Mr. Wilson -final

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Mr. Wilson apuntó a un armario en la habitación frente a ellos. El policía amasó el papel, lo puso en su bolsillo, entró a la habitación y fue al armario. Mr. Wilson rápidamente se dio vuelta y volvió a la sala.

En ese instante la puerta de la cocina se abrió y Federico salió cargando una taza de té. Mr. Wilson tomó la taza con las manos temblorosas y con nerviosismo miró al joven.
De repente, una puerta se abrió y el policía entró a la sala sosteniendo una pistola. - Tú, alejate del anciano. — gritó. — Levanta las manos.

Federico dio un salto por la sorpresa y unos pasos hacia atrás. - ¿Qué?‚ ¿Quién eres tú?‚ ¿Qué haces aquí? - dijo Federico confundido. — Soy policía, quedas arrestado por asesinato.¿asesinato? — Preguntó Federico asustado.
— ¿Pero qué dice?  No intentes nada, no te muevas. — gritó el agente. - Encontré tu caja de cartón en el armario de la habitación... con esta cabeza decapitada en el interior. ¿habitación? — Dijo Federico. - Pero si mi caja está en el armario del pasillo... te lo voy a mostrar. — ¡intenta escapar! — gritó Mr. Wilson

Sonó un disparo ensordecedor,  Federico tambaleó y cayó al suelo. Sangre empezó a salir de su pecho,  encharcando la alfombra.

El policía corrió y se arrodilló junto al  hombre que agonizaba. — Eso es lo que te mereces por matar tantas personas. Me darán una medalla por esto y mi foto aparecerá en todos los periódicos.

El policía había quedado de espaldas a Mr. Wilson y nunca vio al anciano levantándose de la silla de ruedas. Tampoco lo vio  caminar silenciosamente hacia él. Nunca pudo ver el afilado cuchillo que el anciano sostenía en su mano. Y mucho menos  supo lo que sucedía hasta que fue demasiado tarde y la lámina metálica relumbrante le rasgaba la garganta. Bañando en sangre su cuerpo, el de Federico y el del anciano, Mr. Wilson

Mas tarde, una vez que limpió todo, mientras tomaba su taza de té frente al ventanal, Mr. Wilson, con una sonrisa demasiada amplia, pensó lo inteligente que era. Durante años se había fingido paralitico. Era un disfraz maravilloso del que nadie nunca había sospechado, un pobre viejo inmóvil distaba demasiado del asesino que la policía estaba buscando.
¿Debería parar? — se preguntó a sí mismo — ¿por qué?, si lo disfrutas.


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