El hipócrita y su asesina

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Llevaba unos días sin comer demasiado bien, y me había acostumbrado al rugir de mi tripa. El tener que pescar para obtener comida, hacía que no me fiase de los peces que obtenía, y no podía diferenciar los venenosos de los comestibles. El agua, que ten bien me había administrado durante los juegos, ahora empezaba a escasear.

Recogí mi "campamento", y me fui a otra isla. Sonó un cañonazo, y empecé a oír a dos chicos hablar, seguramente serían aliados. Vino un aerodeslizador, y se llevó a la última chica de los profesionales. De pronto, sonó la voz de Claudius Templesmith:

-Buenos días, tributos; solo quedáis siete, y la escasez de comida flaquea en todos vosotros. Por ello, nuestro generoso vigilante ha insistido en que mañana a las siete de la tarde, habrá un banquete. Felices Juegos del Hambre, y que la suerte, esté siempre de vuestra parte.

Probablemente los del Capitolio necesitaban más sangre para saciar su sed de muerte; y el vigilante, les ha querido complacer. Siempre pasaba igual, en el banquete morían al menos cuatro o cinco personas, y era el empujón perfecto, para dar la audiencia necesaria. No me preocupaba qué iba a pasar; no les tenía miedo, lo que realmente me importaba era llegar. Estaba segura de que pondrían toda clase de mutos para generar muertes.


Por ello, decidí ir nadando hoy, quedarme encendida por la Cornucopia, y a las siete, asistir al banquete. Me tiré al agua, y empecé a nadar. El agua estaba tranquila, y no había nada en ella. Pensé en lo extraño que era eso, y de repente, algo tiró de mí, me giré, y vi algo parecido a un torbellino marítimo. Creación del Capitolio.

Comencé a nadar como nunca antes lo había hecho, intentando salvarme de la corriente. Esta tiraba demasiado. Conseguí llegar a la orilla, pero no salir del agua, me agarré a la raíz de un árbol, y resistí unos cuantos minutos, que se me hicieron eternos. Por fin, el agua se calmó. Y otro cañonazo sonó. Era el segundo del día. Imaginé que los capitolences estarían contentos.

Llegué a tierra costosamente, tosiendo constantemente, y muy pero que muy cansada. Me tiré al suelo con hacha en mano, y descansé. Mis párpados comenzaron a bajar, hasta, que, finalmente cayeron rendidos. Cuando abrí los ojos, un tributo estaba encima mía, dispuesto a asesinarme, solté un chillido estúpido, y comenzamos a luchar.

Nos revolcamos por el suelo, y él acabó clavando cuchillos al suelo, intentando clavarme uno, sin resultado. El hacha pesaba mucho y casi no la podía levantar, ya que sus rodillas se posaban en mis muñecas.

-Bueno, supongo que ahora, una vez te mate, mi vuelta al distrito diez está asegurada, ¿no? Al fin y al cabo, los tributos de este año, dejan bastante que desear— era un hipócrita. Pero, lo que decía era cierto. Él, era bastante mejor que el resto de tributos. Aunque, no me iba a matar, él no.

-Eres un cobarde— dije yo, cogiendo un cuchillo que estaba cerca sin que se diese cuenta. Se lo clavé en la tripa, y empezó a salirle sangre, no se dió por aludido, y siguió intentando matarme, hasta que se desangró y sonó el cañonazo. Salí corriendo y busqué un sitio en el que dormir.

No podían volver a pillarme desprevenida. Me iba la vida en ello. Preferí no ver el homenaje, y simplemente me dormí.

Los Juegos de Johanna MasonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora