Ian y Peter se dirigieron hacia el asiento posterior del coche, dando por supuesto que le correspondía a Roger ir en el de delante, junto a Colin Richards. Pero Roger no tenía ganas de hablar con nadie, y mucho menos con Colin Richards. Se adelantó inesperadamente a Ian y se colocó junto a Peter.
Hasta ese momento no había prestado mucha atención a Peter. Pero, de pronto, se dio cuenta de lo agradable que era estar con él. Peter no era amigo de hablar, ni de Patterick Fell ni de ninguna otra cosa.
Roger observó el pavimento empedrado que parecía resbalar bajo el automóvil, y los muros bordeando los caminos que cruzaban los campos, donde las ovejas grises estaban a punto de parir.
Estaba muy contento de que a su grupo le hubiera correspondido estudiar la agricultura. No habría soportado tener que hablar de la industria o de la sanidad local, ni de cualquier otro tema que condujera inevitablemente al tema Patterick Fell. La agricultura era sencilla y limpia. Permanecía desde tiempo inmemorial anclada en la problemática de la tierra y los elementos, de las estaciones en que arar, sembrar y cosechar.
Miró pensativo a Peter. No podía ser tan sencillo como aparentaba. También en una granja tenía que haber problemas sociales. Pero a Peter no parecían afectarle. En la escuela era lento y se expresaba con dificultad, por lo que los chicos como Ian se reían de él. Pero en sus carcajadas había, más que malicia, un respeto del que ellos mismos no eran conscientes. Todos se daban cuenta de que Peter sabía muchas cosas. No sólo las que había aprendido en los libros. Las pocas veces que hablaba lo hacía sobre agricultura y siempre con seguridad. Al salir del colegio iba directamente a su casa para conducir el tractor con que se ganaría la vida, para asistir al parto de una ternera que viviría y crecería. El saber de Peter era el de un trabajador adulto, que no había sido pensado sino sentido, desde la suela de sus gruesas botas hasta la palma de sus callosas manos.
De pronto, Peter sonrió a Roger.
-Esto le va a encantar a mi madre.
Tratándose de Peter, era una declaración extraordinaria. Un pensamiento manifestado espontáneamente, sin necesidad de que alguien se lo sonsacara a base de preguntas.
Parecía muy contento.
Roger intentó imaginarse a la madre de Peter. Sería gordita y aparecería a la puerta de su casa con un delantal y sus manos rebozadas en harina.
Entraron en la granja, acompañados por los ladridos de un perro pastor blanco y negro. Una furgoneta iba delante de ellos. Se detuvo y bajó una mujer bien arreglada, con pantalones y el pelo perfectamente peinado. Les lanzó una mirada de curiosidad mientras abría las puertas traseras de la furgoneta y empezaba a descargar cajas de botellas de leche vacías. 
-¿Qué ocurre, Peter? -gritó-. ¿Cómo vienes tan pronto? Espero que no te hayas metido en algún lío.
-No, mamá. Éste es nuestro profesor, Colin Richards.
Roger se esforzó en ordenar sus ideas para recomponer la imagen que tenía de la madre de Peter.
Colin Richards le estaba dando explicaciones.
-Ya, ya, es un poco distinto de como nos enseñaban a nosotros -la señora Crabtree se echó a reír-. En aquella época no te dejaban chismosear por ahí en las horas de clase. Aunque, no sé. A veces nos llevaban a dar unos paseos estupendos por el campo. Y solíamos ir a coger arándanos. Sí señor, ¡y detrás de los arbustos hacíamos travesuras sin que los profesores se enteraran! Me alegro de que hayan venido. Yo no puedo entretenerme, pero Peter les puede decir todo lo que necesiten saber.
-También nos gustaría hablar con usted un rato, señora Crabtree si tiene un momento libre. Después de que hayamos hecho un plano de la granja y visto su forma de funcionamiento actual. Luego necesitaremos saber la historia de este lugar, todo lo que pueda usted decirnos.
-¿Tan vieja parezco?
Colin enrojeció.
-No, no... quiero decir, lo que recuerde de cuando era pequeña. Tal vez usted no vivía aquí, claro, pero a lo mejor su marido tenía fotos o le contó a usted sus recuerdos y cómo llevaban la granja sus padres.
De pronto desaparecido la sonrisa de la señora Crabtree.
-En tal caso, temo causarle una desilusión. La familia de Jim tenía una granja, pero no aquí. Aquí sólo llevamos diez años. Todavía nos sentimos forasteros.
-Pero ¿antes tenían otra granja?
-Sí, teníamos una granja estupenda. Y en un sitio precioso, además. ¿Conoce el arroyo que sale del lago de Patterick? Allí hay un valle que llega hasta el mar. Los atardeceres eran maravillosos. La familia de Jim cultivó esas tierras desde no se sabe cuánto. Hasta que construyeron ese... ese sitio. Y nos echaron.
Había amargura en su voz. Con un golpe seco colocó la última caja de leche sobre las otras.
-¿Se refiere usted a la central URDN de Patterick Fell? -Colin Richards lanzo una mirada preocupada a Roger.
-¿Y a que va a ser? Nos ordenaron irnos de allí, nos gustara o no. Por supuesto, no hay radiactividad, dijeron. El agua es potable. Pero no nos permitieron quedarnos. Nos dieron una buena compensación, eso hay que decirlo. Y esta granja estaba en venta. Pero Jim murió cuatro años después y yo sola tuve que hacerme cargo de ella, hasta que Peter fue algo mayor y pudo echarme una mano. Será suya en cuanto acabe el colegio. Pero por mucho que diga, no es lo mismo que el sitio a donde va una de recién casada y dónde nacen sus hijos.
-¿Hijos? Yo creía que Peter era hijo único.
-¡Profesor, venga, vamos a ver los cerdos! Es por aquí.
Peter parecía alarmado.
-No te molestes, Peter -dijo rápidamente su madre-. Esto ya está superado. Yo puedo decir lo que quiera y nadie puede evitarlo -hizo una pausa y continuó-. Sí, teníamos otro chico. Era diez años mayor que Peter. Si todo hubiera seguido su curso normal, ahora él llevaría esta granja. Pero no quería oír hablar del asunto. Decía que no tenía tiempo para estas cosas. Eran demasiado anticuadas para él. No pensaba más que en Patterick Fell. Tampoco cambió cuando tuvimos que hacer las maletas y marcharnos. Solía reírse de nosotros, diciendo que eso era el progreso y que nos habíamos quedado anticuados. Y cuando acabó el bachillerato, no quería ningún trabajo que no fuera en la central. Técnico de laboratorio, así lo llamaban. Y era un chico muy inteligente. Sacó tres matrículas de honor. Para lo que le sirvieron... Dos años después murió de leucemia. 
Colin Richards estaba impresionado. No sabía qué decir.
-¿Cree usted que fue debido a su trabajo, a la radiactividad?
-Bueno, es lo lógico, ¿no? Hasta un niño se daría cuenta. Pero, por supuesto, dijeron que no había recibido ni una radiación más de lo permitido. Dijeron que cualquiera puede tener leucemia, y que era una simple coincidencia que él trabajara allí. Pero cuando mi hijo murió, tenía veinte años. Y si ese sitio no lo mató, me gustaría saber que fue. 
Roger no se pudo contener por más tiempo.
-¡Eso no es verdad! En Patterick Fell hay un nivel de seguridad del cien por cien. Mi papá me lo ha dicho.
-No te iba a decir lo contrario, ¿verdad? -contestó secamente la señora Crabtree.
Pero la mente de Roger ya estaba analizando sus palabras. Con la radiación no se podía hablar de límites de seguridad, sólo había niveles aceptables. Y él sabía que los que se consideraban como tales diez años antes, hoy en día eran considerados peligrosos. Se sentía aturdido. Llevaba un montón de años en la misma clase que Peter y nunca supo nada de su hermano. No había motivo alguno para que Peter se lo hubiera contado. Era muy callado. Y, sin embargo. Roger sentía que debería haberlo sabido. Era algo que tenía que ver con él.
-Lo siento, no sabía nada -dijo Colin, turbado.
-No tiene importancia, es una historia pasada. De nada sirve llorar sobre la leche derramada. Y Peter hace todo lo que puede. Trabaja mucho, no se le puede negar. Dos horas por la mañana antes de ir al colegio y por la tarde hasta que se pone el sol.
"No ama de verdad a Peter", pensó Roger. "No como amaba al otro. Aunque no quiso la granja, para ella seguía perteneciendo al hijo desaparecido."
-¿Quiere ver los cerdos? -volvió a preguntar Peter.
-¿Por qué no los llevas a la peña de arriba? -dijo la señora Crabtree-. Desde allí se ve toda la granja. Si quieren hacer un plano...
-Parece un sitio apropiado -dijo Colin Richards-. Vamos, chicos. ¿Tienen papel y lápiz? Ustedes dos haran el plano, mientras Peter nos va diciendo para qué se utiliza cada terreno.
Empezaron a subir por un sendero, siguiendo a Peter.
Roger lo miraba, intrigado. Veía a un Peter desconocido. Había expresividad en su rostro y decisión en sus actos, ahora que estaba lejos del colegio, en su propio terreno. Y verdaderamente era suyo. Todo lo que les rodeaba, a este lado de las vallas de piedra. Roger había cifrado su ambición en seguir la carrera de su padre. Pero eso significaba años de estudio en la universidad, en laboratorios, antes de considerarse lo suficientemente preparado para ocupar su puesto al frente de Patterick Fell. E incluso entonces habría de luchar por el puesto con otros científicos. Peter, por el contrario, saldría un día del colegio por última vez, y esta granja estaría esperándolo, para ser suya durante el resto de su vida.
Un viento frío soplaba con fuerza en lo alto de las peñas, pero encontraron un rincón protegido junto a un muro se piedra y allí se instalaron para dibujar la granja que se extendía a sus pies. A lo largo de la colina corrían los muros pardos, delimitando las distintas parcelas de terreno. Ian y Roger empezaron a señalarlos en el plano mientras Peter iba diciendo los nombres de las tierras que dibujaban. Dover Royd. Mirk Slack. Knotts. Pound Acre. Shippen Field.
-¿Cómo sabes todos esos viejos nombres? -preguntó Colin.
-Me los dijo Ben. El pastor. Trabajaba para el propietario anterior.
Las ovejas estaban diseminadas por un prado. Sus siluetas se recortaban nítidamente contra la hierba. Unas cuantas vacas sacudían sus rabos junto al río. Peter señaló las tierras que producían la mejor cebada, y la tierra oscura donde el ganado había pastado hasta acabar con la hierba.
-Es una granja muy diversificada, ¿no? -preguntó Colin, intentando hacer hablar más a Peter.
-Eso es lo mejor, decía siempre papá. Nunca ganarás una fortuna, pero nunca te faltará de comer.
La atención de Roger los abandonó para volver a la noticia que tanto le impresionara por la mañana. No podían acabar con la energía nuclear sólo porque se hubieran producido algunas manifestaciones de protesta en la plaza de Trafalgar. Y menos así, de golpe. No tenía sentido. Debían de llevar muchas semanas planeándolo. Por eso la carretera estaba llena de camiones. Mucho antes de que la noticia se hiciera pública, debía de haber comenzado la cuenta atrás, y se había almacenado en Patterick Fell la mayor cantidad de material posible.
Su padre debía de haberlo sabido desde el principio. Roger se incorporó bruscamente. ¿Eso era lo que quiso decir? ¿Aquella advertencia a Roger de que talvez no pudiera participar en los campeonatos de marzo? Pero no, no tenía sentido. Incluso si cerraran todas las demás centrales nucleares del mundo, Patterick Fell debía seguir abierta, con sus luces encendidas, los guardias patrullando y el trabajo en marcha, día y noche, durante años y años. No podían cerrarla.
-¿Roger? -la voz de Colin Richards planeó sobre él, como esperando la contestación a una pregunta que Roger no había escuchado.
-No hay que preocuparse. Roger no es un soñador -dijo Ian-. Posiblemente haya encontrado un fallo en la teoría de la relatividad.
-Ian -intervino la voz de Colin-. Coge esta hoja de papel, baja al patio y hazme un plano detallado de todos los edificios. Peter, ve con él y dile para qué sirve cada uno. Nosotros bajamos en seguida.
-¿Y Roger? ¿Por qué no lo hace él? Esto es discriminación laboral.
-Es parte escencial de su educación. Se llama aprender a tener la boca cerrada, de modo que el jefe no se dé cuenta de que han abandonado el trabajo.
-Malditos estudiantes -dijo Ian- alegremente-. Son peores que los profesores. ¡Y yo que creía que íbamos a tener la tarde libre!
  Los chicos empezaron a bajar la cuesta lentamente. De todos modos, la tarde estaba terminando. Tendrían que salir pronto si querían estar de vuelta a las tres y media.
  Colin se inclinó hacia adelante, apoyó la barbilla en sus rodillas y permaneció inmóvil, contemplando el valle.
-¿Qué pasa? -dijo-. Pareces preocupado.
Roger se encogió de hombros. No tenía muchas ganas de discutir el asunto con Colin Richards.
-Vi a tu padre en la televisión la semana pasada -siguió diciendo Colin-. Y Vi los titulares de los periódicos y las chapitas en el colegio. Debes de haber pasado una semana bastante mala.
  No me importa. Ninguno tiene la menor idea de la misión de la URDN. Son tan ignorantes que no merecen la pena escucharlos.
Pero no dejan de ser personas. A todos nos preocupa lo que la gente diga. Incluso cuando se equivocan.
-Pero tú no crees que estén equivocados, ¿verdad? Tú estás de su parte.
-Yo estaba en contra del programa nuclear, si es eso lo que quieres decir. Y me alegro de que lo hayan cancelado. Estoy en contra de la gente que intenta convencer a los demás de que todo va bien cuando no es así, y de los que pretenden tener respuestas para todo cuando no las tienen.
-¡Pero papá no tiene la culpa! ¡Necesita más tiempo! -Roger se dió cuenta de que estaba casi gritando y se esforzó en controlarse-. Piensa en los años que tardaron los investigadores de Windscale en encontrar la forma de convertir la arcilla radiactiva en un sólido. Y lo consiguieron. Y papá puede resolver también los demás problemas. Aprenderán a controlar las radiaciones. Encontrarán un método de almacenamiento totalmente seguro.
-No podrán, y tú lo sabes -dijo Colin sin alterarse-. Hay varios problemas que, sencillamente, no tiene solución. Pero quien ahora me preocupa eres tú. Te lo tomas todo como algo personal. Tú no eres responsable de lo que ocurre en Patterick Fell, no de la política energética del país, sólo porque tu padre trabaje en la URDN.
-No es que trabaje allí, es que es el jefe.
-¿Y qué? Tú eres una persona con una vida propia, ¿no? Tú no eres responsable de sus decisiones, aunque sea tu padre. Y no tienes que sentirte responsable porque no vayan bien las cosas en su trabajo.
-¡No hay nada que vaya mal! Eres igual que los demás, incapaz de darte cuenta de que lo único que hace papá es eliminar la radiactividad, no aumentarla.
-Ya estás otra vez. Tú no eres el responsable. No es tu problema.
-Linda James dice que sí lo es. Dice que Patterick Fell me viste, me da de comer y me paga las vacaciones.
-¿Ah, sí? ¿Y te importa mucho lo que diga?
-No -no esperaba que Colin Richards le creyera.
-Tienes que aprender a aceptar las cosas. Mírame a mí. Yo soy pacifista. Pero debo admitir que otros han muerto para que yo pueda disfrutar mi libertad, me guste o no me guste. Uno no puede vivir aislado del mundo, pero tampoco tiene que dejar que los demás decidan por él.
Roger se puso en pie.
-Son las tres y cuarto, Ian y yo tenemos que coger el autobús.
También Colin Richards se puso de pie.
-Comprendo. Estás pensando que no debería meterme en tus asuntos. Pero piensa en ello. Puede que seas más inteligente que yo, aunque cerebro y sabiduría no son siempre una misma cosa.
Roger lo miró con asombro.
-¿Qué ocurre?
-Nada.
-¿Te sorprende que haya dicho que eres más inteligente que yo? Bueno, es verdad, ¿no?
-Supongo que sí -nunca hubiera creído ser capaz de decir algo parecido.
-Pero, ¿los profesores no quieren admitirlo?
-No.
-Entonces son idiotas. De cuando en cuando tiene que ocurrir, necesariamente. Debería parecerles estimulante. A menos que piensen que las mejores mentes del mundo se dedican a enseñar.
Empezaron a bajar la colina. Roger sintió que el silencio estaba ahora menos cargado de tensión. Pero le seguía molestando que el estudiante de magisterio lo hubiera considerado digno de compasión.
  Ian los esperaba a la entrada de la granja.
-Habla con los cerdos, los he oído -dijo triunfalmente-. Ya te lo había dicho.
-Yo he notado que esta tarde ha hablado mucho contigo -replicó Roger.
-¡Eh, ten cuidado, si sigues arrugando tanto la nariz, te va llegar a la coronilla!

Alarma en Patterick Fell - Fay Sampson *SIN EDITAR*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora