Lea sostenía la foto en alto, que temblaba al mismo tiempo que su mano. En la foto se podía ver a un chico joven, de unos veinte años, con un brazo por encima de una chica bajita y rubia. Esa chica era Cecily, y ambos sonreían a la cámara. Había muchas más fotos en la caja de música. Se les podía ver de pequeños, al muchacho subido a un árbol, a Cecily abrazando a un perro de lanas. En casi todas aparecían los dos juntos, pero no aparecía ningún adulto con ellos. Lea le dio la vuelta a la primera foto, y detrás ponía con una letra redondeada e infantil:"Richard y yo".
-Por el amor de Dios, ¿qué quiere decir esto?- Nick casi estaba gritando. -¿Por qué hay fotos de Cecily en esta casa?
-Porque es su casa.- Michael de repente se iba dando cuenta de todo- Y ese tal Richard es el amigo que le prestó la casa a Mandy para celebrar su fiesta de cumpleaños. Le recuerdo de las reuniones a las que asistíamos después de los partidos de fútbol. Era unos cuatro o cinco años mayor que nosotros, pero de vez en cuando aparecía por alli, o lo invitaban a alguna fiesta que daban los mayores cuando terminaban su graduación. Y lo más que recuerdo es que siempre estaba rondando a Mandy. Una vez ella estuvo tonteando con él en un bar, pero cuando la cosa se puso seria ella se marchó y le dejó allí. Lo sé porque yo había salido de fiesta esa noche y sé que Richard se enfadó un montón. Al poco tiempo, Mandy y yo trabamos amistad y fue cuando la invité a salir conmigo. -
Lea se tapaba la cara con las manos.
-No puedo creerlo.- sus hombros se convulsionaban como si estuviera a punto de echarse a llorar.- Entonces Cecily sabía todo esto desde el principio, sabía lo que iban a hacernos. Y ha estado fingiendo todo este tiempo. Esto es de locos. Tenemos que salir de aquí.-
Se interrumpió dándose cuenta de que Nick se había ido deslizando hacia el suelo. Tenía la mirada fija en la primera foto, y se negaba a soltarla. Parecía que aún no se lo creía del todo.
Michael se agachó junto a su amigo.
-Valor, hombre. Ahora ya sabemos quiénes son los asesinos. Y no vamos a dejar que escapen. Pero te necesitamos con nosotros, Nick. No puedes rendirte ahora.
Nick asintió vacilante, y trató de ponerse de pie. Las piernas le temblaban, pero no podía flaquear en ese momento crucial. Debía ser fuerte y sobreponerse a la impresión. Lea también parecía afectada. Aún se tapaba la cara, y murmuraba algo parecido a "no puede ser".
Con las palabras de ánimo de Michael, lograron cobrar nuevas fuerzas, y los tres abandonaron la habitación para ir a la planta baja.
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EL JUEGO DEL ASESINO
RandomUn grupo de adolescentes celebran una fiesta de cumpleaños sin sospechar que un regalo inesperado será la paranoia de la mente enferma de un asesino.