14.- Y sin embargo

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Ana siente los labios de Silvia besando su cuello con pasión. Nota su aliento y su olor invadiendo su cuerpo. Están ambas desnudas, piel contra piel. Silvia va bajando lentamente, besando cada centímetro de piel que encuentra a su paso. Las manos de Ana se enredan en el pelo de su compañera, estremeciéndose con cada beso que ésta deposita en su piel.
Silvia sigue bajando y bajando, agónicamente despacio. Quiere provocarla, quiere que no pueda más. Se detiene en su ombligo, besando la tripa de su morena y haciendo que ésta gima de placer.
Sus besos llegan a donde ambas estaban deseando, y Ana arquea la espalda, repitiendo una y otra vez el nombre de su chica.
-Silvia, Silvia...
De repente oye un ruido y todo se empieza a distorsionar.
Ana abre los ojos, molesta por la luz que entra por la ventana. Está procesando el sueño aún. Parecía tan real... Sigue absorta en sus pensamientos cuando el sonido de la alarma la empieza a molestar. Se incorpora un segundo para apagarla y se tapa la cara con la sábana.
Hacía días que no tenía esa clase de sueños con su chica, pero aquí están de vuelta para torturarla.
La morena piensa en los momentos en los que han compartido cama, bien para divertirse o dormir, o simplemente ver una película, y le invade la melancolía.
Saca el móvil y relee la última conversación con Silvia. Total, ya le da todo igual. Sabe que Silvia no puede estar con ella, pero ahora sabe que tiene una mínima posibilidad de hacer que funcione, y va a luchar por ella. Entonces le empieza a escribir:
<Acabo de soñar contigo. Siempre me levanto pensando en ti, pero hoy hasta dormida.>
Y lo envía. "Qué más da... De perdidos al río".
Su móvil suena a los 10 segundos:
<¿Qué clase de sueño?>
Ana sonríe.
<Sueño de sábanas>.
Silvia contesta con un audio de whatsapp:
"Ya te vale, morena. Qué tal Madrid?"
Ana supone que no está con Andreu, así que la llama.
-Silvia, no estoy en Madrid- dice Ana según su amiga descuelga - Sigo en Barcelona, tengo Morgadeces esta noche aquí.
-Ah, no lo sabía... - A Silvia le avergüenza no saberlo; no tiene sentido, no tiene por qué saberlo, pero es así. - Perdona...
Ana se queda unos segundos en silencio y cambia de tema:
-Oye, ¿Desayunamos juntas? - sugiere, tímida- Como amigas...
Silvia suspira al otro lado del teléfono:
-Ana, no nos pueden ver juntas...
-Pero como amigas! - Ana no entiende qué tiene de malo un café.
- No puedo, Ana. - Silvia suena triste.
-Vale, pues nada... Déjalo.
-Lo siento... - Silvia se disculpa y, al ver que su amiga no contesta, sigue hablando.- Últimamente no hago más que pedirte perdón...
-Da igual, Silvia. No te agobies. No tendría que haberte escrito. Te veré la semana que viene, no?
-Sí, claro. Suerte en el teatro, que tengas buen finde.
-Tú también, nena.

Silvia suspira cuando cuelga el teléfono. Andreu se ha ido a Madrid a trabajar, y ella está sola con la niña. Le hubiera encantado que desayunaran las tres, pero no quiere arriesgarse.

Andreu la ignora todo el tiempo, lo único que le preocupa es tenerla controlada y saber que no se ve con nadie. Pero Silvia no entiende por qué. Por qué quiere estar con ella si en realidad no la quiere. Él nunca se lo ha reconocido, pero ella lo sabe. Piensa que es más por orgullo que por amor y, lo peor de todo, ella aún le quiere.
Sin embargo, si le compara con su morena, no hay color. Ana la quiere con locura, y se desvive por ella.
Silvia sigue enumerando mentalmente todas las cosas buenas de Ana, cuando se le ocurre una locura.

Ana sale del teatro, cansada pero contenta. Por suerte este teatro está muy cerca del hotel, así que decide darse un paseo aprovechando que hace una noche muy buena.
Cuando está llegando al hotel, ve el coche de Silvia en el aparcamiento. Duda de si se equivoca, pero tiene la matrícula memorizada.
Entonces le llega un mensaje:
<Sí, soy yo. Si te parece bien, me gustaría tomarme unas cervezas contigo.>
Ana mira al coche, desconcertada. Empieza a andar hacia el coche y entonces le suena el móvil.
-Ana, no quiero que nos vean juntas.
-¿Silvia? ¿Qué haces?
-¿Te puedo invitar a una cerveza en tu habitación?
- Claro.
-Espérame arriba.

Ana guarda el móvil y se da la vuelta, caminando hacia el hotel. No entiende bien lo que pasa, pero le da igual. Su chica está aquí.
Silvia llama a la puerta de la habitación. Ana la abre, con una sonrisa, y la abraza. Silvia deja en la mesa las latas de cerveza que lleva en una bolsa. Esa habitación le trae tantos recuerdos...
-No podía estar en casa sola sabiendo que tú estabas en Barcelona.
Ana la besa con pasión, olvidándose de lo complicado que es todo.
-Me encanta que estés aquí, nena.
Silvia la levanta en vilo, y Ana la rodea con las piernas, besándola de nuevo. La catalana se sienta en la cama, con su chica encima. Sus manos siguen sujetando el culo de la morena, y en poco tiempo su ropa empieza a caer al suelo.
A diferencia de en el sueño, esta vez es Ana la que devora a su chica, haciendo que ésta repita su nombre, provocando reacciones en ella que casi nadie conoce.

La pareja se abraza, sonriente y feliz.
-Te echaba tanto de menos... - le dice Ana, con una sonrisa, mirándola embobada.
-Nena, yo también a ti. Pero ya sabes...
Silvia no quiere volver a tener la misma conversación otra vez.
-¿No has pensado en hablar con Andreu?- le pregunta Ana, con miedo.
-Ana... Andreu ya lo sabe.
Ana se queda paralizada. ¿Y entonces todo el secretismo?
-¿Qué? ¿Cómo que lo sabe?
-Alguien le ha mandado fotos nuestras. Fotos que nadie debería tener...
-Joder, Silvia, por qué no me lo habías dicho.
-Porque es problema mío, Ana.
La morena la abraza, dándole un beso suave en los labios.
-Te dije que te iba a ayudar en todo siempre. Eso incluye tu marido. Aunque me duela.
Silvia sonríe. "Cómo no la voy a querer".
-Cariño, eres increíble. Pero esto es algo que tengo que solucionar yo sola, ¿Vale? - Silvia ni siquiera sabe si tiene solución, pero ahora está dispuesta a intentar buscar una.

Las chicas salen de la habitación intentando que no las vea nadie. Pero mientras esperan el ascensor, se encuentran una cara conocida.
-Hola, Carlos - Silvia le saluda avergonzada. Ya es casualidad.
Ana ni siquiera le saluda, sólo hace un gesto con la cabeza por educación.
Latre las mira, nervioso.
-Bueno, yo me voy por las escaleras. Hasta luego, pareja. - La forma en que remarca la última palabra no les hace gracia a ninguna de las dos, que se miran frunciendo el ceño.

Silvia llega por fin a casa, después de recoger a su hija de casa de su madre. Saca el móvil para borrar cualquier rastro de su chica, cuando ve un mensaje de Andreu:
<Te avisé. Tú te lo has buscado, Silvia>.
El siguiente mensaje es una foto de Ana y Silvia saliendo de la habitación de la morena.
Silvia la analiza. Sabe perfectamente quién ha estado espiándola para su marido.

Tu Cara Me EncantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora