Capítulo VIII

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Capítulo VIII: Esto es demasiado chungo para hacer bromas o soltar algún comentario sarcástico

Stefan tiró de mí hacia la hoguera.

No pude evitar estremecerme muerta de miedo, cuando los lobos se acercaron adónde yo estaba.

Mis ojos se clavaron en la barraca que se encontraba en frente mía, pensando en algún modo de entrar para liberar a Paula.

Un lobo de pelaje blanco níveo, camuflado en las tinieblas me lanzó una mirada intimidante.

Retrocedí; era Asel, el licántropo que intentó eliminarme a mí y transformó a Carlos.

Entre los lobos apareció un amedrentador hombre, de unos dos metros de altura; tenía el cabello castaño oscuro largo y rizado y los ojos de un tono pardo, casi amarillento. Era Iván, el jefe de la manada, la persona que ahora iba a decidir si vivía o moría.

El cordón de músculos de su brazo se tensó en cuanto me tendió la mano, a modo de saludo.

—Tú eres Luna— afirmó con la mano extendida.

Indecisa y temblando, la acepté.

Tironeó de ella, mientras tomaba mi pulso.

—Estás asustada.

No contesté, aún tenía mi mano entre la suya, le miré a los ojos empezándome a plantear si me la arrancaría de cuajo.

Me besó los nudillos deshaciendo su agarre, antes de volver a hablar.

—Eres muy valiente al no suplicarme clemencia aunque te encuentres muerta de miedo, eso es algo que valoro mucho.

Tragué saliva, aún sin articular palabra, con miedo de decir algo inapropiado que empeorara las cosas.

—Seguramente ya lo sepas, pero de todos modos me gustaría explicarte que tú y tu amiga seréis las últimas humanas que eliminemos— bien, eso sí que no me lo esperaba.

Le miré a los ojos, obligándome a sostenerle la mirada.

— ¿Por qué?— logré preguntar en mi estupefacción, fue tanta la sorpresa que mi pánico quedó momentáneamente en segundo plano.

Iván se pasó su mano por sus alborotados cabellos.

—Ha fallecido demasiada gente inocente y no tengo intención de que vuelva a ocurrir, no obstante, vosotras sí que sabéis demasiado de nuestro mundo y por lo tanto, os tenemos que arrebatar la vida.

»Mañana entrará en vigor una ley en la que cada licántropo que desee eliminar a un humano deba de mostrar alguna prueba sobre que el mismo sea conocedor de nuestro mundo.

Atónita le observé, dándome cuenta de que como le expliqué tiempo atrás a Paula, Iván no era tan malo como parecía sino que intentaba ser un jefe bueno y justo. Todos los seres nos equivocamos, lo bueno es darnos cuenta de ello y tener la oportunidad de rectificar.

—Haces bien en crearla, ya ha sido derramada demasiada sangre— razoné ausente—, aunque sigue pareciéndome injusto que matéis a personas que sepan algo del mundo de la noche, puesto que la muerte de Paula y la mía son completamente innecesarias, ya que ambas tenemos los labios sellados sobre todo lo que incumba a vuestra existencia, por no hablar de que estoy completamente segura de que algunas personas que matasteis también eran capaces de guardar silencio.

Iván reflexionó durante unos instantes.

—Puede que sea verdad— admitió finalmente—, pero no podemos arriesgarnos.

Encadenada a lo imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora