La fuerza del destino "Jortini"

Parte 10

En tres días será mi cumpleaños y me encuentro impaciente, todos mis amigos vendrán a mí casa, incluyendo Jorge. Ha pasado un mes que no le veo, me manda mensajes y notas de voz por whatsapp, pues aún se está recuperando y no va a la escuela. Yo sinceramente no quiero ir a su casa solo para ser humillada por su madre.

Pero me decidí a dejar a un lado todos mis temores y me alisté para ir a ver a Jorge. Era sábado por la tarde y quería darle una sorpresa. No lo había consultado con su hermana, pues no quería que ella me lo impidiese. De todas formas, yo iría a verle.

Mi padre estaba en casa, y tenía que darle una excusa para poder salir. No era de las chicas que salía a todos lados a la hora que fuese, no, tenía que pedirle permiso a mis padres, no era independiente.

—¿A dónde vas? — Mi padre preguntó.

—Iré a casa de una amiga, no tardo ¿Sí? — Junté ambas manos en forma de súplica. Mi padre asintió, al parecer fue más fácil de lo que creí.

Recuerdo que ese día llevaba unos jeans puestos, una blusa blanca, y como era finales de Octubre y comenzaría pronto el invierno, llevaba una chaqueta negra, por eso del frío que había en las calles al atardecer.

Cuando llegué a casa de Jorge toqué el timbre y pronto la puerta se abrió. Era él, lo observe mejorado y en seguida sus facciones cambiaron en una impresión.

Cuando bajé mi mirada observé que ya no tenía aquel yeso en el brazo, pero si se suponía que se lo quitarían en dos meses y solo había pasado uno.

—¿No tienes el yeso? — Pregunté. Él se hizo aún lado y solo di unos pasos luego que es cerrara la puerta.

—Lo siento, se me pasó— Se excusó—. ¿No te había dicho que me lo habían retirado?

Enseguida observé su mirada. Estaba nervioso, pocas veces se tocaba las manos y miraba al techo como si fuese su única salida.

—Me estás mintiendo— susurré indignada. El me miró— ¡Por qué lo haces!

—Lo siento, solo quiero que no te preocupes por mí, todo está bien

Pero mentía.

—¿No fueron unos chicos verdad?

—No.

—Me mentiste, ¡Ese yeso nunca existió! Ni siquiera sé si de verdad te hacía falta ese collarín

—Ese era de verdad— confesó

Las lágrimas salían inexplicablemente. No sabía que dolía más, la traición o el engaño. De seguro eran las dos cosas.

—¿Sabes qué? No quiero escuchar explicaciones— giré el picaporte de la puerta—. Cuando quieras tenerme confianza me buscas

Salí y cerré la puerta fuertemente, parecería demasiado dramatismo. ¿Pero cómo debía sentirme cuando una persona a la que tanto quería me había ocultado algo?

***

Cuando llegue a mi casa entré y subí corriendo a mi recamara. Esa noche me costó dormir, no paraba de preguntarme que era lo que Jorge me ocultaba.

Al día siguiente ya era Domingo. Mis padres tenían planeado y a visitar a mis abuelos por la mañana. Ese día me había alistado, y al medio día ya estábamos por salir.

—Martina  alguien vino a buscarte— dijo mi madre. Yo en la cocina bebiendo un vaso de agua.

Cuando mi madre abrió un poco más la puerta, me di cuenta desde la cocina que era Jorge. Mi madre se apartó y subió hasta su cuarto.

—¿Vas a salir?

—Sí, iremos a visitar a mis abuelos ¿Quieres algo?

—Ya basta con esto ¿Sí? — Tomó mi mano—. Solo quiero llevarte a un lugar

—Voy a salir con mis padres, lo si...

—Puedes salir a donde tú quieras Martina— mi madre habló tan sorpresivamente que no pude evitar negarme.

Me despedí de mis padres y luego Jorge y yo tomamos un taxi a una colonia que yo no conocía, que por cierto, sus calles eran muy solitarias.

Nos detuvimos enfrente de un gran portón gris, había justo ahí un hombre alto y con aspecto de enojado. En cuanto vio a Jorge bajar del taxi y acercarse, lo saludo, con ese típico abrazo que los hombres se dan.

Cuando ese portón se abrió, entramos y pude observar que era un lugar de entrenamiento de boxeo. La mayoría de los que se encontraban ahí eran hombres, aunque también había mujeres. Unos tipos estaban boxeando arriba del ring.




—Esta es mi vida Marti— susurró en mí oído—. Luego de ti, claro está.