Capítulo 4.

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Cuando Louis finalmente se despierta, lo hace muy, muy lentamente. No sabe exactamente dónde está. ¿Está muerto? ¿El malvado hombre arpía lo encontró? Lo primero que nota, es que no puede sentir o mover su ala izquierda. Desorientado, sin saber qué pensar o qué hacer, comienza a entrar en pánico. Dejándose llevar por sus instintos, abre los ojos inmediatamente y extiende sus alas, o intenta, al menos. Tan pronto como lo hace, su ala derecha golpea cosas alrededor de la habitación, provocando un fuerte escándalo que sólo logra poner a Louis más nervioso. Se mueve sin ningún cuidado en el lecho donde ha estado durmiendo y cae sobre su costado izquierdo, inmediatamente lamentando haberse movido tan bruscamente. Él gime por el dolor insoportable que brota de su ala izquierda, la cual ahora está unida a su torso envuelta con algunas vendas. Escucha a alguien acercarse apresuradamente hacia la habitación, y se refugia nuevamente contra la pared más lejana.

—¿De dónde ha venido todo ese ruido? —Una mujer grita con preocupación mientras atraviesa el umbral.

Louis sólo se sienta allí acurrucado, intentando desesperadamente cubrirse él mismo con su ala derecha.

—Oh, pobre bebé. —Oye una voz femenina murmurar—. Hey, está bien, estás seguro ahora. —Continúa la voz, sonando más cerca de lo que Louis espera. La rigidez de su cuerpo desaparece cuando unas manos suaves acarician su ala, mientras la suave voz dice con dulzura—, mi nombre es Caroline, te he estado cuidando durante el último par de días.

¿Días? ¿He estado durmiendo durante días? Piensa para sí mismo, sorprendido.

—Louis, está bien, cariño, nadie te hará daño aquí. —Caroline lo tranquiliza.

Segundos pasan, pero se sienten como horas. Con cuidado, escondiendo su ala derecha detrás de su espalda y frotando sus ojos llorosos, levanta la mirada para finalmente ver a Caroline. Ella es hermosa, con piel oscura y grandes ojos marrones. Sus alas son largas y están escondidas detrás de su cuerpo, de color marrón. Los ojos de Louis se agrandan, y sin querer, exclama fuertemente:

—¡Eres una arpía! —Sus ojos se amplían con horror ante sus propias palabras y rápidamente se cubre la boca con sus diminutas manos.

Estaba tan feliz de ver a uno de su especie, alguien que no fuera un animal raro o niño con ojos brillantes, que olvidó que la razón por la cual llegó aquí fue por su propia especie. Cerrando los ojos, su respiración se vuelve más y más pesada mientras las lágrimas se aglomeran en sus pestañas.

—P-por favor no me l-lastimes. —Gime Louis—. Por favor, se lo suplico, señorita, por favor, no me haga daño. —Repite.

Unos cálidos brazos envuelven su cuerpo, sosteniéndolo firmemente, no tanto como para lastimarlo, al contrario, para protegerlo. Louis se derrite en el abrazo, finalmente sintiendo la calidez familiar de otra arpía reconfortándolo, como si ya no estuviera solo, casi como si su madre estuviera aquí.

—Shhh, nada de eso, amor. —Caroline lo calma, acariciando su cabeza y plantando besos a lo largo de su frente—. Absolutamente nadie te hará daño aquí, no mientras yo pueda evitarlo.

—¿Pinky promise? —Louis hipa mientras mira hacia ella, con su pequeño dedo meñique alzado.

Limpiándole las lágrimas con sus pulgares, Caroline alza su dedo meñique—. Pinky promise, amor, y yo nunca rompo esas promesas. —Declara con una pequeña sonrisa.

Louis la mira fijamente por un segundo, sinceridad es lo único que ve reflejado en sus ojos antes de envolver su dedo meñique alrededor del más largo.

Exhalando fuerte se hunde de nuevo en el calor de su cuerpo, apoyando la cabeza en su pecho, los lentos latidos de su corazón logran calmarlo bastante.

La arpía y el tritón ➳ Larry AU ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora