Capítulo Uno

407 9 5
                                    

El sonido del agua al caer es bonito, es reconfortante y algunas veces te hace soñar despierto. 

El cielo está totalmente nublado y los relámpagos iluminan las nubes; no hay vista ni panorámica más hermosa que esta. Esto es por lo que vivo, por ver el cielo entrar en caos y al día siguiente observar su pacifidad como si nada hubiese sucedido la noche anterior.

Siempre que me meto en problemas salgo castigado, castigos que no lo son. Sin embargo hoy es diferente. Estoy encerrado en mi habitación con un ventanal enorme, y un balcón lo suficientemente grande para cinco personas y como se puede suponer, castigado.

Se avecina una tormenta grande y no podré salir allá afuera. Me siento infeliz, al menos por hoy sí.

Tomo la sudadera más abrigadora que encuentro, aunque cuando me moje no servirá de nada. No creerán mis padres que me tendrán aquí toda la noche, tengo que estar afuera cuando empiece a llover. Quiero ser parte de esta lluvia. Por último cojo mi celular y salgo por la ventana.

Eso de estar en el segundo piso de una casa tan grande, del tamaño de una manzana entera de un vecindario cualquiera, seguro que haría que alguien se pensara dos veces bajar por las paredes, pero para mí no es problema que no pueda solucionar. Me he escapado de casa por lo menos unas treinta veces y tengo mucha practica en eso.

Una vez en el piso echo a correr lejos con rumbo a la calle principal de este fraccionamiento de familias ricas y pretensiosas. Sí, sí, yo también soy rico, pero de pretensioso no tengo nada (puedo equivocarme, pero al menos me percibo así). Siempre he vivido así y no siento la necesidad de presumirlo al mundo. Siete cuadras camino abajo vive mi mejor amiga. Ella siente lo mismo que yo cuando llueve; entre los dos tenemos una conexión enorme. Es una chica grandiosa, es..., es mi amiga y tenerla a ella como la única lo hace todo aun más especial. No sé que haría sin ella.

Le envío un mensaje de texto a su móvil y un par de minutos más tarde sale por la puerta trasera de su casa con una gran sudadera y con la cabeza tapada. Me acerco a ella y la saludo con un abrazo que ella responde con un «No tardará en llover». Asiento y nos aventuramos a donde siempre nos ha gustado estar cuando el cielo se rompe.

—Es agradable estar esta noche contigo. Siempre es agradable estar junto a ti.

—Yo creo que tú eres la que hace agradable este momento —le digo.

Un árbol grande y caído nos indica que estamos cerca. No vamos tan lejos del fraccionamiento, pero tampoco vamos muy cerca. Digamos que estamos en nuestro lugar secreto, un lugar en el que solo ella y yo nos sentimos felices y dichosos de tenernos el uno al otro.

Sueno como si la amara, como si sintiera algo por ella, como si no solo fuésemos amigos, pero es lo único que somos. Nos queremos mucho, que pensar ser otra cosa quizá arruine nuestra relación.

Nos sentamos en la orilla de un arroyo. Los relámpagos iluminan por fracciones de segundos lo que nos rodea, le da un aspecto siniestro que asustaría a cualquiera. Nos acostamos en la tierra y el poco pasto que hay en el suelo y miramos el cielo, prácticamente observando a la nada.

—¿Te imaginas como sería el mundo si no dejara de llover? —pregunta ella. Su voz suena cansada como si la caminata hasta el arroyo le provocara más cansancio que nunca antes.

—La verdad el mundo sería perfecto si no dejara de llover —contesto.

—Más que perfecto.

—Claro.

Mis ojos observan las nubes arremolinarse y moverse rápidamente en lo alto del cielo. La primera gota que siento caer se rompe en mi mano izquierda.

Cuando el cielo se rompe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora