La Presentación

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Pasó todo muy rápido, y sin darme cuenta ya estábamos en el edificio en el que nuestros estilistas, nos pondrían guapos.

Al llegar no pude evitar fijarme en las extravagantes pintas de los preparadores: podían llevar desde llamativos ojos de colores antinaturales, hasta pómulos demasiado perfectos. Sus vestimentas, como todo lo del Capitolio, era extraña, los capitalinos de Panem no se conforman con unos pocos colores para su ropa, siempre van con un amplia gama de colores por delante.

Me hicieron tumbar en lo que parecía ser una camilla, algo dura y gastada, pero mejor que cualquier cama de mi pobre distrito. Me quitaron todo el pelo de las piernas, con una técnica que más tarde aprendí: la depilación. Además, me ducharon unas cuantas veces; hasta que se me quitó el horrible olor a tierra que siempre tenía mi piel.

-Ya estás lista— dijo uno de ellos.

-Lista, ¿para qué?— pregunté yo, de forma ingenua.

-Para que te vea Trajana, tu estilista. Es maravillosa— dijo uno de ellos.

Me conducieron por un laberinto de pasillos hasta llegar a una gran puerta de madera, en la que estaba grabada una gran siete. Al abrirla descubrí a Trajana. Ella era preciosa, con unas delgadas y largas piernas; unos pechos algo siliconados, y unos ojos de un verde muy humano— seguramente lo único no operado de Trajana— y una larga cabellera rubio platino.

-Bienvenida— dijo mi estilista con un acento propio del Capitolio

-Hola, soy Johanna

-Bien Johanna, Theodos y yo hemos estado mirando muy atentamente como era la madera, sus usos y sus aplicaciones, y hemos diseñado un vestido de lo más peculiar.— Trajana le dio a un botón y un telón rojo se abrió. Había un vestido que realmente parecía de madera— Sólo necesitamos ajustarlo a tus medidas y serás la tributo mejor vestida de los Juegos.

Y como me prometió, me pusieron y ajustaron el vestido, y la verdad, estaba despampanante. Me dijeron cómo llegar a los carros y me subí al mío. Después llegó mi compañero de distrito, que también estaba muy atractivo.

-Estás muy guapa, John— dijo Bake

-Admito que tu también lo estás— dije yo. Con suerte los del Capitolio, se fijarían en nosotros.

-¡SUBAN A LOS CARROS! ¡SUBAN A LOS CARROS! — sonó.

Empezó el desfile de carros. Había mucha gente en las gradas, pero todas, miraban a las mismas personas, a los tributos del distrito tres, desde luego sus estilistas se habían lucido, pues su traje echaba chispas, literalmente. Pasamos totalmente desapercibidos, al igual que casi todos. Maldita sea. La suerte no estuvo de mi parte.

Los Juegos de Johanna MasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora