15.- Sin ti no soy nada

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Andreu llega a casa, encontrándose a Silvia llorando en silencio, sentada en la cama. Joana ha salido al jardín a jugar.
En el momento en que Andreu ve a su mujer, se llena de ira y empieza a gritarla:
-¡Ni siquiera te dignas a contestarme! ¡Hija de puta! ¡Prefieres a la zorra esa antes que a tu propia familia!
Silvia le mira, con los ojos llenos de lágrimas. No sabe qué decir.
-Andreu... No puedo evitar lo que siento... Y tú... Tú no me quieres... - va bajando el tono de voz, a la vez que la mirada.
-¡Me importa una mierda lo que sientes! ¡Tengo proyectos en marcha y no puedo permitirme un escándalo! ¿Y qué crees que pasaría si mi mujer se está tirando a una compañera de trabajo? ¡Mi carrera es lo más importante y no voy a dejar que tú la eches a perder!
Silvia nota cómo se le llena la cara de lágrimas. Alguna vez se le pasó por la cabeza que Andreu sólo la quería por marketing, pero escucharlo de sus labios le duele mucho.
-Yo pensaba que me querías... - afirma Silvia.
-Escúchame, esto nos beneficia a los dos. Somos una pareja televisiva. Qué más da si te quiero o no. - Andreu le habla con desprecio. Tiene muy claro que deben estar juntos, pero no por amor.
Silvia escucha en silencio, sin mirarle. No puede creerse lo que oye de boca de su marido.
Andreu sigue hablando, con rabia contenida, pero en un tono más calmado:
-Hasta que te des cuenta de lo que es mejor para ti, para mi y para nuestra carrera, nos vamos. - Andreu abre el armario y empieza a coger cosas.
-¿Nos vamos a dónde? - pregunta Silvia desconcertada.
-Tú no. La niña y yo. - Andreu mete las cosas en una bolsa de deporte y va hacia la puerta del dormitorio.
En ese momento, Silvia se levanta, muy agitada, y va tras él.
-¡No!¡No puedes hacer eso! - le grita, golpeándole el pecho.
-Sabes que puedo. Y que lo voy a hacer.
Andreu forcejea con Silvia, que le agarra la camisa y le agita.
-¡No me hagas esto, Andreu! ¡Por favor! -Silvia grita, entre sollozos.
Andreu la mira con odio y la empuja con todas sus fuerzas, haciendo que Silvia caiga al suelo. Se hace daño del golpe y se agarra el codo con una mueca de dolor. También se ha golpeado la cabeza con el pico de la cama.
Silvia intenta recomponerse de la caída cuando escucha a Andreu hablar. Oye pasos que van hacia la puerta de la calle, y el motor del coche encendiéndose.
Silvia se pone en pie, como puede, aturdida aún, y corre hacia la puerta. Una vez abre y mira a la calle, ve el coche de Andreu alejarse a toda velocidad por su calle.
Está mareada, del golpe y de todo lo que acaba de pasar. Intenta ir hacia su coche pero nota cómo le fallan las piernas, por lo que tiene que sentarse en el suelo.
Andreu se ha llevado a su hija. Esa frase resuena en bucle en su cabeza. Sentada en mitad de la calle, llorando, sintiendo cómo todo le da vueltas, saca el móvil y llama a Ana.
-Hola, Silvia.
-¡La niña! ¡Se la ha llevado! - grita Silvia llorando. Apenas se la entiende. -¿Qué? ¿Silvia? ¿Qué pasa? - Le pregunta la morena, sin entender nada.
-¡Mi hija! ¡Mi niña! - Silvia repite esas palabras una y otra vez. Ana la escucha en silencio. Se pregunta cómo habrá sido capaz Andreu de hacerlo, si es que realmente lo ha hecho.
-Nena, voy para allá. Espérame. Y tranquilízate, por favor. - le contesta Ana, preocupada.
Silvia ni siquiera contesta, sigue llorando desconsolada hasta que escucha a su chica colgar el teléfono.

Incorporándose como puede, la catalana entra en casa, apoyándose en las paredes según camina.
Se acabó todo. Su vida se ha ido a la mierda.
Va hacia el baño. Tiene ganas de vomitar. Una vez ha echado lo que tenía en el estómago, que era bien poco, se lava la cara y abre el botiquín. Se toma un ansiolítico y se queda mirando la caja de pastillas, pensativa.

Ana intenta buscar un taxi, pero todos los que pasan están ocupados. Le late el corazón a mil. No quiere que Silvia esté sola en estos momentos. Necesita saber qué es lo que ha pasado exactamente. Pasan unos 15 minutos y no consigue encontrar ninguno libre, así que entra al hotel y pide en recepción que le llamen un taxi.
Ana mira la hora en el móvil cada minuto, nerviosa. Por fin llega su taxi. Ha pasado casi media hora desde que bajó de la habitación.
Una vez en el coche, le da la dirección de Silvia y le pide al taxista que por favor intente llevarla rápido.
Ana llama a Silvia para hacerla saber que está en camino, pero ésta no le coge el teléfono.
Decide escribirla.
<Amor, en media hora estoy allí. Estate tranquila, por favor. Te quiero. >

Su chica no contesta. Ana sigue estando nerviosa, pero intenta no ponerse en lo peor y pensar que estará cargando el teléfono, o en la ducha, o haciendo cualquier cosa.

El taxista cumple con lo prometido y en 20 minutos están en casa de Silvia. Ana le paga y le dice que se quede con el cambio. Le dedica una sonrisa educada al taxista y se baja rápidamente.
Llama a la puerta con los nudillos, dándose cuenta de que está abierta.

Entonces entra, cerrando la puerta tras de sí, y empieza a caminar por la casa. Es la primera vez que va, así que no tiene ni idea de dónde está nada.
-¿Silvia? - va diciendo la morena a medida que avanza.
Pasa por el salón, totalmente vacío. Se entretiene un poco mirando la decoración y las fotos, pero vuelve a concentrarse en buscar a su chica.
La casa es enorme.
Empieza a andar más rápido. Supone que Silvia estará dormida o duchándose, pero debería haberla oído.
Por fin da con la habitación de matrimonio. La cama está hecha y vacía.
Desvía la mirada hacia el cuarto de baño, al que se accede desde el dormitorio, y ve que la luz está encendida. Ana recorre la habitación en tres zancadas y abre la puerta de golpe.
Silvia está en el suelo, inconsciente. Ana nota cómo su vista se nubla por las lágrimas. No entiende nada. Se arrodilla al lado de su chica y le coge la cara, muy nerviosa, con los ojos como platos.
-¡Silvia!¡Nena, qué te pasa! - Ana agita a su chica, pero ésta no responde. Tiene los ojos entreabiertos, y está fría y muy pálida.
Ana se la acerca contra su pecho y llora desconsolada, abrazando el cuerpo inmóvil de su chica.
En el momento en que la mueve, ve dos cajas de pastillas a su lado.
Ana saca el móvil a toda prisa del bolsillo y llama al 112.
-¡Necesito una ambulacia! -Grita en el momento en que descuelgan. - ¡Mi amiga se ha tomado un montón de pastillas!
Su voz es agónica. No puede creerse lo que ve.
Lo único que hace es llorar y abrazar a Silvia, esperando que alguien venga pronto y susurrándole al oído, entre lágrimas:
-No te mueras, por favor. Por favor.

Tu Cara Me EncantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora