Capítulo Cinco

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Dos días, y me siento un loco. Jamás había esperado con tantas ansias una llamada, mucho menos de una desconocida. «Tal vez ella sólo haya sido una alucinación.» No, no lo fue, estoy seguro de que ella es real, más real que mis pesadillas y que cualquier otro sueño.

Voy camino al cine. Vo y su novia Luz (ella no lo sabe) tuvieron la brillante idea de ir al cine e invitarme. No sé como les gusta tener a alguien que les haga el mal tercio, odio ser esa persona. Por mi parte hoy no es uno de esos días buenos, llevo los últimos cinco minutos pensando en un buen plan para suicidarme mientras conduzco. La mejor idea hasta ahora es lanzarme a un barranco. No sé ni porque lo externo.

—¡Frena! ¡No vayas tan aprisa! ¡Alejandro! —Se me olvidaba. Bianca está a mi cargo; bueno eso sonó como si yo tuviera que cuidarla; corrección: Bianca me cuida para que no me mate.

—Hice la recomendación de que te quedaras en casa.

—¡Y dejar que te suicides! Prefiero estar aquí.

—Pues aguántate.

Piso el acelerador de nuevo y mi hermana lanza grititos ahogados. Llegamos a una curva un poco cerrada y no freno sino que sigo a la misma velocidad. Puedo sentir un poco, o mucha, no lo sé, adrenalina descargarse por mi cuerpo.

—¡Deberían quitarte el permiso para conducir! —Me grita.

—¿Decías que preferías estar aquí?

—Intenta no matar a nadie. Más bien, no mates a nadie.

Llegamos al final de la curva y sin verlo venir un coche aparece frente a nosotros. Por más que deseo ir a estrellarme con el, mis instintos de seguir vivo me ganan y freno.

Los neumáticos rechinan horriblemente sobre el asfalto y dejan un hilo de humo por la fricción. El otro coche frena igual de abruptamente y nos quedamos a un par de metros de estrellarnos. Me incorporo al principio con un poco de preocupación, pero pronto se disipa y empiezo a reír sin querer. Bianca se quita la maraña de cabellos que se le fueron a la cara, abre la puerta, baja del auto y camina hasta mi ventanilla.

—Bájate. —Me ordena.

—No. ¿Qué haces?

—No te lo vuelvo a repetir. Bájate. —El enojo en su voz es innegable sin embargo mi risa no para en absoluto.

—¡Está bien! Tú ganas.

Me bajo y me paso entre risas al lado del copiloto. La verdad creo que debería de estar asustado al borde de un colapso emocional o cualquier cosa parecida, pero me río cínicamente, si es que le podemos llamar cinismo.

Bianca está tan enojada que si pudiera ahora mismo golpearía mi cabeza contra el tablero. Por fortuna no lo hace y se va a hablar con la conductora del otro vehículo.

—Lo siento de verdad —me molesta que pida disculpas por algo que yo hice.

—No hay problema. Sería bueno que mantuvieras a ese F&F lejos del volante. —Claramente es la voz de una chica y lo que me parece fuera de lugar es que en un lugar ya la había escuchado.

Mi hermana vuelve al auto y arranca enseguida. Está molesta y eso no me afecta en nada. Me importa poco si se enoja. Era mi responsabilidad porque yo iba manejando, pero no me siento mal por lo que sucedió hace unos instantes.

 —Lo conseguiste, genio —dice después de tranquilizarse un poco—. De hoy en adelante, a donde sea que quieras ir, yo manejo.

—¿Qué es F&F?

—Pensé que tú lo sabrías.

—No. Ni idea de que sea eso.

—En fin, no hay más discusiones, yo te llevo y te recojo. Que no se vuelva a repetir algo como esto ¿Entiendes?

Cuando el cielo se rompe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora