Capítulo 4

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Lucas sintió como se le secaba toda la garganta. Trago varias veces pero no sirvió de nada. Ahí estaba él, al lado de un seat ibiza robado, robado por él. Y unos cuantos metros más allá estaba su dueña, y el niño que horas antes acababa de secuestrar. Iban de la mano y estaban discutiendo con un taxista acerca de la tasa de viaje hasta su casa. Ella, entre la rabia y el enfado, le suplicaba que les dejara subir. El taxista, un viejo grasiento y gruñón, negaba con la cabeza mientras la repasaba con la mirada más de una vez. Por fin, dado que no llegarían a ningún acuerdo legal, ella, cansada, dio media vuelta , y agarrando aun más fuerte la mano del pequeño Iván, miró en busca de un modo de volver a su apartamento.

Y entonces lo vio. Un joven de unos veinticinco años,aproximadamente, rubio, guapo y atlético, parado, con la mirada fija en ellos, junto a un seat ibiza. Su seat ibiza.  Apenas se dio unos segundos para pensar y con pasos grandes, tirando del niño, se plantó enfrente del individuo que, sin duda alguna, había robado su coche esa misma mañana. Sabía como debía actuar: no mostrar inseguridad alguna. Lucas, todavía desconcertado, estaba paralizado.  Había conducido al colegio sí, pero en el fondo de su ser , esperaba no encontrarlos y, ahora que estaba a escasos centímetros de ellos, no sabía como actuar. ¿ Fingir que nada tenía que ver con el coche que tenía al lado? Demasiado tarde para eso. De nada serviría mentir, había caído en un profundo  pozo y la verdad era lo único que lo podía sacar de él. Ni siquiera había reparado en lo guapa que era la chica que tenía en frente. Hasta el momento que miro sus ojos. Si Lucas tenía alguna posibilidad de escapar se acababa de perder en el iris de esos preciosos ojos. Ahora sabía de donde provenían los rasgos exóticos del pequeño Iván. El ladrón, aún deslumbrado, trató de suavizar la espinosa situación en la que se encontraba. 

- Buenas tardes - comenzó acariciándose la nuca y luciendo su sonrisa mejor ensayada. En ese momento la joven retrocedió un paso y miró a los lados , posiblemente en busca de ayuda. Ésto puso nervioso al ladrón, que no quería montar ningún escándalo en plena calle, así que rápidamente agarró el brazo de ella y la atrajo hacia sí. - Escúchame, tranquila, no te voy a hacer nada. No grites, por favor. Ésto es lo que vamos a hacer; tranquilamente y como gente civilizada, yo te doy el coche que está completamente igual que esta mañana, tu me das las gracias y todos conten...- En ese momento Lucas sintió un golpe entre sus piernas que lo hizo doblarse de dolor. Acto seguido, tras el rodillazo,  ella le agarró el brazo derecho, se lo dobló en la espalda y usando el peso de su cuerpo lo empotró contra la puerta delantera del coche, produciendo un ruido estrepitoso. El viejo taxista, que todavía esperaba a que alguien solicitara sus servicios, se asomó por la ventanilla girándose hacia atrás, pero enseguida volvió a apoyar su espalda sobre el respaldo del sillón, aunque continuó mirando, divertido,la situación por el retrovisor. Pero, en ese momento, un policía que hacia su ronda habitual, se aproximó a comunicarle que no podía estacionar en ese tramo de carretera y entonces los vio: Un hombre agarrado por una chica , con la respiración agitada, contra un coche. Ella ,aun con el sudor resbalandole por la frente a causa de la tensión, al ver al guardia se apartó, para sorpresa de Lucas, del cuerpo del ladrón , aunque aun mantenía la muñeca de él doblada. 

- ¡Rápido, al coche!- Ordenó mientras le empujaba en dirección a la puerta del copiloto. El policía comenzó a aproximarse extrañado. Cuando hubo sentado a Lucas en el asiento, cerró la puerta, y se agachó para estar a la altura del pequeño Iván que no se había separado de ella y que, ahora le miraba con ojos asustados.- Escúchame cariño, no pasa nada ¿vale? Pero ahora súbete al coche y ponte el cinturón que vamos a ir un poco rápido.- Le dio un beso en la frente, le abrió la puerta y rápidamente se dirigió a la suya. El guardia estaba prácticamente a la altura del coche y ella, a causa del nerviosismo no conseguía encajar la llave en el contacto para arrancar el coche. Lucas, sin pensarlo, le quitó las llaves de la mano y las introdujo en la cerradura. Por unos segundos los ojos del ladrón y de la chica coincidieron. Pero, seguidamente, ella arrancó alejándose del gendarme que había sacado el silbato y les indicaba, ya en la lejanía, que detuvieran el automóvil.

Ella, con la mirada clavada en el desgastado asfalto,  conducía en silencio y, de vez en cuando, echaba miradas preocupadas al retrovisor en dirección al niño.  Lucas, sin embargo, no paraba de alternar su campo visual de los coches situados a las espaldas del Seat Ibiza a la chica que lo conducía. No lo había entregado.  Había tenido la oportunidad perfecta para deshacerse de él y ,de paso, haberse ganado unos eurillos de indemnización. Pero, sin embargo, él se encontraba en el asiento de su coche, dirigiéndose a quién sabe donde. Era totalmente inofensiva. Todo el miedo que hubiese podido tener se le había ido yendo y ya no quedaba nada. 

- ¿ Por qué no lo has hecho?- Rompió el silencio.- Podrías haberme entregado perfectamente.

Como respuesta obtuvo una mirada helada. Él levantó las manos en señal de paz y decidió dejar las preguntas para otro momento. Condujeron en silencio durante media hora más hasta que llegaron a los suburbios, en la periferia norte de la ciudad.  Entonces, ella comenzó a maniobrar entre las pequeñas calles hasta que llegaron a un amplio patio rodeado de casas de cuatro pisos. Eran de pared de escayola desgastada amarilla. En dos de cada tres ventanas se situaba un tendedero repleto de prendas; desde sabanas hasta ropa interior. Por algún lugar se filtraba el sonido de una televisión emitiendo algún concurso de esos que se retransmiten a media tarde. El reflejo del sol al atardecer chocaba contra los cristales produciendo destellos. A pesar de la pobreza del barrio, aquel lugar destilaba una belleza increíble en aquel crepúsculo. Y fue en ese lugar donde ella aparcó el automóvil. 

- No muevas ni un dedo- Amenazó a Lucas, mientras le lanzaba una de esas miradas que dejan paralítico a cualquiera. Seguidamente, endulzando la voz, se giró hacia el asiento trasero.- Iván, cielo, sal del coche.

El pequeño, obediente, abrió la puerta, pero esperó a que ella moviera el picaporte  para comprobar que también salía. Una vez que estuvieron los dos fuera, ella le cogió la mano al niño y se encaminó a la puerta del copiloto. La abrió y espero a que Lucas saliera del coche y estuviera frente a ella.- Ahora, vete.- Con esas dos palabras dejó al ladrón, de pie, en su patio y caminó, de espaldas a él, hacia la puerta de su casa.

- Espera, espera - Lucas avanzó a grandes zancadas hasta ponerse cara a cara. - Creo que antes tenemos una conversación pendiente.

- No tenemos nada de que hablar.- Dijo ella, cortante.- Y yo, si fuera tú, aprovecharía esta situación y me iría sin abrir más la boca.

- Está claro que sería lo más inteligente, pero ¿Sabes? Tu actuación me desconcierta; Primero, no me entregas a la policía. Segundo, me obligas a meterme en tu coche a toda prisa. Tercero, me llevas a tu casa, lo que demuestra que no tienes ningún miedo de que sepa donde vives. Por no hablar de que has demostrado, más que de sobra, que te sabes manejar en estas situaciones...- Dijo, mientras se frotaba la muñeca que, poco antes, ella había retorcido.

Ella lo miró con incredulidad. Todavía no entendía por qué ese individuo se resistía a irse ahora que tenía la oportunidad. De cualquier modo, ella si quería deshacerse de todo lo ocurrido en ese día, así que rodeo al niño con su brazo y siguió caminando en dirección al portal. Acarició la pequeña manita de Iván, que no entendía nada y miraba asustado a todos los lados.

-...Además, dudo mucho que quieras que llame a la policía. Por lo de mi secuestro de hace cinco minutos, sabes. - Añadió Lucas mientras se miraba despreocupado las uñas. Quería jugar su última baza, ya que estaba decidido a averiguar quién era esa chica y por qué había hecho lo que había hecho.

- ¿Secuestro?- Bufó ella mientras se giraba en dirección a Lucas, frustrada. - Y dime, cuando vengan ¿ Les menciono el robo de mi coche? ¿ O mejor empiezo diciendo cómo te has llevado al niño en él? Por si no te has enterado ya, el que sale mal parado eres tú. Ahora, vete. No te lo repito más. 

Lucas soltó una carcajada, estaba disfrutando de la situación. Aquella chica tenía agallas de verdad, y eso le gustaba. - Se te ha olvidado una cosa, preciosa. ¿Armar una escena aquí ? No creo que a tus vecinos les haga mucha gracia. Además, cuando nos lleven a comisaría para declarar, dime, ¿ Quién se va a quedar con el pequeño? 

De repente, el semblante de la chica cambió por completo. Sus ojos se tiñeron de miedo y, sin decir palabra, se acercó al portal, sacó las llaves y lo abrió. Cuando se giró, el sol le daba de lleno en la cara, haciendo que su pelo destellara. 

- Entra.








En el último infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora