Capítulo 1

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Lucas solía mirar con detenimiento sus víctimas. Dependiendo el tamaño, el sonido, el color o simplemente como le llamaran la atención se lanzaba y se hacía con ellos. Era una reacción causa-efecto. Ver, atrapar. Rastros de un pasado ajetreado; vestigios de una personalidad mutilada.

Pero aquel era un día ocupado por el tedio vital y simplemente vagaba por las calles en busca de nuevas presas. El andar errante le daba una apariencia aún más inquietante de lo normal . Su pelo rapado , la piel semi bronceada, los ojos grises fríos y la sudadera raída solían ocupar ese puesto.

Así estaba cuando lo encontró. No era el más reluciente , ni el más nuevo, ni siquiera le valdría para la comida de una semana pero aquella era una oportunidad que se le presentaba como un regalo. Ahí solo en la calle, con las llaves puestas parecía llamarle a gritos. Un seat Ibiza color hueso, un tanto magullado, acababa de ser abandonado momentáneamente por su dueña, la cual entraba en ese momento en la frutería para una compra exprés. Lucas sabía que hacer en esos casos, echó una rápida mirada a ambos lados y aún más rápido cruzó la calle y abrió la puerta del pequeño coche. Justo cuando bajaba el freno de mano para ultimar su golpe perfecto , una voz procedente de los asientos de atrás lo sobresaltó.

-¿ Eres amigo de mamá?- preguntó la infantil voz.

-!Mierda¡- Masculló Lucas golpeando el volante, ¿Cómo había podido cometer un error tan estúpido?. Ya se había asegurado de mirar por las ventanas en busca de acompañantes antes deentrar, pero el hecho de no caer en la cuenta de ese detalle era un fallo imperdonable en su profesión. Reclinó su cabeza en el asiento y suspirando miró por el retrovisor al pequeño que le miraba con sus ojillos negros llenos de curiosidad. Calculó que tendría unos seis años, no más. Una cosa era robar coches y otra muy distinta secuestrar menores. Colocó la mano en el picaporte de la puerta , volvió a suspirar, dolía dejar escapar una ocasión así. Pero el enano rubito no paraba de mirarle esperando la respuesta y algo le decía que eso estaba más que mal. Él no era un mal tipo, o no del todo. De modo que ya iba a salir cuando en ese momento, echando una ultima ojeada por el cristal retrovisor vio como la mujer que había salido de este coche pagaba a la frutera y recogía las bolsas de la compra. No tenía tiempo. Si intentaba salir del coche lo vería y eso sería un billete en primera para la comisaría y el sabía de sobra que no podía permitirse visitar ese lugar. Tenía que arrancar antes de que ella se diese la vuelta. No quedaba tiempo para pensar, siempre había sido un hombre de acción. Freno de mano abajo, embrague, luego primera, segunda, derrape, tercera, cuarta y fuera de peligro. Lucas no creía lo que estaba haciendo, si le pillaban se tendría que pasar largo tiempo a la sombra por su infinita lista de automóviles robados a la que se sumaría el rapto de un crío. En el momento que pensó eso , se giro para mirar al pequeño que asustado no se atrevía a mover un dedo. No, no podía tener más de seis. Mierda, mierda, mierda. De esta no sales Lucas. Tan cegado iba en sus pensamientos que apenas controlaba. Era el momento de tomar decisiones. Tras pensar un momento se dirigió al pequeño.

-Bueno enano- comenzó con una media sonrisa- ¿ Donde vives?-. El pequeño no contestó , tan solo le miró con miedo.

-¿ Que pasa, te ha comido la lengua el gato?- rió para intentar destensar el ambiente. Silencio.- Oye enano, si quieres que vayamos a algún lado me tienes que decir donde vives-. Otro silencio.

-No puedo hablarte- musitó de repente el niño.

-¿No puedes hablarme?- inquirió Lucas.

-Mamá no me deja- continuó- dice que los extraños son peligrosos.

-Pero yo no soy ningún extraño, peque- continuó sonriendo mientras tomaba una salida, conduciendo sin rumbo, tan solo ganando tiempo.

-No sé ni tu nombre- prosiguió con timidez.

En el último infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora