- 3. Da svidániya

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La brisa que bailaba alrededor trajo aquellas palabras a mis oídos como eco.
Un eco que no quería escuchar. Un eco impensable. Un eco eterno que resonaba sin parar en mi cabeza.
Lo había escuchado, y lo había entendido.
Más por alguna razón, me transmitió algo que no podía describir ya que no sabía que era.

¿Cómo identificar que algo es azul, si ignoro el aspecto de dicho color?
Pues era igual. No sabía lo que sentía, porque no sabía cómo definirlo con exactitud.

No sabía cómo categorizarlo, pero percibí que no estaba correcto.
Nada correcto.

Me vi reflejada en los siniestros y penetrantes ojos de quien hablo como dictando una sentencia. Sostenía una sonrisa en sus labios y hasta parecía...¿entretenido?
Parecía disfrutar de mi confusa expresión causada por sus palabras.

Yo, en cambio llevé mi mirada hacia Carl.
Miré a quien era mi progenitor, pero su mirada no pudo sostener la mía, estando llenos de una emoción que no le permitía verme.

Culpa. Pura culpa.
Era incapaz de enfrentar mis ojos, enfocando los suyos en el sucio suelo que yacía bajo él.
Él...me había apostado.

Me había apostado.
Como un objeto, una pieza, una cosa.

De la cantidad de cosas que sucedían a diario, esto estaba fuera de cualquier imaginación.
Nunca, nunca pensé que este día llegaría.
El día de mi perdición, el día en que veía como un ser viviente cruzaba las líneas del humanismo y se dejaba dominar por un egoísmo enfermo.
El día en que un "padre", vendía a su hija.

No me arrastres contigo, le había dicho. No me arrastres.
Sin embargo lo hizo, y lo hizo de una forma que hasta era difícil de creer.

Pero, si el día de hoy, era mi perdición...
...¿por qué...por qué no lloraba? ¿Por qué no rompía en llanto y gritaba desesperadamente por clemencia? ¿Por qué no me...dolía?

¿Dónde estaba...el dolor? ¿Dónde estaban esos sentimientos de desesperación y angustia que tendrían que invadir mi cuerpo entero? Este era el momento perfecto para ser apoderada de dichos sentimientos.

Al principio había percibido algo incorrecto en todo eso, algo casi cercano a sentir.
Pero ahora...

¿Dónde estaban mis lagrimas, mi miedo, mi furia hacia mi padre, mis ganas de emprender la huida?
¿Porque simplemente no sentía nada?

Vacío
Era lo único que había, lo único que sentía, y quién sabe si era un sentimiento.
Solo estaba ahí, aceptando el hecho sin ni siquiera saber bien qué era lo que ocurría o ocurriría conmigo, con esta situación.

Resignación. La aceptación de un hecho sin protesta alguna.

–¡Entonces, niña!—llamó el que dictó mi sentencia, creo que para obtener una reacción de mi parte.

Giré mi rostro hacia aquel hombre intimidante de tez increíblemente blanca, cuyos ojos parecían estar viendo mi alma.

Parpadeé.

–¿Sí?–contesté con calma, lo cual creo le ocasionó algo de sorpresa.

–Dime–suspiró caminando lentamente para dirigirse al sofá, sentándose en el borde de este–¿Acaso entiendes lo que acabo de decir?

Me quedé en silencio unos segundos.
Volví a posar mis orbes sobre quién era mi progenitor, y analicé mi respuesta.

–Sí–contesté–He sido apostada.–asentí hacia Carl– Él me apostó.

Lithium©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora