- 8. Vendida

744 73 30
                                    


Nikisha había sido vendida.

Tras un momento, el proceso continuó su rumbo.

La chica 16 fue subastada, y luego de ella la 17.
La 18 resultó ser la más temerosa de todas, ganándose una fuerte nalgada de parte de Draken para obligarla a seguir. La numero 19 estaba ahí conmigo, y me observaba de vez en cuando como si en mis manos estuviese la llave de su libertad; la desesperación parecía arroparla mientras se rascaba su cabeza adornada de una larga cabellera negra, y yo simplemente no podía hacer nada, ni siquiera por mí misma.

Pronto llegó su turno y le tocó partir.
Ahora me encontraba sola, totalmente, mientras veía la venta de la numero 19.
Esperé mientras las apuestas subían y un comprador batallaba con otro para obtenerla. El monto variaba de los 30 a 35 mil, los cuales el Conde intentaba aumentar a los 40.

Pero no pudo y le cedió la chica al comprador número 2 por 35 mil.

Era mi turno.
Mi turno.
Mi...turno.

No estaba calmada, ni asustada.
No estaba ansiosa, ni nerviosa.
No estaba triste, no estaba feliz.

No estaba nada.

Solo quieta, mientras escuchaba al Conde anunciar que era el turno de la última subastada, con un tono de pena. Como si quisiera que este proceso durara para siempre; pues claro, esto le parecía divertido.
Vi a Draken dirigirse a la puerta como era de esperarse, y pronto llegó donde mi.

Me miró por varios segundos, detallándome.
Fruncía el ceño de vez en cuando, mientras daba lentos pasos hacia mi, como presa cerca del cazador, y no al revés, que es como debería ser.
Se detuvo justo al frente de mi y ladeó la cabeza.

–Vy posledniy–dijo.

Eso era de lo cual ya estaba consciente.
Asentí y le extendí el brazo para que tomara de el, gesto que le pareció demasiado sumiso para ser verdad, así que me miró unos segundos más antes de tomarlo.
Caminé a su ritmo, mientras nos dirigíamos a la puerta.

Era pequeña, de una madera un poco desgastada y una cerradura poco confiable.
La abrió, y ahora la que estaba tras la vitrina era yo. Pero sabía que a diferencia de las demás, no había ninguna chica observándome que se compadeciera de mi.

No es que fuese totalmente necesario de todas formas.

Draken me dirigió con una inesperada delicadeza hacia la plataforma.
En cuanto había llegado, la miraba del Conde se habían posado sobre mí como cuervo sobre su presa, con una mirada lujuriosa, pareciendo que quisiera comprarme por igual.

Tal como los demás, portaba las dos cicatrices características de sus servidores.
Era un hombre un poco alto, de bastante musculatura  aún envuelto en esa ridícula ropa de los Condes de dinastías antiguas.
Adornaban sus rostro unos maquiavélicos ojos color azul cristalino, y una sonrisa traviesa.

Me siguió cada paso hacia la plataforma, viéndome de arriba a abajo.
Draken finalmente me entregó a él, y él tomó mi mano para ponerme al lado suyo, viendo hacia el frente, hacia las pantallas.

–Eres más hermosa de lo que pensé–susurró.

Giré el rostro hacia él de nuevo y lo miré, mientras le veía poner una expresión de asombro y un poco de incomodidad.

Lithium©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora