Corría desesperado por una calle buscando alguna forma de escapar. Ellos me estaban persiguiendo. Mi cara estaba empapada de sudor, mis piernas adoloridas de tanto correr y mi cuerpo entero entumecido por lo que acababa de encontrar. No solo había encontrado lo que cualquier humano busca en su vida, si no el secreto mejor guardado del mundo. Corría como si no hubiera un mañana, los tenía pisando mis talones. Al ver una pequeña puerta de metal que parecía a punto de venirse abajo, aproveche la oportunidad que mi delgado y pequeño cuerpo cabía por ella. Escuche a las bestias que me perseguían, gruñir del otro lado. Mire por la rendija de la puerta y ellos no estaban más ahí. Una fugaz sonrisa apareció en mi rostro, pero desapareció al recordar lo que ahora poseía. Había encontrado la calve de la felicidad y ahora sería torturado hasta mi muerte.