Mi mayor duda sigues siendo tú. Y eso no lo cambia ni el tiempo que marca nuestros relojes parados, silenciados por la daga de plata que apuñaló tu espalda, ni la distancia de nuestros pechos. Dicen que los kilómetros separan nuestros cuerpos, no corazones. Pero desde que no siento tus latidos, mi corazón se ha atenuado y no encuentra el eco de tu voz por ningún lado.
He intentado sanar las heridas que me hice entre las manos al intentar las aferrarme a tus aristas cuando tu huida quería ser el huracán que se llevara mi vida por delante.
No fue fácil, aprender a mirar el lado izquierdo y saber que tu ya no ibas de mi mano.
No lo fue, claro que no lo fue.
Aún te sigo buscando entre la gente, aún sigo con la fe de volver a verte sentado al final del pasillo en un autobús que no lleve a ninguna parte. Y perdernos. Perdernos dejando atrás todas las dudas que me atormentaron el pecho cuando tú perdías sí y yo sólo sabía pronunciar no.
Ha llegado noviembre, ha llegado otra vez con su lluvia, con su viento de melancolía, con sus ganas de pasar las hojas caídas que también cuentan historias.
El otoño es la estación que más letras lleva escritas. Y eso es porque todas las ideas y venidas que me marcaron con cicatrices el cuerpo, estuvieron acompañadas de la llovizna que calaba, del frío que casi quemaba.
Hoy me persiguen los fantasmas, llamaban a la ventana cuando intento despertar de este sueño perpetuó en el que me sumí cuando te vi caminar de espaldas a mi vida, cuando me dejaste entre un bombardeo de preguntas que no sabía responder.
Hoy es un buen día. Un buen día para llenarme los labios de arrepentimiento, para que el café sepa el doble amargo, para mancharme la piel de tinta mientras te recuerdo y abro la puerta a mil criaturas extrañas que siguen llevando tu aroma.
Hoy no tengo más palabras para describir qué es lo que me ha llevado a estar donde estoy en este momento, abrir el amor y dejar la cadena echada.
Perdón por refugiar mi miedo entre mentiras, por esconderme haciéndome la valiente cuando realmente soy una cobarde y aún me arden las caricias que no te di por amor a que me calaran, por temor a pasar de poder a querer quedarme
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La vida hecha tinta.
PoetrySólo unos cuantos poemas. De ellos, de ti, de mí. Viejos, desgastados. Poemas azules.