16.- Retorciendo palabras

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-Vamos a realizarle un lavado gástrico aquí mismo. En estos casos, la rapidez es esencial.
El médico del SAMUR indica a su compañero que coja a Silvia y la tumbe en la camilla. Ana les mira, en shock. Silvia sigue inconsciente. Los sanitarios giran a Silvia hasta que está tumbada de lado y empiezan a introducirle la sonda gástrica por la boca. Ana se gira, apartando la mirada. Ver a su chica en esa situación le provoca náuseas.
-¿Se va a poner bien? - pregunta Ana, dándoles la espalda.
-Hacemos lo que podemos, señora - responde el médico en un tono neutral, casi robótico.
Ana se gira para ver qué hacen. Están succionando el contenido de su estómago. La morena intenta mantener la calma, conteniendo las lágrimas. El personal de emergencias termina el lavado de estómago y conecta a Silvia a un respirador artificial.
-¿Por qué no se despierta? - grita Ana, fuera de sí.
-La dosis es elevada. Vamos a inyectarle un antídoto para contrarrestrar la intoxicación, pero hay que llevarla al hospital.
Ana asiente. Una vez le ponen la vía a Silvia, emprenden la marcha hacia la ambulancia. Ana les sigue, sujetando la mano de Silvia.

Andreu recibe una llamada de un número desconocido. No se decide a contestar, pero al final accede.
-¿Cómo que en el hospital? - Andreu pregunta, extrañado - ¿Que ha hecho qué?
Andreu cuelga el teléfono, enfadado. "Estúpida, cómo se le ocurre hacerme esto a mi".

Ana pasea nerviosa por la sala de espera. Necesita que alguien le de información sobre su chica. Por fin, un médico sale a buscarla.
-Sigue inconsciente, pero la hemos conseguido estabilizar. Ya hemos avisado a su marido.
La cara de alivio que pone al escuchar que está estable cambia radicalmente con la última frase.
-No tenían que haberle llamado - contesta nerviosa.
-Es protocolo, señora. En breves la trasladaremos a planta y podrá pasar a verla.

Ana entra en la habitación. Se le caen las lágrimas al ver a su chica conectada al respirador y al monitor. Está todavía muy pálida, llena de cables.
Ana cierra despacio la puerta tras de sí y se acerca lentamente a la cama de Silvia, secándose las lágrimas.
Se sienta en el borde de su cama y le coge la mano con delicadeza, acariciándole el dorso con el pulgar.
-Mi amor... - susurra de forma casi imperceptible. Se acerca a ella, acariciándole la cara, y le besa la frente.
-Nena... Qué pasa... - la morena habla, sabiendo que no va a obtener respuesta. - Mi vida, no sé qué ha pasado, no sé por qué has hecho esto... Pero voy a estar contigo hasta el final - una lágrima resbala por su cara - Silvia, me has hecho la mujer más feliz del mundo. A pesar de las peleas, de las complicaciones, cada segundo contigo merece la pena todo esto y más. Te quiero, te quiero con locura, pase lo que pase. Y lucharé lo que haga falta por estar a tu lado. Porque eres el amor de mi vida. Ponte bien, mi nena...
Ana se queda en silencio mirándola, observando su respiración, provocada por la máquina a la que está conectada.

La morena sale a por un café y a fumarse un cigarro. Tiene los ojos hinchados de llorar y el pelo enmarañado.
Saca su móvil para llamar a Ruth, cuando le entra una llamada.
"Andreu". A Ana le consume la rabia, la vergüenza y una mezcla de enfado y culpabilidad que no sabe identificar.
Sin saber bien qué decir, descuelga, sin hablar.
-Esto es todo culpa tuya, Morgade - le suelta Andreu.
-¡Pero tú de qué vas! - grita ella - ¡Eres tú el motivo de que haya hecho esto! ¿Qué has hecho, Andreu? ¿Por qué me llamó llorando histérica?
-Eso a ti no te incumbe. Yo soy su marido. Y punto. Eso es todo lo que necesitas saber.
Ana traga saliva. Sabe que en parte tiene razón.
-¿Ni siquiera me vas a preguntar cómo está?
-No me interesa, la verdad. Lo que quiero decirte es que esto no sale del hospital. No quiero que llegue ni a la tele, ni a las revistas, ni a nadie que pueda contarlo, ¿Te enteras? - Andreu suena amenazante.
Ana contesta. "De acuerdo". Y cuelga.
Según guarda el teléfono, le vienen a la cabeza todas las cosas que tendría que haberle dicho. Andreu no la quiere, eso le ha quedado claro.

Silvia abre los ojos, desorientada. Intenta moverse, pero tiene cosas conectadas por todas partes. Oye el pitido del monitor cardíaco. Mira a su alrededor. Es de noche. Se incorpora como puede, observando la habitación de hospital.
Sus ojos se posan en el sillón de la habitación, donde ve una mujer hecha un ovillo, dormida.
-¿Ana? - intenta hablar a través de la máscara de oxígeno. Le cuesta pronunciar las palabras. Forzando la garganta, vuelve a decir -¡Ana!
La morena abre los ojos y da un respingo, frotándose los ojos.
-¡Nena!
Ana se levanta corriendo y se acerca a la cama de su chica. La felicidad le invade al ver que está despierta.
-¡Mi vida! - Ana la abraza con cuidado y le besa la frente.
-Ana, lo siento - intenta decir, con dificultad.
-Nena, no hables. No pasa nada. Tenemos todo el tiempo del mundo para hablar. Me alegro tanto de que estés bien!!!
Silvia sonríe a través del material de la máscara.
-Voy a avisar al médico, preciosa.
Silvia asiente mientras Ana sale rápidamente de la habitación.

Tras firmar el alta, las chicas van hacia casa de Silvia en un taxi. Se miran en silencio, cogidas de la mano. Silvia tiene mejor color pero aún tiene ojeras y cara de enferma.
Una vez en casa de Silvia, Ana se sienta en el sofá y su chica se acurruca en ella, poniendo su cabeza en su regazo. La morena le acaricia el pelo, coge aire y empieza a hablar:
-Nena, por qué lo hiciste...
Silvia se abraza a la pierna de su chica.
-Fue un ataque de nervios. - habla bajito, avergonzada. - Ni siquiera lo pensé.
Ana sigue acariciándola.
-¿Dónde está el resto? - se refiere a su marido e hija, pero pregunta con la mayor delicadeza que puede.
A Silvia se le hace un nudo en el estómago.
-No lo sé. - La catalana se incorpora y mira a su chica. - Ana, se la ha llevado. Por mi culpa.
Silvia rompe a llorar y la morena la abraza.
- Lo vamos a arreglar. Aún no sé cómo, pero te lo prometo.
Ana la separa, la coge la cara y la empieza a besar con dulzura. En esos besos se desvanecen la ansiedad, la preocupación y los problemas, y sólo quedan ellas.

Tu Cara Me EncantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora