La cita.

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  —Central Park, ¿quedó siempre tan lejos?

  — Deja de quejarte, Jane— contestó riendo con suavidad el nephilim. 

  — Me duelen las piernas.

— Dios mío, ¿Cómo cazas demonios?

— Soy una de las mejores— contestó la rubia con una sonrisa— ¿Lo sabías?

— No, pero supuse que si lo eras me lo dirías. Me sorprende que tu y Jace se parezcan tanto habiendo crecido separados. Nunca nadie me dijo que el ego iba en la sangre.

Jane rodó los ojos, y para sorpresa de Alec, enredo sus dedos con los suyos mientras caminaban. 

— Bueno, tú y Izzy crecieron juntos, y sin embargo son muy diferentes. Ella es excéntrica y tu te sonrojas con tanta facilidad como un tomate...

  — Los tomates no se sonrojan— contestó rápidamente, y se maldijo porque sentía la sangre acumulada en sus mejillas. 

  — Bueno, pero comparten el color de piel contigo. 

— Recuerdame cambiar mi nombre en facebook a "Alec Tomate Lightwood".

— Eso tendría mucho sentido, también deberías cambiar tu situación sentimental...— y se pegó al nephilim, demasiado.

Alec tartamudeo. 

— Creo que pondría "confundido"— y para evadir el tema, dijo—.  ¿Sabes que no tenía facebook? Clary me convenció de hacerme uno— y se mordió el labio antes de comentar que el motivo porque lo había obligado a crearlo era para que dejase de lloriquear el que Magnus lo hubiera dejado y se entretuviese un rato.

— Es común en nosotros no estar tan acorde con la tecnología.  ¡Llegamos! Espero que hayas traído mostaza—exclamó la rubia y se quitó los zapatos para poder pisar el césped húmedo gracias a los rociadores del parque.

  — ¿Mostaza?— interrogó con cara de confusión, Alexander.

— Amo la mostaza. Y el polvo de hadas.  

  — Traje mostaza, polvo de hadas...— hizo como si revisase sus bolsillos— no, lo siento. Olvide eso. 

— Por suerte, yo no.

— ¡Jane! No.

  — Vamos, no seas aburrido— lo miro con sus ojitos dorados húmedos y un pequeño puchero sobresaliendo. 

  — ¿Cómo haces eso? 

Con esa cara tan dulce sentía que no podría negarle ninguna cosa que le pidiese, y hasta le dieron unas pequeñas (grandes) ganas de desarmar su puchero con un beso. 

 — Son años de práctica— contestó volviendo a la normalidad—  Y no puedes negarte a usar un chiquitín de polvo de hadas, quiero que esta sea una noche mágica.

— Y si que te lo tomas literal. 

Estaban caminando, ahora con sus manos separadas entre los árboles del Parque. Jane insistía en encontrar el lugar perfecto, cuando Alec sospechaba que solo con la compañía de esa encantadora, atrevida y efusiva mujer, la noche sería maravillosa. 

Jane daba pequeños saltitos al avanzar, llevaba los tacos en la mano y susurraba amenazas al universo para evitar que se largase a llover antes de que estuviesen en casa.

Verla así, segura y llena de energía lo hizo interrogarse que era lo que le atraía de las personas con esas características. En un acto público, antes de hablar, Alec se habría escondido debajo de la mesa más cercana, mientras que Magnus o Jane, habrían salido corriendo a hacerlo destellando brillo como siempre. 

Obviamente no podía compararlos, pero le llamaba la atención que se enamorase de personas tan extrovertidas siendo el pura introversión. 

Finalmente, Jane exclamó que había encontrado el lugar indicado. 

Era una zona bastante apartada, bajo un árbol, que según lo que el había aprendido en clases, se llamaba Nogal. Grande y de anchas hojas, con un tronco muy corto.

Sacó rápidamente el mantel que había tomado de la cocina del Instituto y lo estiro en el piso para que pudieran sentarse.

  — Este mantel me resulta conocido— comentó Jane, aunque no le dio más vueltas. 

Dejó sus zapatos de tacón en el suelo y se sentó, apoyando su espalda contra el tronco. A su lado, Alexander hizo lo mismo. Abrió su mochila y comenzó a sacar todo su contenido mientras recitaba los nombres de los elementos en voz alta.

— Chocolates, Papas Fritas, MOSTAZA— Dijo haciendo mucho énfasis en la palabra—. Lechuga, tomate, Pan...— Y continuó recitando largo rato. 

  — ¿Cómo entraron tantas cosas ahí?— Profirió, la muchacha. 

— Tengo Toc, soy muy organizado. 

— Tus ojos me distraen, Alexander. 

Devuelta, el rojo apoderándose lentamente de su rostro. 

Comieron, y Alec pudo comprobar que Jane no servía ni para preparar un Sandwich. Así que agrego a su lista de "No dejas acercarse a la cocina" bajo del nombre de Isabelle, el de la rubia.

Era sencillo hablar con Jane, no había entre ellos un puente de tiempo que lo inhibiese. Sabían las mismas cosas, habían vívido la misma vida, ambos eran guerreros, ambos eran lectores y compartían el mismo humor. 

Nunca se había sentido tan a gusto conversando con una persona, exceptuando a Jace.

Cuando miro su reloj, eran cerca de las cinco de la madrugada. 

  — Ya deberíamos irnos, Jane. 

— ¿Sabes que le puse polvo a los sandwiches?  

  — Eso explica el que este algo mareado— y lo estaba, aunque no le había prestado demasiada atención. 

Repentinamente cayó en la realidad, y la parte de él que aún no estaba adormilada le recordó que el polvo tenía el talento de hacer que uno hiciese y dijese las cosas que deseaba sin pensar en las consecuencias. Pero no le importaba, de repente lo envolvía una neblina de felicidad. Y el rostro de Jane estaba frente a sí. Lo miraba fijamente, parecía algo abstraída y el pudo verse reflejado en las pupilas dilatadas de esta. Bajo la mirada hacía sus labios.

Y como en un flash back, se vio rodeándola con los brazos. No recordaba en que momento lo había hecho, pero no pensaba soltarla. 

Se recostó sobre ella, presionándola contra el húmedo césped y la beso dejando escapar un suspiro porque estaba probando nuevamente esos rojos y suaves labios que tanto le gustaban. Esos labios que sabían a Aventuras, que sabían a hogar. 

Jane lo rodeo con las piernas, y deseo por un instante poder fusionarse en él. Lograr tenerlo lo suficientemente cerca. 

  — No me abandones nunca— susurró.

Y la respuesta fue rápida, sencilla, sin dudas. 

— No lo haré.  



Cazadores de Sombras: La hermana de Jace. (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora