Amarrado al final de tu tormento,
sin limitar mi fe por cuatro penas,
cumplo mi sentencia abrumadora
y muero cada día en la condena.
Te he querido con ansias, vida mía,
con inquietud sublime, enamorada,
pero olvidé un escudo y una espada
para cubrir mi herida.
Y allí donde el dolor se me hizo carne
me clavaste una daga muy filosa,
y en confesión de iras venenosas
tu amor supiste darme.
Yo perseguí tu aureola como pocos,
te inmolé sin arbitrios ni disturbios.
Y por tanta pasión, en un descuido
me fui volviendo loco.
Pero llegó el momento y te marchaste,
me aprisionó tu cuerpo con cadenas.
Y el recuerdo sagrado que dejaste
hoy me obliga a llorar por la condena.
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Prohibido olvidarte
PuisiSiempre hay alguien que cruza por nuestra vida, la llena de magia y entusiasmo y luego desaparece. Así, sin más... sin dar explicaciones. Amores, que por ser tan profundos, no se olvidan... ¿Les sucedió alguna vez? Este libro fue escrito entre lág...