Aria paseaba ese día por el parque, vagaba sin rumbo entre la hierba verde y los caminos de piedra. Apenas había empezado el verano pero el calor era asfixiante y ella comenzaba a lamentarse por su decisión de salir a disfrutar de la lectura al aire libre. El sitio estaba repleto de niños columpiándose y deslizándose por toboganes amarillos como taxis neoyorquinos entre risas , mientras sus padres no apartaban la vista de ellos. Un puesto de helados ocupaba lugar cada pocos metros y algún que otro perro llenaba el aire con sus ladridos. Allá donde mirase todo era familias sonrientes aquel día. Aria deslizó la mano hacia su vientre y esbozó una sonrisa, acariciándolo durante unos segundos.
Por fin encontró un árbol. Era un hermoso magnolio que ofrecía una grande y refrescante sombra al lado de un camino no demasiado transitado ya que estaba lo más alejado posible del parque infantil. Aria se sentó, apoyándose en el rugoso tronco y abrió el libro apoyándolo en sus rodillas flexionadas. Llevaba una hora sumergida en las letras tan inmersa que no notó la presencia de aquel hombre que se detenía a su lado. Tras un breve carraspeo , Aria alzó la vista hacia él. Era alto , de un pelo cobrizo como los céntimos y una barba bien cuidada del mismo color, era muy atractivo y atlético. Vestía con una sudadera y pantalones de correr y sujetaba una botella de agua con una mano. Pero lo que verdaderamente deslumbraba de aquel individuo era su sonrisa fresca, natural, amplia y, simplemente perfecta.
Aria se le quedó mirando durante unos segundos más de lo establecido deteniéndose en su brillante boca. Enseguida reparó en la situación y sonrojándose comenzó a decir:
-¡Oh! perdone no le había visto- Apartó el libro y se incorporó apresuradamente.
-No te disculpes, la lectura es un mundo difícil de controlar, lo sé por experiencia. Soy Eric- Dijo mientras le tendía la mano a Aria.
-Encantada, soy Aria-le sonrió, estrechándosela.
-¿ Te importa que me siente un momento? Llevo toda la mañana corriendo y se empieza a notar.
-No, por supuesto - se sentó a su vez Aria, un poco cohibida. No era la clase de personas que tenia facilidad para entablar conversaciones, aunque, en realidad, podía llegar a ser la persona más abierta del mundo, tan sólo dependía del día.
-¡Oh! así que te gusta leer ¿eh? - dijo Eric recogiendo el libro de la hierba y contemplando la portada- buena elección.
-¿Has leído "La princesa prometida"?- Preguntó Aria sorprendida.
-Más valdría que me preguntases sobre que libro no he leído- Respondió entre carcajadas. Cuando sonreía de esa forma su rostro se aniñaba. Aria lo examinó con mas detenimiento. Tendría aproximadamente treinta años, aunque podría ser menos. A juzgar por sus zapatillas nuevas de marca se podría decir que la vida no le iba del todo mal. Y la forma en la que la miraba... le hacía sentir especial. A ella, una simple chica en la que nadie reparaba y que ni siquiera dominaba al completo el idioma. Durante unos minutos estuvieron en silencio, admirando aquel maravilloso día, con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en la arrugada corteza del árbol, respirando el cálido aire de verano.
-¿ Puedo verte algún día?- Rompió el silencio mirándola intensamente con sus ojos ambarinos.
Aria había esperado la pregunta pero sin embargo la respuesta que debía salir por su boca se aferraba a su garganta, arañándola. Eric noto su turbación y un tanto cohibido añadió rápidamente una excusa.
- Vale, no quiero que te veas obligada a contestar que sí, lo entiendo. Tan solo había pensado que sería divertido; podríamos ir al cine o a cenar... Pero supongo que no ha sido buena idea ¿verdad?- Soltó una risilla nerviosa que la daba un aire desprotegido, como a un niño.
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En el último infinito
Romance- "Cogió la cajetilla de tabaco del techo del refrigerador. Abrió la venta y se sentó en el alfeizar, con medio cuerpo fuera y medio dentro. Flexionó una pierna y prendió el cigarrillo, inhaló una grande bocanada y lo apagó contra el alfeizar. Mient...