenía la suficiente confianza para pedirle ese gran favor.
     Resignado, volvió a suspirar pesadamente, recargándose en el respaldo de la silla. Cerró los ojos un momento, y luego sintió la calidez de una mano cuando ésta se posó en su hombro.
     —¿De nuevo te quedaste sin dinero? —escuchó Sung Kyu, y abrió los ojos de golpe para cruzar su avergonzada mirada con la de su mejor amigo mientras el joven se acomodaba en el asiento de enfrente, al mismo tiempo que ponía una charola llena de comida frente a él—. Anda, come algo. Si sigues así te vas a desmayar.
     Sung Kyu sonrió con pena y tomó uno de los platos de arroz y dos palillos para empezar a comer.
     —Gracias, Dong Woo. No sé qué haría sin ti —le dijo, llevándose otra pequeña porción de comida a la boca. Su amigo le sonrió con satisfacción y Sung Kyu continuó comiendo. Dong Woo tomó un emparedado de la charola y también comenzó a almorzar.
     —Me despidieron del restaurante —mencionó de pronto Sung Kyu, sorprendiendo a su mejor amigo—. Parece que el dueño tenía problemas financieros y vendió el local. Lo demolerán y construirán unas oficinas.
     Dong Woo frunció un poco la boca por la mala noticia. Realmente le apenaba ver a Sung Kyu en dificultades. Pensó en hacer algo más por él, pero no tenía otra forma de ayudarlo más que prestándole dinero. Volvieron a comer de sus almuerzos, e inesperadamente Dong Woo golpeó la mesa con una mano, haciendo que el otro diera un sobresalto.
     —Sung Kyu, creo que te puedo ayudar a conseguir otro trabajo —expresó, confiado, y dedicándole una gran sonrisa.

     —¿Estás seguro que es aquí? —preguntó Sung Kyu con duda cuando observó la fachada del lujoso restaurante frente a ellos. Dong Woo le había dicho al salir de la universidad, que conseguiría trabajo ahí—. No parece la clase de sitio donde contraten personas como yo para ser camareros.
     —No vienes por un empleo de camarero —Sung Kyu frunció el ceño y se giró un poco para ver a su amigo—. Mi hermana conoce al dueño y le mencionó que necesitaba un asistente personal.
     —Pero yo estoy estudiando, y ese trabajo es de tiempo completo, ¿no? —cuestionó Sung Kyu, aún más convencido de que ese trabajo no era para él. El otro joven sonrió, confiado, y se posicionó a su espalda para darle un leve empujón.
     —También dijo que no importaba si eran estudiantes —aseguró Dong Woo.
     Observando la gran puerta de vidrio, Sung Kyu parpadeó varias veces.
     —¿De verdad? —preguntó, aún con demasiada duda en su voz.
     —¿Por qué no entras y lo averiguas por ti mismo?
     Dong Woo lo volvió a empujar y Sung Kyu se volvió de nuevo en su dirección. Su mejor amigo le sonrió y le dedicó un ademán de despedida antes de alejarse. Y, pensando que no tenía nada que perder si lo intentaba, Sung Kyu suspiró. Así que, acomodando su mochila en ambos hombros, el chico empujó la entrada de cristal y caminó hasta la recepción para peguntar por el propietario.
     —¿Tiene cita con el señor Nam? —le preguntó la joven empleada, estudiándolo de pies a cabeza mientras fruncía el ceño levemente.
     —No. Quiero que me entreviste para el trabajo de asistente personal, señorita —declaró Sung Kyu con seguridad, a pesar de estar más nervioso que de costumbre al haber entrado a un lugar tan lujoso como ese. Porque, si la fachada del edificio era hermosa, el interior era mil veces mejor.
     —Espere aquí, por favor, en seguida le avisaré al señor.
     Sung Kyu asintió y luego dibujó una sonrisa de regocijo en su rostro.

Los padres de Woo Hyun insistían en que formalizara una relación y que se casara pronto. A sus veintiséis años, era un reconocido chef en Corea y tenía su propio negocio: un restaurante muy popular de cinco estrellas en el centro de la ciudad. No obstante, sus progenitores querían que dejara la vida tan desenfrenada y escandalosa que llevaba y que no malgastara su dinero con personas que sólo se interesaban en él por su éxito. Era su único hijo y se preocupaban mucho por él.
     Y él los entendía, pero no quería dejar su feliz y divertida vida. No se quería comprometer con nadie. No estaba en sus planes atarse a una persona por el resto de su vida tan pronto. Más aún cuando lo tenía todo y podía hacer lo que quisiera.
     Woo Hyun finalizó la llamada. Su madre le había hablado por quinta vez en esa semana y el muchacho ya no sabía qué más excusas poner para que lo dejara tranquilo. Dejó su móvil sobre el escritorio. Suspiró y, algo frustrado, y se pasó una mano por su sedoso cabello.
     Durante semanas había ideado algo para tener contentos a sus padres y que dejaran de insistir con eso. Y sabía que funcionaría, porque había muchas personas que necesitaban dinero, y él tenía de sobra. Desafortunadamente, los pocos candidatos que habían asistido para solicitar el puesto de asistente personal ese día, huyeron una vez que les explicó en qué consistía el trabajo. Por eso decidió tratar de convencerlos primero con la paga, aunque tampoco había funcionado.
     El hombre ya estaba perdiendo las esperanzas, y ya hasta había pensado en resignarse y aceptar lo que le pedían sus padres; sin embargo, el repentino aviso de la recepcionista sobre otro prospecto para el puesto le subió el ánimo de nuevo. Se acomodó la corbata y carraspeó un poco para aclararse la garganta.
     —Hazlo pasar, por favor —le dijo a la muchacha con una simpática sonrisa; la cual se borró de su apuesto rostro en el preciso instante en que Sung Kyu entró a su oficina.
     —Buenas tardes, señor —saludó el joven, acercándose al escritorio después de haberse descolgado su mochila de los hombros.
     —Buenas tardes. Toma asiento, por favor —pidió, clavando sus ojos curiosos en los del muchacho y analizando su pálido semblante con detalle—. ¿Así que vienes por la vacante de asistente personal? —inquirió Woo Hyun, poniendo sus codos en la madera y entrelazando sus dedos. Sung Kyu asintió un tanto nervioso.
     —Sí. Me llamo Kim Sung Kyu y tengo veintiún años. Estudio la universidad, y, realmente necesito el trabajo, señor. Por lo que espero que el ser estudiante no sea un impedimento para que usted me contrate.
     Estrechando su mirada, Woo Hyun continuó la entrevista.
     —Eso es lo de menos. Aquí lo importante es que aceptes las condiciones en las que trabajarás, porque no quiero contratarte como mi asistente personal. Por eso, tienes que decirme antes si aceptas, o no —Sung Kyu se sorprendió ante la aclaración. Empezó a ponerse más nervioso y sujetó aún más fuerte la mochila que yacía sobre sus piernas—. No tienes que matar a nadie, por si eso es lo que estás pensando —le dijo Woo Hyun con sarcasmo, recargándose en el respaldo de la silla y sonriendo de lado.
     —Yo...
     El hombre se levantó de su asiento y comenzó a caminar hasta posarse frente al muchacho. Se sentó en la esquina de la mesa y volvió a sonreír.
     —La paga es muy buena, sólo tienes que decir que sí —comentó, casi susurrando, y Sung Kyu tragó saliva, agachando la mirada y mordiéndose los labios con suavidad.
     —¿De cuánto dinero estamos hablando con exactitud? —preguntó Sung Kyu, interesado, aún con la mirada gacha. Woo Hyun sacó un cheque del bolsillo interior de su elegante saco y se lo extendió para que lo observara. Sung Kyu parpadeó y, cuando vio el número en el papel, sus ojos se abrieron en demasía.
     —E-esto es... muchísimo dinero...
     —Y es por adelantado.
     El oxígeno se atoró en la garganta de Sung Kyu y por fin levantó la vista hacia el rostro de Woo Hyun. El mayor volvió a sonreír y observó con satisfacción cómo el recién llegado estiraba la mano para tomar el papel, pero lo alejó de pronto, y Sung Kyu parpadeó, avergonzado.
     —Entonces, ¿es un sí? —inquirió con voz seria. El más joven entreabrió los labios y suspiró profundo.
     —S-sí, señor —Woo Hyun le mostró una gran sonrisa antes de entregarle el cheque y Sung Kyu lo miró con fascinación—. Y, ¿qué tengo que hacer, señor Nam?
     El nombrado regresó a su lugar tras el escritorio. Sung Kyu dobló el papel con emoción y lo metió en el bolsillo trasero de su pantalón, Woo Hyun lo observó victoriosamente y se volvió a recargar en la silla, cruzándose de brazos.
     —Se trata de algo muy simple —empezó, atrayendo toda la atención del joven—. Sólo tienes que fingir que eres mi prometido.

El Contrato | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora