8. Una terrible certeza

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Lea se había tumbado en el sofá después de irse Patrick. Sentía pena por él, pero su mente daba vueltas, a la deriva. Recordaba el beso con Michael con perfecta claridad. Nunca lo había visto tan valiente y decidido, ni tan pendiente de ella. Por primera vez sabía que existía para él, y aunque era consciente de que lo más probable era que no salieran de allí con vida, se había llevado ese triunfo a la tumba. La persona a la que quería le correspondía. Bien es verdad que había tenido que desengañarse primero con Mandy, pero ella lo prefería así. No era de las que se besan con un muchacho sabiendo que tenía novia, aunque esa novia le hiciera sufrir y lo engañara con otros. Lea había sido honesta y consecuente con sus actos desde que era pequeña. Muchas veces se había autoinculpado de gamberradas que había hecho Mandy, sólo por cubrir a su amiga y protegerla de los castigos. Se dio cuenta de que Mandy siempre la había manipulado para conseguir lo que quería, pero ya eso había acabado. Por primera vez había sido egoísta y había pensado en ella misma, y sólo Dios sabía lo bien que sentaba eso.

De repente comenzaron a ir unos pasos que bajaban muy despacio por las escaleras. Como si se detuvieran un buen rato en cada escalón. Pero la persona que  los producía no hacía ningún esfuerzo por no ser escuchada. Eran pasos pesados, como si pertenecieran a un hombre, o alguna persona corpulenta. No podía ser Patrick, ya que éste a esas alturas debía estar empezando a buscar su pista en el garaje. Tampoco era ninguno de ellos, ya que no faltaba nadie de los que seguían con vida. Se miraron unos a otros intentando pensar qué hacer.
-Separémonos.- susurró Michael.- cuando pase el peligro nos reuniremos todos en el piso superior. El asesino ha abandonado su puesto y ha bajado aquí, y no hay escondite más seguro que el que acaba de ser examinado. Rápido, dispersaos y cuidaos lo mejor que podáis.-
Todos siguieron la orden inmediatamente. Nick sujetó a Cecily de la mano, casi haciendo daño a la chica, y la arrastró detrás de una gran planta que había en una esquina del pasillo, casi debajo de la escalera. Los pasos casi habían llegado a la mitad, y la persona que estaba bajando aún no podía ver a ninguno. Michael y Lea se fueron juntos hasta el estudio de la planta baja, y se agacharon debajo del escritorio. Éste era grande y los ocultaba completamente de la vista. Mandy se había quitado los zapatos para ganar agilidad, y corrió descalza hacia la cocina.
Los pasos siguieron bajando y pisaron el suelo de la primera planta justo cuando todos habían quedado fuera de la vista, y la persona misteriosa pareció dudar un momento sobre adónde se dirigía. Se fue alejando hacia la puerta corredera que daba al jardín de atrás y la zona de la piscina, así que Nick aprovechó la ocasión. Tirando de Cecily, la condujo lo más rápido que pudo hacia las escaleras y la obligó a subir. Sabía que si los otros se salvaban, irían a encontrarse con ellos tarde o temprano.
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Patrick suspiró aliviado. Se hallaba en el garaje, y aunque estuvo unos momentos paralizado de miedo, se fue tranquilizando cuando oyó con la oreja pegada a la puerta que los pasos se alejaban en dirección contraria. Probablemente el asesino quería darle tiempo para que pudiera encontrar la pista, por lo menos antes de cargárselo, pensó Patrick irónicamente.
El buen humor le había salvado de muchas situaciones difíciles en su vida, y aunque no pensaba que esta fuera a ser una de ellas, no pudo evitar lo que era parte de su naturaleza.
El garaje era bastante grande, y cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, decidió no encender la luz para no atraer la atención sobre su persona. No le hacía tanta falta, y en su lugar cogió una linterna de luz LED que había convenientemente colocada en una estantería de metal junto a la puerta. El coche era grande, un BMW último modelo con llantas cromadas y un brillo único que se distinguía bajo el haz de la linterna. Patrick comprobó la puerta trasera, y, cómo no, abrió con facilidad. Gracias señor asesino, por ponerme tantas facilidades. Patrick intentuvo contener un ataque de risa. Si no tenía cuidado, acabaría volviéndose histérico. Y eso no le convenía en una situación en la que tenía que pensar cuidadosamente.
Se deslizó dentro del coche, y se tumbó en los asientos de atrás. Olía agradablemente a nuevo, y era amplio y espacioso. Era el coche que cualquier adolescente desearía tener. Por un momento se permitó relajarse y cerrar los ojos. Imaginó que el coche era suyo, y que estaba aparcado en un acantilado con magníficas vistas al mar y la puesta de sol. Tenía una chica preciosa desnuda debajo de él, y gozaban los dos allí dentro, para después quedarse dormidos abrazados y envueltos en una manta hasta que se despertaran para ver el amanecer. En el fondo era un romántico...... Patrick se sacudió de la cabeza sus estúpidas ensoñaciones y empezó a buscar por todo el coche lo que pudiera ser la pista.

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Mandy estaba agachada en el suelo de la cocina. Jadeaba de miedo, pensando quién podía ser el que bajaba las escaleras. De momento no se oía nada, pero sabía que no podía confiar en eso para sentirse segura. Por un instante, deseó que Michael estuviera allí con ella para protegerla. ¿Por qué había hecho esa estupidez? ¿Por qué se había tenido que enrollar con William, sabiendo que existía un riesgo de que Michael se enterara?
Maldita sea, estúpida, quería ir a buscarle aún a riesgo de que la encontrase el asesino, tenía que pedirle perdón antes de que fuera demasiado tarde. Pero no fue, no por miedo a que la mataran, sino porque había visto en el sofá que Michael y Lea estaban juntos, se miraban tiernamente, y se daban la mano. Algo había pasado entre ellos cuando ella había ido a buscar a William, y las lágrimas brotaron de sus ojos sin poder contenerlas. Los celos la atravesaban como dagas candentes.

Desde pequeña había sido una niña muy consentida, y sus padres siempre le habían dado todo lo que había querido. Pensó con nostalgia en sus padres, y deseó poder verlos una sola vez más, no para pedirles nada, solamente que la quisieran y la abrazaran. Una vez quiso a Michael, se encaprichó de él porque era fuerte, guapo, popular, el capitán del equipo de fútbol, el chico más deseado por todas las demás chicas del instituto. Y como siempre, había conseguido su capricho. No faltó mucho para que Michael la conociera y se quedara prendado de ella. Pero a Mandy le había sucedido lo de siempre: habían pasado unos meses y se había cansado de su capricho. Michael se había enamorado, pero ella se había sentido harta de tener tantos admiradores y tener que contenerse por una cuestión de compromiso. Y había empezado a sentir atracción por William. Y habían protagonizado el episodio de la discoteca porque ella había intentado, una vez más, conseguir su objetivo. Pobre William. La había deseado tanto, y la había tratado con respeto. Quizás incluso había empezado a sentir cosas por ella. Si no estuviera muerto, a lo mejor le hubiera pedido ser su pareja. Y deseó haber podido hacer algo por salvarle. Con él se hubiera portado bien, habría sido buena chica, le habría respetado. Pero aquello ya no tenía arreglo. William yacía a unos metros de ella, un cuerpo sin vida que ya no se iba a levantar.

Quería estar cerca de él mientras esperaba lo que iba a ser  de ella. Mandy se arrastró boca abajo cuidadosamente, acercándose a donde estaba William. Miró hacia el techo, y vio que habían dispuesto una especie de aparato de donde colgaban los cuchillos, y supuso que era una de las trampas del asesino. Los habían soltado en el momento preciso, y habían atravesado su objetivo en décimas de segundo. Mandy se consoló pensando que la muerte había sido relativamente rápida, y esperaba que la suya, cuando le tocara, fuera por el estilo.

Llegó a un punto donde el suelo alrededor de William estaba pegajoso, ya que la sangre se estaba secando, y se empapó la parte delantera del top y la minifalda, pero no le importó. Le pareció que oyó un ruido lejano, pero no acertó a adivinar en qué parte de la casa se había producido. Se escondió mejor detrás de la isleta de la cocina, cuando se percató de que había un objeto iluminado debajo de ésta. Alargó la mano para sacarlo, y cuando lo tuvo en su poder se dio cuenta de que era un móvil. Supuso que sería el de William, que se le habría caído del bolsillo cuando los cuchillos atravesaron su cuerpo. Se había iluminado porque un aviso había indicado que la batería se estaba agotando. Retiró el aviso de la pantalla, y vio que el chat de whatsapp estaba abierto. William había empezado a escribirle un whatsapp a ella, se sorprendió Mandy. Decidió abrirlo a ver lo que ponía. El mensaje empezaba así:

Mandy, te escribo a ti porque eres la persona que más lejos está sentada del asesino. He encontrado una pista en la cocina y no deja lugar a dudas. Ten mucho cuidado y cuando puedas advierte a los demás. Te voy a decir el nombre del asesino y aunque no te lo creas, te pido que no digas nada en voz alta. Es muy importante que disimules y confíes en mi.

Mandy siguió leyendo, y cuando terminó, no podía creer lo que veían sus ojos......







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