17 de diciembre

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De nuevo, se sentía algo mejor; dejando de lado el dolor de cabeza, Espartero Martínez se sentía fuerte como un toro. Por suerte.

"Debemos hoy, 17 de diciembre, cuidar a los de cerca, porque a veces olvidamos los pequeños detalles. Y ya hemos aprendido que la base de todo son los pequeños detalles."

Miró uno y otro, pero no lograba decidirse. Álvaro se mordió el labio inferior, indeciso, mientras alternaba la vista entre American Idiot y Nimrod, sendos álbumes de la banda punk Green Day. Ambos tenían el mismo precio; y aunque el primero era mucho más conocido, el segundo le gustaba un montón también. Y llevaba el dinero justo para uno de ellos.

Con un suspiro, hizo chocar las esquinas de los CD a intervalos regulares mientras se lo pensaba. Los álbumes de Green Day nunca estaban de oferta, y menos a tres euros con noventa y nueve. Dejara el que dejase, no iba a volverlo a ver a ese precio; eso seguro. Y se quedaría con la sensación de que debería haber cogido el otro. Pero, por otra parte, era incluso peor no coger ninguno, y no poderlos escuchar más que cuando no había tormenta y la WiFi funcionaba. Y eso, viviendo en el norte de Galicia, era un auténtico chiste.

Cerró los ojos, y los dejó en el suelo. Dio tres vueltas, con cuidado de no moverse del sitio para no pisarlos, y cogió el primero que encontró tanteando con los dedos. Lo miró. Nimrod. American Idiot se quedaba donde estaba. Adiós, San Jimmy. Miró con pena la granada en forma de corazón antes de ir a la caja y pagar.

Al salir, se sentó en el bordillo de la calle, y sacó el Discman de sus padres, tan viejo que temía romperlo cada vez que lo tocaba. El cacharro tenía un aspecto totalmente ochentero, pero el sonido no era tan malo. La verdad es que, y aunque no fuera a admitirlo delante de nadie, sonaba bastante bien. Y más teniendo en cuenta que tenía treinta años.

Nice guys finish last invadió sus auriculares, y se dejó llevar. Cerró los ojos para disfrutar de la música, cuando notó unos toquecitos en el hombro. Abrió únicamente uno, sin querer salir del todo de su comodidad musical.

—Oye, tío, toma. —Una chica, con aspecto de sacarle unos cuantos años, le tendió American Idiot—. El Discman que tienes es muy chulo, por cierto. Vintage. Me mola tu rollo.

—¿Y esto? —preguntó Álvaro, sin creérselo apenas, mirando la carátula con desconfianza.

—Sé lo duro que es elegir entre dos álbumes de oferta que te gustan. Créeme, así le perdí la pista a Lost Highway.

—¿Bon Jovi? —Ella asintió—. Así que te gustan los viejunos.

—Si se han mantenido en la cima del mundo de la música durante tantos años, por algo será —dijo la chica, con una sonrisilla.

—Bueno...

Sin nada más que decir, Álvaro le ofreció uno de sus auriculares a la chica y, sumidos en sus pensamientos, ambos escucharon el disco entero.

Unos años después, la situación no había cambiado mucho.

—Tengo que terminar este informe para el profesor Jagger —se quejó Alicia.

—¿Y ese apellido? No me digas que se llama Mick —bromeó Álvaro.

—No, pero a él le gusta pensar que sí. ¿Has hecho té? Me parece que me va a hacer falta.

El chico miró a su novia, y dejó una taza humeante al lado de su portátil.

—¿Acaso dudabas de mí? —dijo con sorna, dándole un beso en la frente.

—En absoluto —contestó ella, sonriendo.

Tras charlar un momento, Álvaro dejó a la joven sola para que pudiera concentrarse en su trabajo. Se sentó en la sala de estar de su apartamento, una mezcla de rojo oscuro y negro, con la pared cubierta por una falsa textura de ladrillos, que había sido lo primero que habían especificado cuando decidieron empezar la reforma. Antes de sentarse en el sofá de cuero con el que los dos habían confesado haber soñado desde pequeños, pasó el dedo por las baldas de los CD.

Había uno fuera de sitio: American Idiot. Álvaro sonrió, y lo cogió. Hacía mucho que no lo escuchaba, y era una pena. Porque era un álbum bastante bueno. Lo puso en el equipo de música, y se sentó, cerró los ojos y, una vez más, escuchó la historia del Jesús de los suburbios, de su chica sin nombre y del héroe San Jimmy.

Hacia la decimotercera canción, justo en su línea favorita, notó un peso adicional a su lado.

I remember the face, but I can't recall the name, and now I wonder how Whatsername has been —canturreó Alicia, apoyando la cabeza en su hombro.

Remember, whatever, it seems like forever ago —le siguió el juego él—. ¿Has terminado tu informe?

—Ajá —asintió ella—. Y he pensado en venir aquí, a mi sofá de cuero negro tan chulo, y sentarme con mi novio, también chulo pero un poco menos, porque seamos sinceros, nada mola más que el cuero...

—Me siento atacado —dramatizó Álvaro.

—..., y, sencillamente, escuchar el álbum que le regalé el día que nos conocimos como pretexto para intentar ligármelo. No sé, no está mal mi plan.

—Nada mal —murmuró el chico. Se apoyaron el uno en el otro de nuevo, en silencio, disfrutando de la canción, sin necesitar nada más para que aquel momento fuera perfecto. Aquel pequeño instante de inmensa felicidad.

"Ha sido durante mucho tiempo un axioma mío el hecho de que las cosas pequeñas son, infinitamente, las más importantes." (Sir Arthur Conan Doyle)



Adviento. Un calendario muy especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora