Capítulo I

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Capítulo I: Aquella niña que soñó con alcanzar las estrellas

Selene miró absorta a aquel bello producto de su imaginación, pareciéndole imposible que un ser tan celestial quisiera estar con ella.

Te amo— le susurró el vampiro.

Selene sonrió, uniendo sus labios a los del ser inmortal que se encontraba a su lado.

— ¿Qué es esto?— inquirió Carlos, uno de los abusones de clase.

—Nada— afirmé avergonzada tapando mi libreta.

Sentí su mirada cínica sobre mí, antes de que me arrancara el cuaderno.

— ¡No!— chillé—. Devuélvemelo.

Carlos rió, empezando a leer en voz alta:

Su inmortalidad era una maldición, puesto que cada mañana fallecía, para regresar al anochecer; él era uno de los hijos de la oscuridad, un vampiro, llamaría la gente normal, mientras que…

—¡¡Dámelo!!— las risotadas de mis compañeros eran como agujas, clavándose lentamente en mi frágil piel.

— ¿Qué te pasa, chica vampiro? Como no tienes novio te lo inventas, ¿verdad? Sacándolo de tu mente calenturienta.

Le ignoré, arrancándole de cuajo mi libreta.

— ¿A ti qué te importa?— le atajé en tono mordaz.

—Nada, pero te aconsejaría que dejaras de vestir con harapos y de ponerte tus labios tan rojos… O si no, tu "novio vampiro ficticio" tampoco querrá estar contigo.

Tragué ante las risitas burlonas de mis compañeros.

— Es sólo una historia, yo… Quiero ser escritora.

Carlos me miró con mofa.

— ¿Has visto a alguna bruja escritora?

Le devolví la mirada de manera desafiante, estaba hasta las narices de ser su saco de boxeo.

—No —negué—, pero hasta ahora tampoco había visto a ningún burro hablar y, fíjate… justo en este instante me encuentro delante de uno.

Escuché que el coro de burlas se hacía más fuerte ante la mirada de duda de Carlos; por lo visto, su neurona aún no había pillado mi comentario.

En el fondo de clase se encontraban susurros, incitando a Carlos a contestar al puro estilo: "Chaval, la vampiresa te ha hecho quedar mal" o "¿Acaso esta inadaptada gótica es más lista que tú?".

Carlos parpadeó confuso, antes de replicar:

— Ya que te estás inventando un novio, no te vendría mal que también lo hicieras con algún amigo… por lo visto, tampoco te los puedes permitir.

—Yo tengo amigos— afirmé a la defensiva.

Carlos me miró divertido.

—Sí, Paula, pero no te preocupes vampiresa, que pronto se cansará de ti, puesto que valer, no vales nada.

Escupió en el suelo mostrando señal de asco.

***

Estaba harta de Carlos, el creído abusón de éste maldito instituto; se pensaba que por tener una cara de ángel —rubio, de ojos azules— podía hacer lo que se le viniera en gana.

El atractivo de una persona no mide la bondad de la misma, y muchísimo menos le da más derechos que a los demás.

—Luna— me llamó Paula desde el recreo.

Encadenada a lo imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora