Adiós al viejo hogar.

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Emma idola (♥ω♥*)
Holaa!! Esto es un pequeño regalito porque me he dado cuenta de que he llegado a los 100 votos (wiiii). Como alguien me diga que no es mucho le tiro desde el piso mas alto de un rascacielos, ¿ok?
Siento tardar tanto en actualizar lo que prometí, pero últimamente no estoy teniendo mucho tiempo. Que los examenes sean en otro idioma me obliga a tener que estudiar el doble (¿a quién le importa esto? Pues posiblemente a nadie xD). Además estando en Francia me toca de cerca lo de París y mi humor tampoco esta por las nubes.
Como decía, cuando pueda subiré las continuaciones que tengo pendientes. De momento os dejo esta minicosa que ni se como llamar xD
Gracias por esos votos, y por leer!!! <3
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El problema de enamorarte es que no eliges de quién. No tienes el poder de elegir. No puedes decidir enamorarte de la persona de la que te gustaría enamorarte... A veces simplemente sucede, y te enamoras de quien no debes, de quien no te conviene, de la persona incorrecta... ¿Pero qué tiene de incorrecto enamorarse? ¿Que tiene de malo querer a alguien? Nada, no tiene nada de malo.
Cada persona es como es, y no hay dos con los mismos gustos. ¿Por qué mi madre puede querer a mi padre y yo no puedo querer a mi novio? ¿Qué tiene de diferente el amor que siento yo del que sienten ellos? ¿Acaso que él sea de mi mismo sexo cambia algo? Sigue siendo una persona, ¿no? Me quiere y yo le quiero. ¿Donde está el problema?
- Drei, otra vez pensando en ese amigo tuyo, ¿verdad?
- Es mi novio, te guste o no. Y sí, estaba pensando en él.- Respondo a mi padre con enfado.
Él resopla y vuelve su vista al periódico. Mi madre me mira con esa estúpida expresión de pena y le susurra a mi padre:
- Ya se le pasará, es cuestión de tiempo.
Tengo ganas de gritar que lo he oído, pero eso no serviría de nada. Mi amargura se disuelve cuando mi móvil empieza a sonar y veo la foto de un guapo y sonriente castaño en el contacto que me llama. Mi novio Max.
Contesto rápidamente y me levanto para irme a mi habitación.
- Hola.- Sonrío aunque sé que no puede verme.
- Hola lindura. ¿Cómo te va?- Dios, me va a matar de amor.
- Genial ahora que hablo contigo.- Prácticamente puedo imaginar su sonrisa tonta ahora mismo, justo la que tengo yo.
- ¿Tus viejos te molestan mucho?- Dice con rabia.
- Lo de siempre, tranquilo. Me voy acostumbrando.
- No deberías acostumbrarte a cosas así. Tú mereces todo el amor del mundo, Drei. Y yo te lo daré. Vente a vivir conmigo.
Mi cabeza comienza a dar vueltas y mi estómago se contrae de emoción. Me faltó poco para gritar de alegría y casi me ahogo. No me había dado cuenta de que había dejado de respirar.
- Yo...- Las palabras no me salen, me muero por decirle que sí, pero estoy alucinado. ¿De verdad me lo ha pedido?
- Entiendo si no quieres...- Suena apenado.- No te obligaré a nada, mi amor. Yo...
- ¡SI! - Grito muy alto de repente. Oigo su dulce risa al otro lado de la línea.
- Creo que me has dejado sordo para el resto de mi vida. Ahora estás obligado a vivir conmigo para cuidarme.
- Me encantaría, Max. Te amo.- Juro que estoy por llorar de felicidad.
- Y yo a ti, nene. Te iré a buscar en una hora, prepara tus cosas.
Hice la maleta lo más rápido que pude metiendo todas las cosas sin las que jamás podría vivir, como por ejemplo mis pósteres de B.A.P o mis ejemplares firmados de Harry Potter, y baje al salón para dejar las llaves de la que hasta ahora solía llamar casa. Mis padres me miraron extrañados, pero volvieron su vista a sus estúpidos chismes rápidamente, seguramente pensando que era algun síntoma de lo que ellos llamaban "enfermedad". Sí papá, realmente es un síntoma de esa enfermedad, solo que será el último que veas y no precisamente porque vaya a morir de ella. Veinte minutos después, Max aparcó su Jeep rojo cerca de la puerta de entrada. Se acercó a mi y me saludo con un tierno beso y una mirada llena de amor. Me sonrió, y sin necesidad de decir una palabra, cogió mi maleta y se la llevo a su coche. Antes de salir me giré a mirar a las personas que me habían traído al mundo. No se habían dado cuenta de que Max estaba fuera, ni de que había cogido mi maleta, ni de todo el ruido que había hecho arriba para prepararla. No se dieron cuenta o les dio igual, en cualquier caso, no me interesa. Mejor así, sin escenitas desagradables ni órdenes de que me quede que no pensaba cumplir.
Les miré por última vez y abrí la puerta. Salí y la cerré despacio, no para que no me oyeran sino para saborear los últimos momentos en aquella casa que había sido testigo de mi infancia.
Caminé hacia Max y le cogí la mano. Fuimos hasta el coche y me metí en el asiento del copiloto sin apartar la vista de mi ya antiguo hogar. Él no decía una palabra, pero yo sabía que me entendía y me apoyaba.
El coche se puso en marcha, y poco a poco nos alejamos de allí.
Max me apretó la mano mientras conducía y me dedicó una sonrisa dulce.
Retiro lo dicho, papá... Puede que esta "enfermedad" si que me acabe matando, pero será de amor.

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