Recibimos regalos de un corredor con dos serpientes

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Según Tántalo, los pájaros del Estínfalo estaban tranquilos en el bosque y no nos habrían atacado si Percy, Annabeth, Tyson, James y yo no les hubiéramos arruinado su linda mañana con nuestra manera de conducir carros y nuestra horrible música.

Eso era tremendamente injusto que a mi hermano se le ocurrió decir que se fuera a perseguir donuts a otra parte. Y para colmo, yo la recontra arruiné deciendole que mejor se fuera de regreso al barrio de pobres hambrientos donde persiguen comida del que nació; esto solo empeoro más las cosas. Nos condenó a todos a patrullar la cocina, o sea, a fregar platos y demás toda la tarde en el sótano con las arpías de la limpieza. Mientras yo no soportaba estar en un lugar semi-oscuro con las arpías que lavaban con lava, en vez de hacer lo normal y lavar con agua. Lo hacían para obtener un brillo súper limpio y matar al 99,9 por ciento de los gérmenes. Así que dos hijos de Atenea y dos de Poseidón tuvimos que ponernos delantal y guantes de abesto.

A Tyson no le importaba mucho que digamos; sumergió sin temor sus manos desnudas y empezó a fregar, pero como los demás no éramos unos cíclopes resistentes al fuego, tuvimos que soportar durante horas que me parecieron infinitas, sobre todo con mi THDA, en aquel peligroso y sofocante trabajo, especialmente porque, al parecer a propósito, Tántalo había ordenado a la hora del almuerzo toneladas de platos extras, tipo banquete, para celebrar la victoria de Clarisse: una comida muy completa que incluía a los pájaros del Estínfalo que habían logrado matar los de Apolo, fritos a la paisana.


Lo único bueno de este suplicio fue que todos tuvimos tiempo de sobra para hablar y odiar mucho más de lo que ya odiabamos a Tántalo. Mientras Percy le contaba a Annabeth sobre su sueño que tubo, del cual ya nos había placticado a mí y Tyson, tuve que perdonarme con James.

-Lo siento tanto, perdóname por favor-James se concentraba en lavar los platos-. James escúchame quieres- me miró-. Lo lamento mucho, en serio. Yo no quise dejarte así tan repentinamente. Fui una cobarde, me atemorizó mi sueño y me fui con Percy, Annabeth y Tyson. Yo te avisé que me iba.-


-Pues no te escuche


-Lo sé. Lamento mucho que te hayan lastimado.

-Tranquila, no fue grave.- dijo cogiéndome del hombro.

-Ok, gracias-Si no hubiéramos estado lavando con lava, le hubiera tirado un poco en la cara.

Mientras lavaba, Annabeth se molestó un poco con Percy. No los escuchaba mucho.


Luego de un rato oí que decían algo sobre el mar Mediterráneo, el triángulo de las Bermudas, y no sé qué más.


Al final, Percy me dijo que le pasara el pulverizador de lava, este se lo pasó a Annabeth.

Poco antes de ir a cenar, Percy y Annabeth nos explicaron el plan. Luego de que todos entendimos, nos despedimos para ir con nuestras cabañas a cenar.

En la fogata de aquella noche, la cabaña de Apolo dirigía los cantos a coro. Trataban de levantar el ánimo general, pero no era fácil tras el ataque de aquellos pájaros enormes con pico afilado. Estábamos sentados en el semicírculo de gradas de piedra, mientras cantábamos con una energía...súper...decaída.

La hogera estaba encantada, y cuanto más fuerte cantábamos, y más alegres estábamos, sus llamas se elevaban más; cambiaba de color y también la intensidad de su calor. Según me habían contado, en una buena noche, habrían alcanzado seis metros de altura, de un color púrpura y quemar toda la primera fila de malvadiscos. Esa noche, teníamos frío, alcanzaba un metro y tenían un color ceniciento.

 Pamela Jackson y los dioses del Olimpo: El Mar de los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora