El rojo es un color cálido.

2.1K 72 36
                                    

El sonido del agua cayendo resonaba por toda la habitación. Hacía frío. Pablo estaba en el baño, lavando sus manos con agua caliente para entrar en calor. El agua estaba tan caliente que había llenado el ambiente de una especie de niebla fina formada por vapor de agua. Al fin y al cabo, aquellos baños tampoco eran muy grandes. Se inclinó hacia delante, y mojó sus mejillas con el agua casi ardiendo. Pedro Sánchez se encontraba a un metro más a la derecha, mirándose al espejo.  No se habían dirigido la palabra desde que entraron al baño. Aquello era un total silencio en el que solo retumbaba el sonido del agua al caer. Un silencio incómodo que Pedro decidió romper con palabras.

-Espero que estés bien preparado.- Comentó Pedro, mirando de reojo a Pablo. 

Pablo odiaba esto de él. Tan prepotente como siempre. Sin embargo, eso mismo a la vez que le hacía odiarlo, en cierto modo le atraía. Pablo tambien le miró de reojo. Qué guapo era. Sus miradas chocaron por un momento.

-Desde luego. Podría darte una respuesta un poco más completa, pero no creo que sea bueno que empecemos un debate tú y yo por nuestra cuenta. 

Pablo giró totalmente la cabeza hacia él, mirandole con su sonrisa tan característica. Una sonrisa dulce, amable. La sonrisa que volvía loco a Pedro. 

Aquello era un juego: Miradas, indirectas. Parecían niños pequeños. De pronto, se hizo el silencio de nuevo. 

Pedro estaba confuso. Quería confesarle lo que sentía por él, pero...¿Ese era el momento adecuado?

Sacudió la cabeza y miró a Pablo a través del espejo. Le encantaba. Pablo cerró al fin el grifo y se giró hacia la pared de su izquierda, para secarse  las manos con una toalla que había colgada en un perchero. Pedro le miró de arriba a abajo. Era su oportunidad. Pablo soltó la toalla de nuevo y se giró hacia Pedro, para dirigirse hacia la puerta.  Pero Pedro le cortó el paso.

Sin mediar palabra, Pedro acorraló a Pablo contra aquella fría pared, apoyando ambas manos en los azulejos aún húmedos, una a cada lado de su cabeza. Le miró a los ojos, manteniendo una expresión de seriedad, algo tensa.
Quería que Pablo fuera suyo. Sólo suyo.

La toalla cayó al suelo, pero ninguno de los dos se molestó en recogerla. Ni siquiera parecían haber notado que se  había caído.

-Pedro...- Susurró Pablo con la respiración entrecortada. El vapor de agua aún le nublaba un poco la vista, y a pesar de la cercanía de Pedro, no podía ver su rostro con claridad.

-Sí, Iglesias. Te quiero. Desde la primera vez que te vi.- Desvió la mirada hacia el suelo y suspiró. No podía creer lo que acababa de hacer.

Pablo Iglesias esbozó una tímida sonrisa. Deslizó una mano hasta la nuca de Pedro, enredando sus dedos entre su pelo con suaves caricias. Pedro le miró de nuevo, relajando un poco su expresión.

-Yo...Yo tambien te quiero. Podemos, Pedro.

Un escalofrío recorrió la espalda de Pedro. Estaba nervioso. Hacía tiempo que deseaba ese momento. Hacía tiempo que le deseaba a él.

Pablo se inclinó hacia delante, acercando sus labios a los de Pedro, casi suplicando un beso. Finalmente, sus labios se rozaron. Pablo entreabrió la boca, dejando pasar a la lengua del socialista, que la invadió sin miramientos. Pedro seguía nervioso. Estaba casi temblando.

Pablo se separó unos centímetros, pegándose totalmente a la pared que tenía a su espalda.

-No te pongas nervioso.-Susurró con una sonrisa, mientras le volvía a atraer hacia sí con la mano que mantenía tras su nuca.

Sus lenguas volvieron a encontrarse en un cálido beso. Pedro posó ambas manos en la cintura de Pablo, pegándose totalmente a él. Quería sentirle.

Entonces, un ruido sonó a sus espaldas. Ambos se separaron rápidamente y miraron hacia la puerta, que se abrió haciendo un seco ruido de hierro oxidado. Era Albert Rivera, que al entrar ladeó la cabeza en señal de confusión.

-Sánchez, te reclaman.- Dijo Albert, algo extrañado por el exceso de vapor en el ambiente. Y más extrañado aún por el nerviosismo que ambos irradiaban.

-Ya voy.- Dijo Pedro, mirando de reojo a Pablo, y dirigiéndose hacia la puerta con pasos lentos, hasta abandonar la habitación. Albert le lanzó una mirada de desprecio al socialista mientras salía.

-¿Qué estabais haciendo? Lleváis aquí bastante rato.-Preguntó Albert, entrando en la habitación y cerrando la puerta tras de sí.

-Nada. Estábamos hablando sobre la campaña electoral...- Pablo desvió la mirada. Ahora quien estaba al borde de echarse a temblar era él.

-Me lo creeré. Por ahora.

Pablo se dirigió hacia la puerta y se fue, no sin que antes  Albert le dedicara una sonrisa de medio lado. Pablo suspiró. Si alguien se enteraba estarían perdidos. Sobretodo si uno de sus rivales se enteraba. 

Mientras tanto, Albert aún en el baño sacó su tarjeta de crédito para meterse la rayita de las 10.













Es un secreto. (PEBLO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora