CAPÍTULO_3

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Hoy el día ha sido muy aburrido, me he dedicado a hacer las tareas de la casa.

Sé que debería descansar pero tengo que tener todo preparado para mañana, que viene mi hermana.

Me he ido a la cama sobre las once, mañana tengo que asistir a las clases, no puedo permitirme faltar mucho.
Porque yo no soy de ese tipo de gente que asiste a la mitad de las clases y aprueba los examenes con una notaza, pero no, desgraciadamente yo no soy de esos.

También he llamado a la cafetería a decirles que esta semana no puedo ir por lo de la espalda, como el jefe se puede decir que es "amigo mío", no me ha puesto ninguna pega.
También he llamado a Clara, no ha contestado. Ya paso de llamarla, si quiere hablar que llame ella.

Ah, y he visto a Silvia, que ya ha aparecido por casa. No he podido hablar seriamente con ella por el dolor de cabeza que traía encima. Debe ser que bebió demasiado anoche, venía con su pelo rubio casi marrón de la mierda que tenía y su camiseta de tirantes ya ni tenía tirantes. Ha saber lo que hizo anoche.

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Me despierto del frío que hace en mi habitación (y también porque estoy sin sábanas, cosa que me recuerda a ayer, cuando Cristian me metió en la cama y me tapó).
Ya no me duele tanto la espalda y el dolor de tripa ha desaparecido. Me levanto y pongo mis pies en el suelo, pero joder que frío está, si me hubiese estado viendo alguien seguro que se habría reído.
He metido un saltito de lo más gracioso sólo por tocar el suelo frío.

Ando hasta el armario intentando no tocar el suelo, cosa que es imposible y que hace que casi me caiga por dar esos "súper saltos".

Me pongo unos vaqueros altos, una camiseta y una chaqueta larga gris.
Me peino como puedo el pelo y me maquillo ligeramente.

Hoy voy bien de tiempo, estoy impresionada y asombrosamente tardo poco en llegar a la universidad. Fue a la primera a la que envié la solicitud y me aceptaron.

La verdad, no me sorprendió que me aceptaran a la primera, sinceramente siempre había sacado buenas notas y me había esforzado muchísimo para entrar.

Cuando entro en mi clase busco a Clara, la clase con la señora Estephanie la tenemos juntas.

No tardo en encontrarla, está en una esquina al fondo hablando con una chica. En cuanto me ve acercarme le sonríe a la chica y se despiden.
- ¡Hola!
- Hola, ¿qué era eso tan importante que me tenías que decir?—La digo yo.
- Ah, pues es sobre Jason. Me pidió perdón y me dijo que volviera con él.—Me dice rápidamente, intentando esquivar mi mirada.
- ¿Y que le has dicho?
- Que necesito tiempo, me hizo mucho daño. Creo que le voy a decir que no.
- Bueno, para hablar de todo eso ¿qué te parece si quedamos esta tarde?
- Mmm... ¡Genial! ¿Quedamos en Caty's?—Me responde emocionada.
- Vale, estate allí a las cinco.
- Oye, ¿cómo va tu espalda? Me dijo Cristian que te tropezaste en la cocina.—Me dice Clara. Puto Cristian, ¿no puede cerrar la boca?
- Está mejor, al principio te juro que pensé que me había roto algo. Ahora procuro que no me roce nada y no duele mucho de esa forma.—La respondo, rezando para que no me pregunte por ese día.

Hoy ha habido muchos profesores que han faltado y he aprovechado a estudiar.

Ugh, mierda, se me había olvidado que hoy tenía a mi hermana.
No puedo quedar con Clara, se va a enfadar cuando se lo diga.
Aunque bueno, también podría ir al Burguer o al Mc'Donald y así Raquel se entretiene un poco.

Arranco el coche y salgo del aparcamiento, Raquel sale a las dos y son las dos menos cuarto, si voy rápido me dará tiempo a llegar pronto.

He llevado a Raquel a Juguetos a que eligiera algún juguete por su cumple.
Es una niña que cambia muy rápidamete de opinión así que no me arriesgo nunca a comprar yo su regalo, mejor que lo elija ella.
Esta vez ha elegido un oso enorme, si yo fuese pequeña también habría cogido un peluche gigante, están chulísimos.

Cuando salimos de la tienda son casi las tres, vamos a mi casa y saco un rollo de masa para hacer pizza, sé que la encanta hacer pizzas (igual que a mí).
Coloco un montón de ingredientes en la mesa, y el tomate, por supuesto. Ella coje una cuchara la hunde en el bote de tomate y empieza a espandirlo por la pizza, vuelve a hundir la cuchara y cuando la saca, en vez de huntar el tomate en la pizza lo restriega por toda mi cara pringándome hasta la camiseta.
Ahí ha sido cuando ha empezado la guerra, he cogido yo otra cuchara y la he metido entera en el tomate y se lo he untado en la cara de mi hermanita como si fuese el sandwich más apetecible del mundo.

Al final hemos acabado las dos en la ducha, como hacíamos cuando éramos pequeñas.

Llamo a Clara y la digo que si podemos ir al Mc'Donald en vez de a Caty's, ella no me pone problema, además se alegra muchísimo al saber que va a volver a ver a Raquel. Clara la adora, le encantan los niños pequeños, no dudo de que será una gran madre.

En el coche vamos las dos cantando todas las canciones antiguas del disco de El Canto del Loco, recuerdo que cuando el grupo se separó Raquel se puso a llorar, ella decía que el cantante era su novio y cuando se enteró de que se separaban pensó que ya no le vería cantar más.

Clara ha cogido una mesa en el medio, nos acercamos y Raquel se tira a sus brazos, Clara casi se pone a llorar.
Después Raquel se va corriendo y gritando a los toboganes, seguro que no tarda nada en tener nuevos amigos.
Me siento en la silla enfrente de Clara y coloco todas las cosas de Raquel (incluido su nuevo oso) en la silla de al lado, Clara me mira feliz.
- Tía, adoro a tu hermana. Es la niña más mona que he conocido, y lo digo de verdad.

Me giro a mirar a mi hermanita y sonrío, está con tres niñas bailando.
- No sabes lo que la admiro, con lo que ha pasado la pobrecita y sigue siendo así de feliz, debería aprender de ella.—La digo a Clara.

Raquel nació sin un brazo, mis padres sufrieron mucho, yo no me podía imaginar que mi hermanita no tuviera un brazo en cambio aquí está ella, siempre me demuestra que pase lo que pase debes afrontarlo y aceptarlo, aprender a vivir con ello.
Pero eso no es todo, hace unos meses mis padres se han separado y ella parece ser que entiende lo que ha pasado porque me enteré que en clase dibujaba dibujos en los que salían nuestros padres gritándose, la profesora la dijo que por qué dibaba eso y ella dijo que ya no se querían.
Es una niña muy fuerte.

Desgraciadamente no puedo reprimir las lágrimas y se me escapan algunas, Clara me ve y se pone a llorar conmigo y después empezamos a reirnos porque parecemos viejas.
Me seco las lágrimas y la digo:
- Vale viejita llorona, cuéntame todo lo que ha pasado entre tú y tus dos príncipes estúpidos.

Recuérdame olvidarteⓒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora