Capítulo 3

153 12 5
                                    


No había necesidad de complicarse más el día. Por eso Lucas no se lo pensó dos veces cuando llegaron a la esquina de la calle y divisaron el colegio unos metros más allá. Las horas habían ido consumiéndose entre el ajetreo y hacia poco que había pasado el mediodía. Apenas quedaban un par de horas de colegio.

-Bueno chiquitín, hasta aquí hemos llegado- dijo dándole un suave golpecito en la espalda- Tu colegio esta ya ahí.

No se lo tuvo que repetir dos veces. Iván comenzó a andar aumentando la velocidad a cada paso hasta que se echó a correr por la desierta calle bañada por el sol en su cenit. Lucas esperó que de un momento a otro se girara y se despidiera con la mano o algún tipo de gesto infantil similar. Pero nada, la figura del niño se iba empequeñeciendo progresivamente y dentro de poco se cerraría a su visión. "Niños, ¿que esperaba?" pensó mientras se dirigía a un café que había visto mientras iba con Iván hacia al colegio. Era hora de un descanso, de celebrar lo bien que había resuelto el tema y de reponer fuerzas ya que se había saltado la comida. Se sentó relajadamente en una pequeña y redondeada mesita situada en el interior del local, nunca se arriesgaba a sentarse en las terrazas, pidió una cazuelita de huevos rotos; la oferta del día, y ,acompañado de una caña, comenzó a ver las noticias que echaban por la televisión pegada a la pared, lo único moderno de aquel lugar. Mientras observaba semi distraído a un aburrido presentador que anunciaba una inundación en un pequeño pueblo, se llevó el frío cristal a los labios. Fue en ese momento cuando reparó en la pequeña fecha situada en la esquina inferior derecha de la pantalla. A punto estuvo de escupir el sorbo de cerveza. Dieciséis de marzo. Se había cumplido un mes. Hoy Urco cobraba.

Apresuradamente se aproximó a la barra y pagó la comida. Cuando salió del local el sol le golpeó en la cara. Miró el móvil para comprobar la hora. Hacía bastante que el mediodía  había pasado, lo que significaba que los sabuesos de Urco ya le estarían buscando. Si no lo estaban siguiendo ya. Desvió la vista a su alrededor para comprobarlo pero no vio a nadie , así que comenzó a andar , dirigiéndose al lugar donde había dejado el viejo Seat Ibiza.  Cuando llegó al lugar, abrió la puerta y se tiró sobre el asiento, giró la llave y arrancó, dirigiéndose a la periferia de la ciudad.

                                                                                             . . .

Cuando llegó al desguace de Urco, Lucas maniobró entre los montones de chatarra y aparcó en un lugar apartado, donde solía dejar los coches. Seguidamente, se encaminó a la cabina donde Urco acostumbraba a dormitar. Llamó a la puerta con dos golpes sonoros. 

- Ya tardabas. Entra de una vez, vagabundo.

Lucas dobló el picaporte y abrió la puerta. Entre los montones de basura y cartones vacios, y algunos semi vacios, de pizza, sentado se encontraba un hombre enorme. La barba espesa, oscura y rizada, pedía a gritos un afeitado urgente. Era calvo y la camisa estaba desabrochada por la presión que ejercía su barriga. Fumaba un puro, contaminando aun más el aire de la pequeña salita. Miró fijamente a Lucas.

- No pienso repetírtelo más, me gusta tener la mercancía de par de mañana. Ahora tendré que obligar a mis trabajadores a estar toda la noche para tener listos los pedidos-  Se quejó con voz ronca.

-  Vamos Urco-  Rió Lucas- ¿Cuando te he fallado yo? Hoy lo he tenido complicado nada más, claro que tú no lo sabes porque no sales de esta inmunda cabina. ¿ Has probado a probar las ventajas de ventilar de vez en cuando?- Tosió falsamente.

- Deja de ladrar y dime, ¿Qué me has traído? 

- Un clásico. Está a punto, tiene prácticamente todas las piezas de diez. Te va a encantar.

- Lucas, hijo mio, no me digas que me has vuelto a traer una chatarra con cuatro ruedas deshinchadas...- Comenzó a decir con voz cansada Urco.

- No, no, no, de verdad jefe, te va a gustar- Aseguró el joven ladrón, mientras el chatarrero se pasaba la mano por la cara.

- Mira, déjate de palabras y ve a hacer lo que tienes que hacer ¡Y rapidito, que se va haciendo tarde! - Le apremió, mientras le tiraba una caja de cartón a Lucas, el cual no paraba de reírse - Ah, y ojito con ir comentando ésto por ahí, ya sabes que Urco no permite favoritismos. ¡Y a ver si algún día me traes algo aceptable, por Dios!

A Lucas le costó quitar la sonrisa durante todo el camino de vuelta al coche. A pesar de lo intimidante que pudiera parecer el viejo chatarrero, dueño del desguace más grande de la ciudad, no era más que un trozo de pan.  Cuando llegó por fin al coche, comenzó con el procedimiento normal: retirar todos los efectos personales. Vació el maletero y los asientos de detrás, metiendo todo el contenido en una bolsa de basura. Acto seguido, se sentó en el asiento del conductor e hizo lo mismo. Tras varios recibos y paquetes de chicles, Lucas bajó la guantera. De repente, su cara se congeló. Con el pulso latiendole a mil por hora, recogió la fotografía que sobresalía entre los montones de papeles, la sostuvo en sus manos y la contempló durante diez minutos. Tragó saliva un par de veces y frunció el ceño otras tantas. Recogió la bolsa que minutos antes había llenado y la depositó en el asiento del copiloto. Sin ningún asomo de duda arrancó y, aun con el pulso acelerado, se dirigió a la ciudad; al colegio San Basilio de barrameda. 

Cuando dobló la esquina que horas antes había doblado con iván a pie , el reloj del coche marcaba las seis. Hacía una hora que había acabado el horario escolar, lo que significaba que, por mucha prisa que Lucas se hubiese dado y por mucha fuerza que hubiese utilizado para pisar el acelerador, las probabilidades de encontrar a Iván eran más que escasas.  De todas formas siguió conduciendo hasta llegar a la puerta del colegio y aparcó en un derrape brusco. Salió con la respiración agitada y se dirigió a la verja que separaba el edificio de la calle. Cerrado.  Lucas, enfurecido, agitó los barrotes y dió media vuelta.

Fue entonces cuando los vió. Ahí estaba Iván y... ahí estaba ella. 







En el último infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora