Bake

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La noche cada vez se me hacía más larga, y el miedo constante de estar en Los Juegos, no se iba, y el tener a un tributo tan cerca de mí, hacía que mi temor aumentase.

Por fin, la mañana llegó, y aunque pensaba que así me calmaría, no fue así. Me armé de valor, y fui a ver el otro arbusto en el que estaría un tributo; no quería enfrentarme a él (o ella), no estaba aún preparada. Me acerqué sigilosamente, no quería que me escuchase, el cuchillo que tenía en la mano, temblaba de miedo. Nunca había temblado tanto.

Me colé en el arbusto, y el otro tributo decidió defenderse, los dos tirados por el suelo, nos dimos cuenta, que mierda, éramos compañeros de tributo. Soltamos las armas y Bake y yo nos abrazamos.

-Casi te mato— empecé diciendo yo.

-Sí, me he dado cuenta— los dos nos reímos. Hablamos sobre lo que nos había estado pasando en los Juegos, y lo que sabíamos de los profesionales. Los dos estábamos más tranquilos, al fin y al cabo, ahora teníamos una alianza, y alguien que nos recordaba a casa.

Pasamos la mañana recolectando bayas, explorando y hablando bien del Capitolio, por si algún patrocinador, se daba por aludido, y nos enviaba algo.

Nos acercamos a la Cornucopia, nos subimos a un pino, en el que nos ocultábamos perfectamente.  Ahí, vimos los abastecimientos de los tributos del distrito uno y dos; y sorprendentemente, del chico del diez.

Ya lejos de allí, estuvimos toda la tarde trazando una estrategia para durar lo más posible en los juegos. Era estúpido pensar en ello, pero por primera vez desde que mi nombre salió de la urna, creía que podía salir de allí, y volver a casa, con mi familia, con mi gente; me enfrasqué en mis ilusiones, y de repente, una flecha cayó muy cerca nuestra.

Los dos nos miramos, y ambos salimos corriendo en la misma dirección. Se escucharon los pasos de quién nos perseguía, retumbaba por toda la arena, o al menos, así sonaba en mi cabeza. Me giré lo menos posible, y vi de quién se trataba, era la chica del dos, nos debieron de ver mientras que subíamos al árbol y mandaron a uno de ellos.

Más flechas nos rozaron, pero ninguna llegó a darnos. Bake dejo de correr, ¿qué estaba haciendo? De nuevo, miré para atrás y vi como mi compañero, mi amigo, ya muerto se quedaba sin respiración. Me hubiese gustado quedarme con él. Sonó el cañonazo.

Saqué mi cuchillo mientras corría, y cuando la chica se quedó sin flechas se lo lancé. Milagrosamente, acerté en su ojo. Cayó al suelo, lamentándose. Me acerqué a ella lo más rápido posible, y cogí otro cuchillo y se lo clavé, esta vez en el cuello. Estaba acabada.

Volví a dónde dejé a Bake. Se le veía tan tranquilo dormido, que no pude contener las lágrimas. El aerodeslizador se lo llevó. Cogí los cuchillos que había clavado en la asesina que había matado a Bake; a él. También le robé su arco y las flechas que había lanzado accidentalmente a los troncos de los árboles.

Me escondí y me puse a llorar, de dolor, de nostalgia, y de rabia. Los profesionales hicieron que sacara mi lado más oscuro, la Johanna asesina. Y lo iban a lamentar.

Los Juegos de Johanna MasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora