El día que lo conocí.

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Laura era mi mejor amiga, era una psicoanalista que perseguía una maestría, era bonita y tenía una sonrisa adorable que combinaban con un cuerpo envidiable y amaba gustaba fumar. Calculando, Laura se llevaba una cajetilla diaria de humo al día para sus queridos pulmones.

 Le gustaba verme cuando tenía algún problema adoptando la postura de Freud con el cigarro.

-Explícame, como es que tomas antidepresivos y fumas más que una chimenea con problemas de ansiedad-le dije, ella levantó los ojos como si ya le hubiesen formulado esa pregunta antes, dio una enorme calada y luego un suspiró que duró diez segundos, mientras guardaba silencio yo me ponía nerviosa esperando una respuesta, era una de esas tácticas de los locos psicólogos para llevar el control en una terapia de psicoanálisis, "el silencio tenso" maldita bruja.

-Es la mala idea que tienen muchos, Carlota, no te culpo-

Odiaba cuando usaba así mi nombre, pero eso quería decir que estaba enojada, aunque demostraba mucha relajación.

-Dime más-le dije-

-Los psicólogos son una de las profesiones que más se suicida-argumentó-somos los que escuchamos toda la mierda que guardan las personas-le dio otra calada a su mallboro y lo echó al piso, luego lo pisó con sus botas negras-No somos psicólogos para ser felices, sino para resolver los problemas de salud mental, ¿está claro, Carlota?-

-Como el agua, General-Hice un saludo militar.

Ella por fin sonrió, a Laura se le hacían unos hoyuelos en las mejillas cuando lo hacía, me gustaba mucho verla reír.

Sin embargo, ella mismo me había dicho que yo era una persona indiscreta.

-Y locos-dije-Locos-

-¿Qué?-

-Los psicólogos están más locos que los locos, por eso nos entienden-

Prendió otro cigarro, me miró asustada, fumó sin bajarme la mirada y dijo:

-Vaya, en eso llevas razón-

Nos quedamos en silencio mucho rato. Esta no era una técnica profesional para llevar el control del paciente, era un silencio grato y acogedor, lleno de suspiros, de la música del viento, de sonrisas perezosas, olor a tabaco, me gustaba estar con Laura, sabía cuando callarse, algunas personas nunca aprecian el buen sonido del silencio.

Después de ver al cielo y darle forma a las nubes como un niño Laura me saco del trance.

-¿Iras a ver a Francisco Hoyos hoy?-

-Sabes que no me lo perdería por nada del mundo-dije-ni aunque los mares se secaran, y los gatos dejaran de ronronear, ni aunque las madres no lloraran por sus hijos-

-Ni aunque el aire asfixiara y la tierra quemara-dijo dando una calada-Ni aunque los besos se fueran...

-Y los amores se perdieran-continúe-ni aunque las praderas desaparecieran...

-Yo seguiré confiando en ti-dijimos al mismo tiempo-

-Si-dije con orgullo-Ese escritor es muy importante para mí-

-Tan joven y con tanto éxito-dijo-quiero decir, su libro en realidad es muy bueno, también espero la tercera parte, quiero saber que paso con Luan y con Federico-Me dijo con aburrimiento-

-¿Verdad que si?-me senté entusiasmada-Y la triste Clara-

-Espero puedas hablar un poco con él, habrá mucha gente según leí en el periódico-

-Nadie se interpondrá en el camino de los que están destinados, ni aunque los mares...

-Tienes la costumbre de repetir los poemas-fumó-los vas a quemar-

Los 7 cielosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora