Un te quiero que llega tarde (Parte 1)

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Holaaa :) Por fin vengo con otra historia de estas que me da por escribir xD Solo que esta nació en un momento de mucho estrés y digamos que no es la alegría de la huerta. No digo más que sería spoiler...
Antes de nada, lo siento ♡-♡
***
No quiero que seas feliz con ella, pero lo que más quiero en el mundo es que seas feliz.

¿Ves el puto lío que me has hecho?

Me estás cambiando y te odio por ello.

Pero no.

No te odio.

Ese es el problema.

Sería más fácil si te odiara, ¿verdad?

No tienes ni idea de lo asqueroso que es sentirse así. Sentir que toda tu felicidad depende de las acciones de otra persona. Acostarte pensando en ella, levantarte pensando en ella y pasar todo el puto día pensando en ella.

¿Y sabes por qué te digo que no tienes ni idea de lo que es estar enamorado?

Porque no lo estás. Porque no la quieres. Porque eres un imbécil y te conformas con esa zorra cuando podrías tenerme a mí.

Y ese es otro problema.

Que sin tener ni puta idea, ya me tienes. Sin quererlo, ya me tienes.

¿Y crees que puedo recuperarme? Pues no, no puedo.

Quizá estaría un poco mejor, o al menos no tan mal, si te viera feliz con ella. Si la quisieras de verdad. Si no estuvieras con ella solo porque es lo que crees que debes hacer. Porque ella te ha engañado, todos te han engañado. Te han hecho creer que lo que sientes está mal, y te lo han dicho por tanto tiempo que te lo has acabado creyendo de verdad. Por eso lo reprimes, por eso te escondes bajo alguien que no eres tú. Y te odio por ello, aunque no tengas la culpa.

Pero no, porque no te odio, porque sigo sin odiarte por mucho que quiera hacerlo.

Y con eso llegamos al principal problema: te quiero. A tus ojos marrones y comunes, a tu pelo castaño desordenado, a tus lunares, a tu sonrisa, a tu inteligencia, a tus ideas, a tus pasiones, a tus sueños, a tus gustos... Porque yo te quiero tal y como eres, y deberías ver eso. Deberías ver que soy el único que lo hace. Y deberías sentir lo mismo.

Ay... Que fácil sería todo si sintieras lo mismo.

Pero no lo haces, y si lo hicieras, lo esconderías. Porque tienes tan asumido que no debo gustarte, que te has auto convencido. Si había alguna posibilidad de que tu corazón latiera por mí, te encargaste de borrarla; tú, tu familia y esos a quienes llamas amigos. Y yo no puedo hacer nada para recuperarla, porque no me dejas. Porque me has puesto una barrera del único material que no puedo romper: tu rechazo. Porque cada vez que me acerco para intentar romperla, me hace más daño al recordar que está ahí.

Y joder, no veas si duele.

Amigos... Sí, podríamos ser amigos. Si no te amara, podríamos ser amigos. Si soportara estar cerca de ti, podríamos ser amigos. Sí quisiera ser solo tu amigo, podríamos ser amigos.

¿Pero sabes qué pasa?

Que no quiero, que te amo y que no soporto estar cerca de ti sabiendo que no eres mío. Así que no, no vamos a ser amigos...

Porque conmigo o todo o nada. Tú has elegido el nada, aunque yo hubiera dado mi alma porque escogieras el todo.

Puede que te arrepientas, es más, sé que lo harás. Sé cómo me miras. Sé que me crees un loco por no ocultarme, porque te han enseñado que la gente como yo se tiene que ocultar. Eso me dijiste, y yo pensé amargamente que no te habías incluido en esa gente, porque no lo hiciste. Porque eres tan imbécil que ni siquiera ves que te has convertido en lo que menos deseabas. Pero lo has hecho, y no puedes cambiarlo. Y tendrás que aceptarlo, porque si no, no serás feliz. Y repito que yo, lo que más deseo en el mundo, es verte feliz.

Te amo,

S.

***
Cuanto daño puede hacer una carta si cae en las manos equivocadas. Sam tuvo la mala suerte de enviar ese trozo de papel en el que estaban escritos todos sus sentimientos en el justo momento en el que su destinatario salió de su casa. Cuando el hermano de dicha persona entró, miró el correo y vio una carta escrita a mano y dirigida al niño al que debía "cuidar", y cuando decidió abrirla. Porque en esa puta familia tenían la estúpida manía de vigilarse unos a otros.

Así que aquí está, a dos calles del instituto, en un callejón, siendo apaleado por el hermano del chico al que ama y varios de sus amigos. Y por la simple razón de querer despedirse de ese muchacho que le robaba los suspiros.

La familia de Sam iba a mudarse por cuestiones del trabajo de su padre, y Sam quería decirle lo que sentía antes de irse, pero no se atrevía a hacerlo en persona y pensó que la mejor opción era una carta. Y probablemente si hubiera llegado solo media hora antes, cuando el que debía recibirla miró el correo, habría funcionado. Pero no lo hizo. Tantas cosas que pudieron pasar y no pasaron.

- ¡Maricón de mierda! ¿Cómo te atreves a insinuar algo así sobre mi hermano? Él no es como tú, puto enfermo.

Y continúan los golpes. Y a pesar de todo, Sam sonríe por la estupidez de estos chicos. Porque le dan pena. Y ellos ni siquiera se dan cuenta de lo patéticos que son.

Sam no entiende a la gente que no se da cuenta de lo que siente, que no acepta lo que es. No entiende de qué sirve negar algo que por mucho que detestes va a seguir estando ahí.

A ver si comprenden de una vez que él no tiene la culpa de que le gusten los chicos. De que nadie la tiene, de que no es malo, de que es totalmente normal. Es amor, joder. Y el amor es amor en todas sus formas.

Ese animal que se creía que así estaba protegiendo a su hermano no tenía ni idea de que en realidad lo estaba matando por dentro. Porque obligarlo a ocultarse a sí mismo le estaba provocando un odio hacia el mundo que no sería nada sano en el futuro. Estaba creando un monstruo, y no se daba ni cuenta.

Sam quería salvarlo, quería curar todo su sufrimiento, hacerle quererse a sí mismo y sentirse amado. Quería quitarle ese odio que le crecía poco a poco y sustituirlo por felicidad, por amor, por cariño... Quería ver brillo en sus ojos en vez de esa sombra que su familia le había provocado.

Pero tenía que irse, y sus oportunidades para salvarlo se estaban acabando.

Eso si sobrevivía a la paliza que el idiota ese le estaba dando. Ya ni siquiera sentía la mitad de su cuerpo, había dejado de intentar defenderse, de gritar. Le daba igual que lo mataran, solo quería seguir viviendo para ayudar a ese castaño a ser feliz.

Pero él no quería recibir ayuda. Estaba demasiado convencido de que su forma de pensar era la correcta.

Sam tosió con fuerza cuando la última patada le dio en la tripa demasiado fuerte. Le dolió la garganta al hacerlo, y le dolió aún más al intentar respirar. Así que dejó de hacerlo, con la cara del chico al que amaba llorando delante suya como último recuerdo. Nunca pudo saber si esa imagen la creó su imaginación o estuvo realmente ahí en ese momento. Nunca pudo saber nada más.

Sam Martínez dejó de respirar en el momento en el que un muchacho gritaba de dolor. Un dolor indescriptible. Un grito desgarrador.
***
Lo he dejado un poco horrible, ¿no?
Subiré la siguiente y (creo) que última parte en un rato :)

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