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Justin terminó de acortar la poca distancia que los separaba. Chocó sus labios contra los de ella y se hundieron en un asombroso beso. Sus bocas se probaron de nuevo, abriéndose paso a galaxias desconocidas. La calidez de Justin se mezcló con la de ella, probando todo su contorno. Sus latidos se aceleraron de manera inmediata. Rosalyn se aferró al cuello de Justin y luego lo rodeó con ambos brazos. Sus labios palpitaban fuerte, era una necesidad poderosa. Ambos se movían al compás, entrelazando sus bocas de manera perfecta. Rosalyn se dejó dominar por él, abriéndole paso a su lengua. La necesidad, la pasión y el deseo aumentaron. Sus estómagos efectuaban enormes cosquilleos imposibles de controlar, mientras cada parte de sus cuerpos se fundían en una agonía de placer. Era probablemente uno de los mejores besos que se habían dado. Ella acarició el cabello de él con dulzura, mientras Justin le acariciaba toda la espalda y el rostro. Era un momento magnífico y único, otro para guardar en sus mentes hasta la eternidad. Todo era tan claro, la llama de amor no se había ido jamás... sólo había logrado crecer cada vez más con el paso de los años. La energía que los unía era inexplicable. El beso fue haciéndose cada vez más exigente y pasional, mezclando ardor y necesidad el uno por el otro. Estaban quedándose sin aire, pero no se detenían. La sensación de sus labios moviéndose juntos, era el cielo.

Justin la sujetó de la espalda y la apretó todavía más hacia su torso. Ella jadeó entrelabios. Este hombre estaba volviéndola loca... pronto terminaría en el manicomio. Pero Justin estaba exactamente en el mismo estado psicológico.

—Para— Susurró ella en un jadeo. Separaron por un momento sus labios para tomar aire. Ninguno de los dos abría sus ojos, continuaban perdidos por el deseo. Sus labios palpitaban fuertemente, necesitándose de nuevo.

—No— Imploró Justin, besándole la comisura de los labios. —Bésame hasta el fin del mundo— Le susurró.

Ella sintió una corriente eléctrica atravesarle sus entrañas. Quiso negar con la cabeza, pero fue demasiado tarde. Justin volvió a atraparla en un tremendo beso, más exigente que antes. Sus bocas se abrieron totalmente, permitiéndoles profundizar las maravillosas sensaciones que estaban experimentando.
Y fue el fin... ya no había nada que Rosalyn pudiera hacer para detenerse. A continuación, Justin la volteó, despegándola del pozo. Empezó a empujarla hacia atrás, hasta que de un ágil movimiento, la sujetó de la espalda y la fue recostando poco a poco sobre el césped. Él quedó acostado sobre ella. Continuó el beso de manera apasionada, pero ella lo sujetó del rostro y lo separó. Sus respiraciones estaban más agitadas que nunca. Sus labios estaban de tonalidad rojiza por la profundidad del beso. Abrieron lentamente sus ojos y se miraron.

—Tenemos que irnos de aquí— Susurró ella. Justin plantó otro pequeño beso sobre sus labios, estremeciéndola por completo.

—Quedémonos, por favor— Pidió. —No sabes cuanto te deseo ahora mismo— Susurró, con una mirada llena de fuego. Rosalyn tragó saliva, luego le acarició la mejilla con ternura.

—Y yo a ti— Admitió ella. Justin sonrió ampliamente al escucharla.

—Creí que nunca lo dirías— Dijo él acariciándole un mechón de cabello. —Entonces quédate conmigo. Este es un lugar especial. Además, estás volviéndome loco— Le besó con dulzura la nariz. Ella sonrió enormemente.

—No sabes lo que dices Justin. Estamos en el césped de un lugar público. Alguien puede venir—.

—Sabes que soy un hombre de riesgos— Le recordó él, ahora besándole el lóbulo de la oreja. Ella jadeó en voz baja. —Y contigo, quiero correrlos todos...— Finalizó, bajando lentamente por su cuello, para llenárselo de suaves y ardientes besos.

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—Usted sabe mejor que nadie donde se encuentra— Habló de nuevo con tono rígido. —No me haga salirme de mis casillas, señor Gates— Amenazó, mientras otro de los hombres presionaba más el arma contra la cabeza de su víctima. Kevin Gates soltó un profundo suspiro.

—Háganme lo que quieran, no les diré donde está— Aseguró. —No tarda en llegar mi compañero Frank, será mejor que se larguen— Advirtió. Los tres hombres rieron.

—No nos largaremos sin saber donde está su querido y amado "hijo"— Escupió él. —Dígame en que parte de Chicago está Bieber. No se lo repetiré de nuevo—.

Gates volteó a verlo sin reflejar absolutamente nada de miedo. Más bien, quiso intimidarlo con la mirada.

—Parece que no han pasado 5 años desde la última vez que te ví, Hookman. Eres el mismo psicópata inmaduro que se dedica a joder la vida de los demás— Lo atacó. Hookman soltó una carcajada, al igual que sus dos compañeros.

—Corrección. A joder la vida de Bieber. Él se lo buscó, nosotros le advertimos alejarse de los Mester, y ha vuelto con ella— Respondió él.

—Mierda, ¡Entiendan que no! ¡Justin ya tiene otra chica! ¡Él está viviendo normalmente, no necesita que vuelvan a joderlo!— Gritó Gates furioso. Hookman le dirigió una mirada a uno de sus colegas, luego volteó a verlo.

—Tenemos contactos que dicen lo contrario. Ellos tuvieron un reencuentro hace 2 días— Antes de seguir hablando, el celular de uno de ellos sonó. El hombre más alto y corpulento fue quien recibió la llamada. Puso el auricular en su oído.

—¿Qué pasa Williams?— Preguntó en voz alta. Todos permanecieron en silencio, incluído Gates. —Vaya... excelente... si... estamos en camino... buena chica...— Y colgó. Sonrió satisfactoriamente y volteó a ver a Hookman y al otro hombre. —Lo tenemos— Dijo orgulloso. Anthony y su compañero sonrieron ampliamente.

—Asombroso— Dijo Hookman. —Suéltalo Clark. Es hora de irnos— Le pidió al hombre que amenazaba a Gates con la pistola. Él asintió y dejó libre al detective. Los tres se acercaron a la puerta de la casa, pero antes Hookman se volteó. Gates seguía hincado en el suelo, limpiando un poco de sangre que salía de su nariz a causa de los golpes recibidos.

—Ya sabe lo que le hemos dicho. Si a usted y sus amiguitos policías se les ocurre intervenir en esto, me aseguraré de que esta vez Bieber sí quede bajo tierra. ¿Me entendió?— Amenazó.

—No te saldrás con la tuya de nuevo, Hookman— Fue lo único que Gates pudo susurrar. Ellos rieron.

—No esté tan seguro de eso— Le guiño el ojo, y acto seguido, salió de la casa. A pesar de las pocas fuerzas que tenía, Gates se levantó del suelo de manera rápida y corrió al teléfono. Sino llamaba a Justin ahora, no podría llamarlo nunca...


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NOVELA DE LA AUTORA
***NATALIA ORTEGA***

Esta novela no es mía.

Para Siempre. 3tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora