Después de un tiempo hablábamos más, me inventaste un apodo, no era el más bonito pero me gustaba porque lo habías hecho tú, todos comenzaron a llamarme así, aunque cuando salía de tu voz me gustaba más.
Me gustabas, muchísimo, más de lo que te puedas imaginar, todo lo que hacías era perfecto, o bueno así te veía yo, porque mis amigas decían que no eras guapo, que no era posible que me gustaras. Pero la verdad es que no me importaba si eras guapo o no, eras perfecto para mí.
Recuerdo que hacía todo lo posible por qué nuestros brazos se tocaran, tu piel era muy suave y sentía choques eléctricos cuando se encontraba con la mía. Era la mejor sensación que había experimentado.