Capítulo 39 - Extraviada y vehemente compensación

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Esa noche, Woo Hyun le hizo el amor a su esposo, tan dulce y delicado que Sung Kyu se rindió ante Morfeo con la felicidad brotándole por cada uno de los poros y, aunado a sus infinitas sensaciones, un hermoso sueño se desató en su mente; uno que, sin esperarlo, le devolvió lo que había extraviado tantos meses atrás: sus preciados recuerdos.

Rodeada de una ligera neblina, la imagen de la preciosa sonrisa en el rostro de Woo Hyun, el día que se casaron, se materializó en su mente, llenándolo de una inmensa nostalgia. El brillo en sus ojos era lo más bello que había visto jamás. Su mano, entrelazada con la suya, le dio la sensación de bienestar; de protección. Y el beso, aquel que apaciblemente el mayor depositó sobre sus labios, selló la unión que lo transportó a la cúspide de su felicidad, obsequiándole el tesoro más grande al final de esa travesía.

¿Cómo era que lo había olvidado entonces? Si aquello significaba todo cuanto había esperado. ¿O es que acaso nadie podía ser incondicionalmente feliz sin dar algo a cambio?

¡Pero ya había dado gran parte de su ser! Ya se le había arrebatado, muchos años atrás, la mitad de su corazón cuando apenas era un niño; cuando sus padres perdieron la vida y, aun así, la ley del Universo le hizo saber, de una de las formas más crueles para el ser humano, que todavía tenía que entregar más. Aún no era suficiente su pago.

Por un momento, todavía estando dormido, Sung Kyu se recriminó a sí mismo por no haber sido más fuerte; por no haber soportado aquel accidente y haber permitido que sus memorias se perdieran en alguna parte del tiempo. Resquebrajando así su esencia; agrietando sin remedio su alma.

Y sus lágrimas empezaron a caer; una a una comenzaron a humedecer la esponjosa almohada. Sus suaves sollozos le dificultaron respirar y, de repente, abrió los ojos. En el mismo momento que sintió cómo su cuerpo era rodeado por un par de reconfortantes brazos, reconociendo al instante la tibieza que le proporcionaba la cercanía del pecho de su esposo a su espalda. Así que no lo pensó ni un solo segundo antes de girarse y acurrucarse en su regazo, aspirando su delicado aroma lo más profundo que le permitieron sus pulmones.

Woo Hyun le besó la frente después de alejar un rebelde mechón y dijo su nombre en un susurro, aunque lo suficientemente claro para que Sung Kyu levantara la vista un poco y clavara los ojos en los suyos. Suspiró de nueva cuenta, y el hombre frente a él le acarició la mejilla antes de hacerle una pregunta.

—¿Tuviste una pesadilla?

De inmediato Sung Kyu negó con la cabeza y se aferró más al cuerpo de su esposo.

—N-no —aclaró, aunque su voz entrecortada preocupó a Woo Hyun.

—¿Te sientes mal? ¿Te duele algo? ¿Quieres que llame al doctor? —insistió, pero Kim sólo optó por abrazarlo con más vigor, y después le regaló un pequeño beso en los labios.

Nam suspiró y lo apretó con ternura mientras acariciaba su cabello y su espalda. Le dejó otro beso en la frente y luego lo miró a los ojos, como buscando alguna respuesta a sus acciones, pero lo que escuchó enseguida hizo que su corazón diera un vuelco.

—He recordado todo.

Y por unos cuántos segundos Woo Hyun creyó que seguía durmiendo, porque no pudo se capaz de digerir aquella sorpresiva frase. Por eso pensó que continuaba en el país de los sueños; ya había llegado al punto de resignarse a que su esposo jamás recobraría sus recuerdos.

De pronto sintió que aquello le robaba el aliento. El enterarse de eso lo inundó de emociones, poniéndolo al borde de la histeria, del desconcierto y de la incredulidad. De un momento a otro su mente viajó al pasado y, con ello, sus lágrimas brotaron. Fue algo tan repentino que no pudo hacer otra cosa más que ahogar un grito por la inmensa dicha.

Sujetó a Sung Kyu con más vehemencia y se echó a llorar como nunca lo hizo antes. Con un júbilo y una tranquilidad que no había conocido jamás y, si anteriormente no la había experimentado, en ese mismo instante descubrió lo que significaba la verdadera felicidad.

—No sabes cuántas veces soñé que esto pasaba —comenzó Woo Hyun tomándolo de las mejillas para juntar la punta de su nariz con la de su pareja—. Aunque, cuando estabas en aquella cama de hospital, lo único que quería era que vivieras, así te hubieras olvidado de mí para siempre; lo único que deseaba era que despertaras.

Sung Kyu sonrió con nostalgia y lo besó, demostrándole con ese sutil toque lo mucho que lo había extrañado; lo perdido que había estado en aquel sendero del olvido.

—Y aun así, aunque no te hubiera recordado, estoy seguro que me hubiera enamorado de ti otra vez —declaró el menor, con su voz rebosante de franqueza.

Sung Kyu se ruborizó y los dos rieron con alegría, abrazándose con un ímpetu desbordante; con un furor impresionante, capaz de transformar todo el dolor por el que habían pasado en un único sentimiento de bienestar.

—Te amo —murmuró Sung Kyu en el oído de su esposo.

—También te amo —contestó, y Woo Hyun cerró los ojos con una plácida sonrisa en sus labios.


—Esta mañana, tenemos algo muy importante qué celebrar —dijo Woo Hyun una vez que los cuatro ocuparon sus lugares alrededor de la mesa: sus dos primos, su amado esposo y él.

Sung Jong y Sung Yeol abrieron más los ojos y fijaron la vista en el mayor, dispuestos a escuchar con atención lo que iba a comunicarles. Sung Kyu, por su parte, tomó la mano de su pareja y entrelazó sus dedos por encima del pulcro mantel.

—Sung Kyu, ha recuperado la memoria —anunció con los ojos brillantes. Y sus palabras desataron un remolino de entusiasmo en los corazones de los dos jovencitos que vivían también en esa casa.

El menor de los Lee se puso de pie de inmediato y corrió a los brazos de Sung Kyu con lágrimas en los ojos. Se colgó de su cuello y el otro joven sonrió con satisfacción, acariciando la cabeza del chico cuando le susurró lo feliz que lo hacía esa noticia. Frente a ellos, Sung Yeol se limpió una escurridiza lágrima con la manga de su suéter de lana y suspiró profundo.

—Recuerdo exactamente cómo los conocí —dijo Kim antes de sonreírle a los muchachos—. Y ahora puedo darles las gracias a ambos por permanecer al lado de Woo Hyn todo este tiempo.

—No tienes por qué —le interrumpió Sung Jong, sujetando sus manos entre las suyas—. Lo hicimos porque te queremos. Sung Yeol y yo te queremos mucho, Sung Kyu.

Y el nombrado volvió a sonreír, acunando el delicado rostro del menor con sus palmas antes de dejarle un tierno beso en la frente. Sung Jong se ruborizó un poco y al cabo de unos segundos regresó a su asiento, observando después cómo el desayuno era servido por la cocinera, quien le acarició la cabeza a Sung Kyu con cariño al decirle cuanto le alegraba lo sucedido.

—No puedo esperar para que vayas a la universidad con nosotros —mencionó Sung Yeol, captando la atención de todos y ante lo que Woo Hyun asintió un par de veces.

—Yo tampoco, Sung Yeol. Quiero retomar mis estudios lo más pronto posible.

—Lo harás —intervino Nam, tras acariciarle una mejilla con sutileza mientras le regalaba una sincera sonrisa.

El timbre sonó de pronto y, Woo Hyun, al notar que el ama de llaves no atendía la puerta, se limpió la comisura de la boca con la blanca servilleta de lino y camino hacia la entrada.

Al abrir, su rostro se contrajo en una seria y sorpresiva expresión cuando sus ojos se encontraron con los de la mujer que le dio la vida. Tragó saliva con algo de incomodidad y abrió más la puerta, dando paso a sus padres, quienes se plantaron frente a él con un aspecto que pocas veces los había visto denotar.

Pero, más grande fue su asombro cuando, contrario al amoroso abrazo que siempre recibía de su madre cada vez que se encontraban, ésta le propinó una dura bofetada que le hizo voltear el rostro al tiempo que el sonido del golpe hacía eco en la estancia.

De inmediato, Woo Hyun se llevó una mano a la mejilla enrojecida mientras sentía que su piel comenzaba a arder, y sus ojos se fijaron en los de su progenitora otra vez, quien lo miraba con una mezcla de resentimiento, molestia y tristeza.

El Contrato | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora