Capítulo 7

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"Pum" "Pum" "Pum". Resonó la puerta del piso. Aria, se separó de la ventana y avanzó hasta el hall, extrañada. Se quedó mirando la puerta y miró a su móvil para comprobar la hora. Eran las once y media de la noche. No podian haber llamado a la puerta, no esperaba a nadie y era tarde. Se le ocurrió que Dina quizás quería algo, pero enseguida desecho la idea; ella ya habría salido para trabajar. 

Fue en ese momento cuando volvió a sonar la puerta. Tras dudar unos segundos, la chica decidió abrir. Lo que se encontró en el rellano no se lo esperaba. Lucas, ensangrentado, con un ojo morado y la nariz aparentemente rota, se apoyaba a duras penas contra la pared. La miró con suplica, mientras sus piernas temblaban. Aria, con una mueca de sorpresa, le pasó un brazo por la cintura y colocó uno de los de él sobre su hombro. Le ayudó a andar hasta que llegaron a su sofá, donde el cuerpo de Lucas cayó rendido. 

Aria fue corriendo al cuarto de baño, en busca del botiquín, revolvió los armarios hasta lo encontró. En ese momento se dio cuenta del ruido que había estado haciendo y que posiblemente Iván se habría despertado. Echó un vistazo rápido y comprobó que el niño seguía dormido. Se dirigió entonces al salón, donde le esperaba el ladrón tendido sobre el sofá. 

- De acuerdo, te voy a curar las heridas ¿Vale?

- Va...le - A Lucas le dolia mover la cara. 

- No te esfuerces, solo harás que empeore - Dijo Aria y acto seguido le rasgó la camiseta ensangrentada, dejando al descubierto el torso amoratonado del muchacho. Tenia un par de heridas sobre las costillas y una en el pectoral derecho. Ella se quedó contemplando el cuerpo desnudo seria. - ¿Con que te han hecho estas heridas?

- Tenian pinchos en... los zapatos- Gruñó. 

- Está bien, está bien. No hables. Voy a ir a por agua a la cocina. 

Vertió agua en un cuenco y cogió un par de gasas limpias. Se sentó en el borde del sofá y comenzó a empapar las heridas del cuerpo de Lucas. Mientras las las limpiaba, observaba seriamente las muecas de dolor de Lucas. Aria sospechaba que por lo menos tendría dos costillas rotas. 

Una vez que desinfectó las heridas del torso y los brazos, pasó a la cara. Presionó un paño frio contra el ojo morado. Después comenzó con el labio partido del ladrón. Le miró a los ojos y él le devolvió la mirada y sonrió. Aria le agarró la barbilla indicandole, sin hablar, que no se moviese. Lucas se puso serio y cerró los ojos. Al minuto, exhausto y con las caricias suaves de las gasas sobre su boca se durmió. 

Cuando porfín finalizó la cura eran más de las doce. Lucas hacia tiempo que se habia dormido. La luna brillaba en el cielo, impregnando los recodos de la habitación donde no llegaba la lampara de la mesilla. Aria se quedó mirando al ladrón. Su pecho subia y bajaba en una respiración tranquila. Sus brazos musculosos y morados por los golpes, yacían a cada lado de su cuerpo. En un acto reflejo pasó su mano por la frente del chico, acariciandola. Acto seguido, la apartó rapidamente. Frunció el ceño confundida. ¿Por qué había hecho eso? 

En ese momento, el ulular de un búho le sacó de su ensimismamiento. Se levantó y recogió todos los enseres que había utilizado. Echó una última mirada a Lucas. Apagó la luz de la lamparita y se dispuso a dormir. 

                                                                            ...

Un rayo de sol golpeó la cara de Lucas. Éste se despertó, aturdido. Miró a un lado y a otro hasta que recordó donde se encontraba: La casa de Aria.  En ese momento oyó ruidos en la cocina, inclinó suavemente la cabeza en esa dirección. Entonces, un latigazo de dolor le recorrió el cuello, lo que le produjo emitir un gemido. 

En el último infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora