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Aparcó su BMW rojo, ese que la había acompañado durante 5 años, y se dispuso a entrar al enorme edificio frente a ella: El Empire State. Era increíble poder trabajar en el tercer piso de allí. Fue directo al elevador, dirigiéndole algunas sonrisas a compañeros que pasaban a su lado. Finalmente este y al cabo de unos segundos llegó a su piso. Caminó atravesando divesos pasillos y oficinas, pero cuando iba a llegar a la suya, alguien la detuvo.

—Señorita Mester— Dijo un hombre sonriente y fresco: Su jefe.

—Buenos días señor Carey— Saludó ella amable. El le dirigió una mirada de pies a cabeza, incomodándola.

—No vienes preparada para la sesión fotográfica— Dijo en tono de advertencia. Rosalyn se quedó perpleja.

—¿Sesión fotográfica? ¿Qué? Pero no me han avisado, apenas ayer me dijo Brad que...— Él la interrumpió.

—Tranquila— Dijo mientras una risa se escapaba de sus labios. —Sólo bromeaba. Lo que pasa es que he conseguido que te hagan una sesión fotográfica de excelente calidad. Con eso de que saldrás en la portada de la revista, necesito el mejor perfil de ti. He conseguido fecha y lugar— Avisó. Rosalyn entreabrió los labios, sorprendida. O más bien, emocionada.

—Wow— Susurró. —Eso es asombroso. Muchas gracias señor— Dijo feliz.

—Necesito que vayas al piso 18. Ahí está la señora McQueen esperándote, ella te informará sobre los detalles de esto. Te dirá lo que requieres para estar lista y la información necesaria. Aunque yo creo que ya estás lista— Ese último comentario la desconcertó un poco, pero prefirió ignorarlo. Ese hombre de escasos 40 años siempre era así, pero después de todo era su jefe, no podía hacer nada al respecto. Sólo sonreír.

—De acuerdo. Iré, gracias— Dijo cortante. Carey le sonrió y se dio la vuelta. Rosalyn caminó hacia el elevador de nuevo. Una vez adentro, presionó piso 18. El elevador empezó a subir con normalidad. Al cabo de unos minutos, Rosalyn se percató de que ya había tardado demasiado. Se fijó en la pantalla que indicaba con números rojos que ya iba en el piso... ¿32? ¡Mierda! ¿En qué momento se equivocó de número? ¡Ella estaba segura de que había presionado el 18! Asustada, presionó de nuevo el 18, pero este en lugar de bajar, empezó a subir más aceleradamente. El corazón de Rosalyn se aceleró. Demonios. Siguió presionando desesperadamente, pero este subía y subía. Decidió presionar el botón de emergencia, pero este no emitía ningún sonido. Bien, esto ya estaba asustándola. Decidió recurrir a la última y precipitada opción: Gritar. —¡¿HAY ALGUIEN AHÍ?!— Gritó fuerte, pero su propio eco llenaba el silencio del elevador. Empezó a subir más rápido, logrando tumbarla al suelo. —¡AUXILIO!— Gritó, ahora asustada. Se sujetó de las paredes de metal y simplemente rezó porque se detuviera pronto. Observaba nerviosamente la pantalla que le indicaba que iba en el piso 80. Maldita sea, era muy arriba. Estaba fuera de control. Solamente rogó porque este no se detuviera y se fuera hacia abajo en caída libre. Eso la aterraba. Suspiró un par de veces para controlarse. Cerró sus ojos y de pronto... escuchó un pitido, seguido de un movimiento metálico. Los abrió. Las puertas acababan de deslizarse a los costados, dando paso a un largo pasillo que daba a una puerta. Entonces volteó a la pantalla. Piso 86. Santo. Dios. Recordó al instante aquél día... años atrás... oh, no. No quería ni pensarlo. Llegaron a su mente tantos recuerdos del pasado. Recuerdos que había ocultado en lo más profundo de su ser durante todo ese tiempo, para no hacerse daño a sí misma. ¿Por qué el elevador la había traído hasta allí? Intentó cerrarlo, pero este pareció no funcionar. Suspiró y se puso de pié. Temblorosa, caminó afuera y empezó a dirigirse a la puerta al final del pasillo. Entonces, sintió como si unas manos se deslizaran sobre sus ojos.

Para Siempre. 3tempDonde viven las historias. Descúbrelo ahora