- 5. ¿Quién eres?

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Mis pasos parecían algo forzados a simple vista tras "el hombre" mientras nos dirigíamos a la amplia estación de tren.
Entramos a donde parecía ser una recepción, o como lo decía el gigante letrero arriba del gran mostrador divido en varios espacios, "Boletería". Por supuesto, todo esto en ruso.

En Lacrimosa había aprendido a hablar el español en vista de que mi padre fue deportado de Ecuador donde vivió gran parte de su vida, y la gran mayoría de los demás que residían ahí, también habían sido repatriados de países hispanohablantes. Además, en vista de la evolución de Rusia, más su actual cercana relación con el continente americano y Latinoamérica, el español era encontrado en Rusia en cada rinconcito.
Sin embargo, por orden natural de mi "hábitat", también hablaba ruso.

"El hombre" avanzaba a paso seguro y rápido, mientras yo hacía lo posible por mantener su mismo ritmo. El área estaba llena de personas con maletas, sentadas esperando comprar su boleto o que su tren correspondiente anuncie la partida. Y algunos simplemente vinieron a buscar a otros que llegaban de otras ciudades.

Una vez más, no tenía ni idea de que me depararía. Hace básicamente tres días desde que dejé Lacrimosa y solo he estado dependiendo de otras personas, sin decisión propia, viendo mi libertad esfumarse mientras me dirigía hacia mi inevitable y desconocido final.
No tenía más opciones, y tampoco era que iba a crearlas; solo me quedaba ver, aguardar y aceptar. Aceptar lo que sea que me sobrevendría, sin ni siquiera tener la voluntad de rechistar.

"El hombre" se dirigió hacia el amplio mostrador en el que estaban unas mujeres bastante jóvenes y muy arregladas, vestidas muy parecida mente, extrañamente todas rubias. Me limité a seguirlo en silencio, mordiendo mi lengua para frenar mi inevitable necesidad de preguntar, siguiendo el consejo de Leo.

Leo.

Apenas convivimos dos días, y he tenido una conversación más decente con él que la que te he tenido con mi padre en cuatro años.
Aunque irritado aveces, procuraba hacer lo posible por contestar mis preguntas y soportarme durante las 48 horas que tomó transportarme hasta acá.
Hasta rompió reglas por mi, una total desconocida.
Aunque creo que tal vez, para él no era una total extraña, ya que en mi, vio reflejado el recuerdo de alguien que creo fue importante para él.

Quiero que sobrevivas. Justo como no lo pudo hacer la persona a la que me recuerdas.

Esa de hecho, fue la única duda que dejó en el aire.
¿A quién le recordaba? ¿Quién era esa persona que no pudo sobrevivir que Leo vio en mi?

Supongo que ahora nunca lo sabré.
Nunca más volveré a ver al de ojos azulados, Leo.
Supongo que volvería por su rumbo a seguir haciendo lo que sea que hacía antes de esto.

Llegamos al mostrador y "el hombre" se quitó los lentes oscuros revelando unos círculos tan negros como la noche.
La rubia encargada detrás de la vitrina, nos mostró sus dientes en una amplia sonrisa un tanto "fabricada" diría yo.

–¡Dobry vecher!–deseó buenas noches en Ruso.

Dobry vecher.–contestó "el hombre" seco.–Vengo por dos boletos especiales–acentuó en la última frase.

–¡Oh está bien!–dijo la rubia, con un fuerte acento ruso enmarcando sus palabras.–¿Qué clase de boleto especial?

"El hombre" se apoyó en el mostrador y le musitó algo en ruso a la mujer, que reemplazó su expresión de sonrisa forzada, a una muy seria y serena mientras lo veía.
Ella asintió levemente mientras miraba al rededor un poco sospechosa.

Lithium©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora