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Las alarmas sonaron cerca de las 5:00a.m. ¿Qué estaba pasando? Fue lo primero que se preguntó Nova al despertar sobresaltado, las luces azules iluminaban la habitación que minutos atrás había estado en penumbra absoluta. Relajo los músculos al comprender que se trataba solo de un nuevo miembro de la realeza que se integraría a EIHB. Su compañero de habitación Dominik, —quien también era su primo por parte de su madre. — seguía profundamente dormido en la cama de un lado.

—¡Dom! —le lanzó un cojín en la cabeza. Dom, como la mayoría solía llamarlo apenas se movió y vociferó algo que Nova no entendió. — ¡Ey Dom!

Nada, Dom le dio la espalda a su primo. Nova resignado se levantó de la cama entró al baño y regresó con un vaso llenó de agua fría. Sabía perfectamente que el sueño de Dom era más pesado que la roca que cubría una antigua cueva a las afueras de la Isla. Le lanzó el agua en la cara e inmediatamente Dom se sentó alterado.

—¿Qué diantres te sucede, Terranova? —El castaño se pasó la mano por la cara para quitar los restos de agua de esta.

—¡Que no me digas Terranova! —le reprochó. Dominik siempre lo llamaba de esa manera, aunque agradecía que solo le dijera así cuando estaban a solas, ni si quiera se llamaba así.

—¡Entonces deja de lanzarme agua! —se levantó de la cama al contemplar las luces azules— ¿Quién rayos llega a mitad de la madrugada, a mitad de la semana?

Nova se colocó su bata de dormir y se ajustó las pantuflas.

— ¿Quieres averiguarlo? Vístete —le ordenó. Dom le obedeció. Siempre lo hacía y le agradaba seguir a Nova desde que eran pequeños. Nova era serio con todos menos con Dom, eran como hermanos. Y aunque todos en la Isla de Alcazar de donde ambos provenían, le hubieran olvidado, Dom seguía viéndolo como lo que realmente era, su legitimo Rey.

En la habitación continua Jean Carlo Tardif, príncipe de Rizza se alistaba lentamente, tenía que cuidar su peinado perfecto. Se miró por tercera vez en el enorme espejo de cuerpo completo que había en su habitación. Gruñó, su cabello rubio no estaba como él quería, así que una vez más lo dejó alborotado, a las chicas les gustaba de esa manera.

Su mejor amigo Starlin Duque de Rizza ya estaba listo para salir de su habitación. Normalemente dentro del Instituto en las habitaciones dormían la realeza y su paje, pero con ellos era diferente, hacían lo que querían por ser tremendamente encantadores y tener a la Señora Brixton comiendo de su mano y debiéndoles favores. Starlin miró su cabello de reojo, su cabello castaño hacia juego con sus ojos esmeraldas y sus delgados labios rojos. Estaba bien así que solo se apresuró a salir de la habitación con Jean pisando sus talones.

—Apresúrate Jean, o la señora Brixton se molestará.

—Voy detrás de ti.

Ritta Donatella dormía plácidamente en su alcoba, el perfume de vainilla que su padre le había enviado desde su reino estaba impregnado en la lujosa almohada de plumas de cisne. La alarma interrumpió su vivido sueño en el que por fin besaba a Leo DiCaprio en aquella alfombra roja donde la presentaba mundialmente como su prometida. Cece, su dama de compañía la despertó.

—Princesa Ritta. —la movió con suma delicadeza, y es que a pesar de que ambas tenían la misma edad, Cece la seguía viendo como a un delicado bebé al que debes de proteger y mimar. — Princesa Ritta. Insistió.

Ritta comenzaba a moverse lentamente hasta que el sonido estrepitoso de las alarmas por fin la despertó.

—¡No! —se quitó la marcara que cubría sus ojos. Miró a la chica de piel nívea que la había despertado y de inmediato envidió el color rojo natural de su cabello. —Cece —la llamó con pesadez. —Es la segunda vez en esta semana que me interrumpes en el momento en el que Leo me vuelve a besar.

Entre príncipes y princesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora