Condena

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Amarrado al final de tu tormento,

sin limitar mi fe por cuatro penas,

cumplo mi sentencia abrumadora

y muero cada día en la condena.


Te he querido con ansias, vida mía,

con inquietud sublime, enamorada,

pero olvidé un escudo y una espada

para cubrir mi herida.


Y allí donde el dolor se me hizo carne

me clavaste una daga muy filosa,

y en confesión de iras venenosas

tu amor supiste darme.


Yo perseguí tu aureola como pocos,

te inmolé sin arbitrios ni disturbios.

Y por tanta pasión, en un descuido

me fui volviendo loco.


Pero llegó el momento y te marchaste,

me aprisionó tu cuerpo con cadenas.

Y el recuerdo sagrado que dejaste

hoy me obliga a llorar por la condena.



Prohibido olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora