Capítulo III

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Capítulo 3: Genial... Ahora ni mi única y mejor amiga me cree ¿Acaso las cosas podrían ir peor? ¡¡Oh, no!! Jamás pronuncies esa frase, está gafada

Apenas mi rostro besó las sábanas, escuché el irritante y estridente pitidito de mi despertador.

— ¡¡Mierda!!— croé a merced del agotamiento.

Los débiles rayos solares atravesaron mis cortinas de calaveras, provocando que cerrara los ojos por el repentino ataque de luz solar.

Rápidamente, me quité mi camisón negro —me encantaba ese pijama—, era de encaje, como los de época, con algunas transparencias en las zonas apropiadas de mi anatomía.

A mamá casi le entró un ataque cuando lo vio.

Me puse lo primero que encontré: una falda negra sobre las rodillas de telarañas —para resaltar la palidez de mis piernas—, y una camiseta también negra que me apretaba el pecho como un corsé. Para completar el conjunto me coloqué mis botas de combate.

Cómoda y atractiva.

Maquillé rápidamente mis ojos de oscuro y los labios esta vez de morado.

Sonreí a mi reflejo, jugueteando ausente con mi nueva cruz invertida de plata.

***

Mientras me sentaba en mi pupitre de clase de latín, no pude evitar tener la fuerte sensación de que todo lo ocurrido la noche anterior fue un sueño.

Después de lo sucedido, el mundo seguía igual, como si nada hubiera pasado, yo… continuaba siendo la misma y los demás… seguían siendo los demás.

Simple.

Suspiré cuando me tendieron el examen y contesté las preguntas sin apenas leerlas, mi cabeza estaba estresada, después de todo lo acaecido no me podía concentrar con facilidad.

No obstante fui la primera en terminar.

Impaciente, saqué mi historia y empecé a leer escena por escena todo lo que había sucedido, contrastándolo con la realidad.

Luna se encontraba sentada en su pupitre, acababa de terminar su examen de latín, estaba cansada, demasiado agotada tanto física como mentalmente como para esperarse la amenaza que se cernía sobre su persona.

Tragué de manera audible.

¡¿Luna?!

Tenía que haber un error: el nombre de la protagonista era Selene, no Luna.

Intenté mantener mi respiración acompasada cuando todos mis pensamientos de que lo ocurrido no era cierto tomaron un vuelo sin escalas a Marte.

Está bien… hay que relajarse.

¡A la porra todo!

¿Cómo me iba a tranquilizar si la protagonista de mi historia era yo?

Finalmente mi vago pensamiento de que esto fuera real durante mi conversación con Luca había tomado forma, y de qué manera…

Además, todo mi relato había variado, narrando lo que me había ocurrido a mí, en lugar de lo que le pasó a Selene.

Pasé páginas intentando controlar mi histeria.

Casi chillé, cuando vi que la historia se empezó a escribir sola desde donde yo la dejé, ya que aún no había terminado de escribirla.

Mi destartalada caligrafía impregnaba las hojas de mi libreta, mientras que de la nada se iban formando, palabras, frases, párrafos…

Encadenada a lo imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora