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Caminó hacia la puerta lentamente y se dispuso a abrir. Puso la mano sobre la chapa y giró, abriéndola completamente.

—Buenas tar...— Iba a saludar como de costumbre, pero se quedó helado. Quieto. Pasmado. Congelado. Atónito. No podía creerlo. No. No podía ser cierto. La chica que estaba parada frente a su puerta... era ella. ¡ERA ELLA! Joder, no sabía como reaccionar. El corazón le palpitó a una velocidad inimaginable, una que hacía años no sentía. La piel se le erizó. Cerró y abrió los ojos un par de veces, tratando de pensar que esto podría ser un sueño.

No lo era.

Pero ella... parecía estar igual. De no haber sido porque se sujetó del marco de la puerta, se hubiera caído al suelo desmayado de la sorpresa. Lo miraba con los ojos totalmente abiertos y sus labios dibujando una pequeña "O". Era como si estuvieran viendo a un fantasma, pero no, estaban viéndose el uno al otro, después de 5 años. Parecía irreal. Ninguno de los dos gesticulaba ni hablaba. Simplemente no podían asimilar esto.
Verse.
Después de tanto tiempo.

Una serie de recuerdos del pasado les cayeron como balde de agua fría en la cabeza. Los atormentaron por esos segundos en los que se miraban fijamente, ojos mieles con ojos azules una vez más. Y allí estaba a su alrededor esa inconfundible atmósfera que se formaba al estar cerca. Una energía tan poderosa y fuerte. Casi parecía mágico. Ese cosquilleo en sus estómagos volvía como rayo, recordándoles que era esto. Qué era esa llama que algún día los unió. ¿Qué era esto? ¿Por qué? Ninguno de los dos comprendía qué pasaba. Porqué estaban viéndose. El destino los había separado, pero hoy... después de 5 largos y tormentosos años, los reencontraba.

—Quizás me equivoqué de dirección— Articuló ella, en un susurro débil. Parpadeaba muchas veces, creyendo estúpidamente que ese chico desaparecería de su vista. Él negó con la cabeza.

—Llegaste al lugar correcto— Susurró él también. Dios. Los dos estaban jodidamente perdidos el uno por el otro. Parecían hipnotizados. No sabían como reaccionar.

—Yo...— Ni sabía que decir. Las manos le temblaban, el cuerpo le temblaba, ¡El maldito corazón le temblaba! Estaba en shock, al igual que él.

—Yo también— Susurró Justin. Ella frunció el ceño, pero no dijo nada. Pensaban igual, estaban en el mismo estado. Sus latidos casi se oyen hasta la Gran Muralla China.

—No sé que decir— Admitió ella, con tono un poco más alto. Justin la miraba intensamente con sus preciosos ojos mieles, logrando ponerla más nerviosa que en toda su jodida vida. Sabía que estaba ruborizada de tan solo sentir su profunda mirada. Sus ojos clavados en ella, mirándola como si fuera la mujer más perfecta del mundo, como si fuera un maldito tesoro. Las mariposas en su estómago revoloteaban con fuerza de un lado para otro. ¿Porqué, porqué, porqué maldita sea, seguía provocando esas sensaciones en ella?

—Tampoco yo. Así que puedes pasar— Le dio el paso, y ella no protestó. Entró torpemente y casi tropezándose a su despacho. Apenas podía mantenerse en pié. Escuchó como la puerta se cerraba y los pasos de Justin se acercaban a ella. La piel se le erizó. A los pocos segundos, él pasó a su lado y le hizo una seña de que se sentara en una silla. —Siéntate, por favor— Pidió. Ella suspiró y lo hizo. Justin la copió, sentándose en la silla de enfrente. El ambiente se puso tenso, ambos estaban callados, nerviosos, confundidos.

—Así que...— Rosalyn quiso hablar, pero no fue capaz. Seguía jodidamente nerviosa.

—Trabajo aquí. Soy fotógrafo— Soltó de pronto él. Ella se quedó callada. —También pintor— Añadió. Ella se frotó las manos, vaya, le sudaban.

—Vaya. Es... es estupendo— Felicitó ella, observando el lugar. Justin asintió.

—Y por lo que veo, eres modelo. Sé que saldrás en la revista Seventeen, me avisaron por teléfono al contratarme— Susurró. Sus miradas se entrelazaron, como si ambos recordaran tantas cosas detrás de aquellos ojos. —Me alegra que hayas cumplido tu sueño— Felicitó también. Rosalyn se ruborizó ligeramente.

—G-Gracias— Se trabó un poco. —Por lo que veo, también cumpliste el tuyo— Susurró.

—Los cumplí, pero no con...— Se quedó callado. Sabía que no debía hablar de más. Ella pudo notar lo que estaba intentando insinuar. No, maldita sea, no. ¡Ella no! No podía quererla todavía, seguramente ya la había olvidado. Como ella a él. Si, ¿Olvidarlo? Ja. Vaya chiste.
No, la verdad era que no lo había olvidado, y seguramente jamás lo haría. Lo amaba. Maldita sea, nunca había dejado de amarlo ni un puto segundo. —Con el apoyo necesario— Mintió.

—Oh— Susurró ella, sin ser capaz de decir nada más. Justin suspiró entrecortadamente. No le apartaba la mirada, y ella solo intentaba evitarlo.

—¿Cuánto ha pasado?— Preguntó Justin de pronto. Ella lo miró. —¿4 o 5 años? Estoy impactado de verte— Admitió.

—5 años— Aseguró ella, con un ligero remordimiento en sus palabras. Justin supo el motivo de su tono, por supuesto, era él. Él, tan jodidamente imbécil, que la había abandonado.

—Vaya— Susurró. —Estás...—La miró más intensamente. Ella quiso que la tierra se la tragara de una vez. No soportaba esa mirada que la volvía completamente loca. Ese rostro que la enamoraba desde el primer momento que lo conoció. Aún recordaba aquella frase... ¡Maldito, estúpido y sensual Justin Bieber! —Diferente. Estás cambiada —Dijo, fijándose bien en su rostro.

—También tú. Luces diferente— Admitió.

—Pero tú estás más hermosa que antes —Susurró él, para si mismo. Oh, mierda. Las palabras salieron de su boca sin que pudiera controlarlas. Rosalyn fingió no escuchar, pero joder, había escuchado claramente. Eso solo la hizo sentirse más mal.

—¿Podemos iniciar la sesión ya? —Rogó ella. Justin suspiró. Hubo un momento de largo e incómodo silencio. Estaba claro que ella estaba allí para trabajar, y solo para eso. Y él, tendría que hacer lo mismo.
Con eso quiso decirle que nada de plática. Joder. Pero él quería... maldita sea, quería saber como le había ido durante todos esos años. ¿Dónde vivía? ¿Cómo le iba? ¿Tenía... novio? Oh, esa última no le gustaba. Tenía que apartar esos pensamientos de su mente y centrarse. Se puso de pié y caminó hacia su cámara.

—Si, perdón por entretenerte —Se disculpó Justin. —Puedes ir a cambiarte, allá hay un vestidor —Le señaló un pequeño cuarto. Ella asintió y caminó hacia allí.

—Gracias —Respondió ella.

—De nada... Rosalyn —Susurró. Ella por poco se queda quieta. "Rosalyn" su nombre saliendo de sus labios. Su pronunciación... su tono... su voz... él... maldita sea, la piel se le volvió a erizar. Una corriente eléctrica la recorrió. ¿Cómo soportaría esto? ¿Podría siquiera concentrarse en posar bien, si su fotógrafo sería él? ¿El chico que más había amado con todas sus malditas fuerzas? Dios. Santo. Sin duda alguna, esta semana... sería la más larga de toda su confusa vida. Se adentró en el vestidor y se dispuso a cambiarse de ropa.

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NOVELA ORIGINAL DE LA AUTORA
***NATALIA ORTEGA***

Esta novela no es mía.

Para Siempre. 3tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora