Nota

931 28 1
                                    

Nunca quise escribir sobre amor. Pero hoy me vengo a dar cuenta de que es lo que nos rige, es todo lo que nos rodea. Y me vi obligada a hacerlo, así sea sólo en la intención. Más que eso terminé hablando de todos sus derivados, los dolores que trae consigo, y por qué no mejor, las cosas que no trae; los vacíos que no llena a veces.

Terminé sintiéndome perdida en la cursilería y las cosas -que muy al fondo de mi ser- trato de ver como aspectos inservibles y vanos de la vida.

Me figuró sentir asco por mí misma y por la capacidad que tuve para detallar un montón de cosas irrelevantes que a nadie le debería importar más que dedicarse a vivir, de un modo u otro. Me propuse inconscientemente hundir mi propio barco, uno que navegaba por muy buenos mares, no perfectos, pero lo suficiente como para no preocuparse por las tempestades.

Ahora siento desprecio por la bola de quejas que mis emociones han traído a mis pensamientos y que mis manos han plasmado lentamente en papel tiempo después. Pero heme aquí hablando de cosas absurdas que nos quiebran por dentro sin necesidad alguna de que así sea, sintiéndome débil y cursi (más me molesta lo cursi), y sobretodo alentando a otros a romperse también conmigo; haciendo que me acompañen en mi perdida de fortaleza, y sobretodo contando cosas que ya todos saben pero que, desde mis más profundos y desleales deseos, me sentí en la obligación de decir desde con propias letras, aún estando en contra de lo que dice mi cabeza que no haga, y de lo que algún día prometí con muchísimas ganas de matar pensamientos y sensaciones masoquistas que, a todos, nos atormentan por igual.

Diario de un gran vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora