— ¿Así que estamos buscando a un "Santa Claus"? — le preguntó Albino a Guillermo. El día anterior, la familia de Marina había ido a declarar, y el hijo más pequeño dijo que había visto a un hombre con barba como la de Santa— ¡Estamos buscando a un ser que no EXISTE!
— ¿Seguro que dijo eso? Puede que hayas escuchado mal.
Álvaro Albino lo fulminó con la mirada y suspiró resignado, mientras asentía con la cabeza. Estaba muy enfadado y recién eran las seis de la mañana del día sábado. Más o menos a las cinco, llamó a su hija para comprobar si sus amigos ya se habían ido, y así fue; le había contado que Peter había corrido despavorido, hacia quién sabe dónde. Aún todavía no había atendido su celular y, para colmo, la familia del chico parecía no tener electricidad. La casa de Peter quedaba casi en las afueras del pueblo, bastante lejos para ir y peguntar « ¿Su hijo se encuentra bien? » porque hasta quizás, el niño se fue a la plaza a jugar y los padres de este se iban a preocupar por nada. Era un riesgo que debían tomar, y tampoco habían pasado las veinticuatro horas reglamentarias para ir a buscarlo.
Habían llamado a la empresa que le daba la luz a todo el pueblo y les habían comunicado que a las seis y media iba a volver la electricidad para todos y los que ya la tenían, no les iba a pasar nada. Una vez que haya vuelto, si no tenía nada para hacer, Álvaro iría hasta la casa y hablaría con los padres del amigo de su hija. Esperaba que fuera solo una confusión y que no aparezca... muerto.
Al final, la electricidad volvió a las siete de la mañana; la empresa nunca era exacta.
Albino fue en busca de Guillermo para avisarle que iba a salir.
—Iré a la casa de este niño. Si pasa algo, llámame.
Cardona asintió y su compañero se fue a donde había dicho.
Llegó y rápidamente se bajó del auto. Estaba por golpear la puerta cuando sonó su teléfono móvil; antes de atender, se dio cuenta que era Guillermo.
— ¿Hola? —Saludó en forma de pregunta— ¿Cardona?
Se escuchó un suspiro en la otra línea.
—Sí, sí, soy yo— Su voz estaba apagada, distinta.
— ¿Qué te pasa? ¿Encontraron algo? Estoy en frente de la casa de este niño eh... Peter.
—Lo hemos encontrado— dijo por fin, Cardona—. Lo hemos encontrado... muerto.
Álvaro dejó caer el teléfono al suelo, no podía creer lo que su compañero le decía... era imposible creerlo, ¿quién le haría algo así a un niño indefenso, que no había hecho nada malo en toda su vida? Él lo conocía de pies a cabeza y sabía que no era uno de esos adolescentes que andaban en problemas y en la calle pintando las paredes con aerosoles.
¿Cómo le comunicaría esta triste noticia a su hija? Pensaba miles de posibilidades pero no podía saber cómo iba a reaccionar. Su pobre hija querría estar sola, llorando en silencio y pensando quién podría haber hecho algo así. Obviamente, iba a querer ayudar a su padre para descubrir al asesino.
Se agachó lentamente, para agarrar el celular. Cuando lo tomó, Cardona ya había cortado; ya sabía el motivo de por qué su voz se notaba tan apagada, sin vida. Era doloroso pensar lo triste que estaría la familia de Peter y como lo estaban todos en el pueblo; de tan solo imaginar que el asesino estaba suelto y gozando de libertad, hacía estremecer a todos. También los hijos propios podían ser las próximas víctimas.
Se volvió a subir al auto para llegar a la comisaría, y cuando lo hizo se dio cuenta que Guillermo estaba en su oficina, revisando unos papeles. Se dio cuenta que lo estaba esperando, y cuando notó su presencia, exclamó un "oh, ya llegaste, te estaba esperando".
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Crimen Navideño
Mystery / ThrillerAlturas es un pueblo en la montaña en el cuál la diversión no existe. Falta una semana para las fiestas, los niños ya están dejando de ir a la escuela y empiezan a armar sus árboles de navidad, hasta que uno se encuentra un adorno inusual en la caja...