4-La huida.

932 96 3
                                    

Me preparo para lo peor, cierro los ojos y me coloco en bolita preparada para el golpe. Pero no pasa nada, ¿por qué no me ataca?, abro lentamente los ojos y lo contemplo, este me mira de reojo y con una sonrisa divertida.

-¿No me vas a matar?- le pregunto con voz temblorosa.

-¿Matarte?, ¿por qué tendría que matarte?- me pregunta limpiándose el rastro de sangre de la boca.

-Porque vi como matabas a esa chica.

-Pero yo lo que quiero es jugar y si te mato no lo puedo hacer- me dice acercándose peligrosamente a mí.

-Tengo que irme- digo haciendo el ademán para irme.

-Tú no vas a ningún lado- me advierte terminando con la poca distancia que nos separaba.

Pero cuando se disponía a besarme alguien lo agarra de la camisa y lo tira hacia atrás, alejándolo varios metros de mí.

-¿Todavía sigues aquí?- me pregunta Mel con una mueca de asco.

-Se quien puede saber donde está Siamon- le informo con una pizca de ilusión.

Su expresión cambia de una mueca de asco a una de sorpresa.

-No te quedes callada, habla- me impone Mel.

-¿Con ustedes no iba otro chico?¿uno con los ojos azules y pelo castaño?

-Dann- dice esta en un susurro.

-Él tiene que saber donde está Siamon.

-No es tan fácil, no sabemos a donde se fue- dice volviendo al tono seco de siempre.

-Yo sé donde puede estar- dice el chico quien me mira con una sonrisa maliciosa.

-Habla- le impone Mel casi en un grito.

-No es tan fácil, ¿por qué tendría yo que ayudar a salvar a alguien que no aguanto, sin recibir nada a cambio?

-¿Y qué se supone que quieres a cambio?- le pregunta Mel cruzándose de brazos.

-Su juguete- dice luego de enseñar sus grandes colmillos en una sonrisa.

-Me parece bien, así me libro de ella- le contesta Mel y acto seguido los dos se giran hacia mí.

-Esperen un momento, ¿yo soy el juguete?- digo asombrada.

Los dos se hechan a reír como si lo que dije fuera un chiste. Sus risas pasan de tener un tono divertido a uno malicioso en cuestión de segundos, se me hiela la sangre de sólo oírlos. Estiro la mano hacia atrás lentamente hasta llegar a la perilla de la puerta, la giro con suavidad y cuando oigo el clic, abro la puerta de golpe y salgo corriendo, el sol me deslumbra y quedo ciega unos instantes pero no paro de correr, detrás de mí sólo oigo gritos por su parte. Los ojos se me empiezan a aclarar poco a poco hasta que consigo recobrar la vista, una fuerte pita me sorprende, al girar mi cara hacia el sonido sólo consigo ver dos luces antes de que algo impacte contra mí, y todo se vuelva negro.

Mis dedos recorren su espalda haciendo círculos, el tacto frío de su piel me encanta, es como tocar porcelana. Podría estar así horas, contemplándolo, viendo cada centímetro de su piel. Él se gira lentamente y me regala una dulce sonrisa, una de esas que sólo le salen cuando está conmigo. Acerca una de sus manos hasta mí y me acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja.

-Tienes que despertar- me dice en un susurro.

-Estoy despierta- le digo sin entender lo que me dice.

Pero ya no está ahí, está alejado de mí unos cuantos metros, ahora tiene la ropa manchada de sangre y a su lado está el chico vampiro que vive en su casa. Éste me mira de forma maliciosa y de un momento a otro le arranca la cabeza a Siamon.

Abro los ojos de golpe pero una fuerte luz blanca me obliga a cerrarlos, vuelvo a a abrirlos esta vez más despacio, analizo la habitación, ¿qué hago en un hospital?

Briana. [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora