Fred Weasley y la hija de Apolo

Capítulo 13.

Annie's POV

Pasaron tres días en la casa de los Weasleys o como ellos la denominan, la Madriguera. Todas las mañanas ayudó a Molly en los quehaceres de la casa, aunque ella siempre me regaña diciendo que soy su invitada y bla bla bla. Ahí ya desconecto.

Después de la regañina me manda a vigilar a sus hijos aunque me gusta dar largos paseos por la zona.

Mi lugar favorito era un árbol muy alto y frondoso que daba mucha sombra.

Me daba paz estar ahí. Hasta que algún ruido proveniente de la casa me sacaba de ese trance.

Para muchos estar sin hacer nada bajo un árbol es muy aburrido. Para mi es lo mejor. Me encantaba fijarme en los pequeños animales que trabajaban ajenos a los problemas de los demás.

—¿Que haces?—Miro hacia arriba y Hermione está frente a mi.

—Pensar—palmeo el suelo a mi lado y ella se sienta junto a mi.

—y sobre qué sueles pensar?

—Pues... En muchas cosas. En el curso, en el futuro—le respondo.

—¿Que quieres hacer cuando salgas del colegio?

—Aun no se. Debería tenerlo claro pero no se aún.

—¿Quieres ayuda?—ambas nos miramos a los ojos.

—Vale.

—Veamos—medita ella—. Deja la mente en blanco.

—Esto funciona?

—Depende de la persona. Venga inténtalo.

Asiento. No pasa nada por mi cabeza.

—Cierra los ojos y centrate.

Respiro hondo.

—Deja que algunos pensamientos pasen a medida que te haga preguntas—dice ella—. ¿En algún momento te has sentido relajada sin miedo a lo que pasará?

—A veces.

—¿Y que estabas haciendo en ese momento?

—Cantar.

—Ahi lo tienes—abro los ojos—. Eres buena en eso solo que no tienes confianza en ti misma para decirlo a los cuatro vientos.

—Mione, no des consejos que no te apliques a ti misma—le digo mirando unos matorrales al otro lado del campo.

—¿A que te refieres?

—Tu me has ayudado ahora déjame a mi que lo haga—ella asiente. La miro a los ojos—. Mione. Tienes que relajarte y dejar de preocuparte por cosas tan inverosímiles.

—¿Por eso eres tan despreocupada?

—Asi es. La vida solo se vive una vez y aún eres joven. Tienes derecho a arriesgarte, y a equivocarte pero no tienes porqué obsesionarte con las cosas—le digo—. Eso produce ansiedad y arrugas.

Ella esboza una sonrisa.

—Te diré una frase que solía decir mi madre: las cosas aparecen cuando menos te lo esperas—le digo—. Deja de buscar lo que estás buscando y centrate en el día a día.

—¿Me ayudarás con eso?

—Si tu me ayudas a quitarme mi pánico escénico.

Le tiendo el brazo y ella me lo estrecha con decisión en sus marrones ojos.

—Bueno, ¿Quién tiene hambre?—ella sonríe. Me levanto y le tiendo la mano para ayudarla—. Vamos a dar una vuelta un poco más lejos.

—Me parece bien—me dice.