Capítulo 7 (día 3)

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—Señor, no hemos encontrado nada. Ni a su hija— anunció Morales, otro de los policías—. Hemos escuchado el grito, pero no la pudimos localizar.

Ya era la una de la mañana y todavía no habían encontrado a Lucía Albino ni a Andy Aldes. La mayoría de los invitados se habían ido a su casa, porque los policías que estaban a cargo se los habían ordenado. La señora y el señor Aldes estaban inundados en llanto, querían encontrar cuanto antes a su hijo; mientras que Albino estaba alterado pero tranquilo, suponía que había ido a buscar al niño desaparecido. Un mal presentimiento pasó en su mente, el asesino podría haber matado a ambos y esconderlos en alguna punta del extenso bosque. Este lugar de vegetación beneficiaba al pueblo pero a la vez era molesto; beneficiaba a que vendían la madera de los árboles talados y lo molesto o malo era que cada dos por tres, algún deportista se perdía en él.

Había venido un equipo con perros especializados en búsqueda, tal vez así los encontraban más rápido y evitaban que algo les pasara.

Las horas empezaron a correr y aún no había rastros, hasta que llegaron a ser las seis de la mañana y Albino se mantenía en pie gracias al café. De pronto, sonó su celular y vio en la pantalla que el número era el de su hija; atendió rápidamente y murmuró un «hola» exasperado.

—Padre— escuchó que le decía su hija—. Estoy en el bosque, buscándolo a él; peor me he perdido, aunque creo que lo encontré hace una hora...

Álvaro se preguntó de qué estaba hablando, pero ella no había terminado allí.

—Estoy en el boque— repitió— y me he extraviado. Vengan a buscarme.

—Hija, querida— Todos sus demás compañeros se acercaron a él cuando dijo eso—. Dinos donde estas o algún punto de referencia y no te muevas de ahí.

—No-no sé dónde estoy; pero puedes localizarme con todas esas cosas raras que tienes en la oficina, ¿no?

Álvaro se quedó callado por un rato y luego miró a sus compañeros y les ordenó que busquen en todo el bosque, aunque eso era imposible. Él iría a la oficina y rastrearía a su hija, pero le llevaría tiempo y por eso mandó a los demás a buscarla en el bosque porque, aunque costaba creerlo, tal vez así la encontraban antes.

Se subió al auto y se fue directamente hacia la comisaría, mientras que Guillermo estaba rastreando las huellas que encontraba por el bosque. Cardona estaba seguido por Morales y otros dos policías más y un perro; en cuanto al primero, no era la única vez que había hecho esto, ya tenía mucha práctica y estaba "especializado" en esto. Con su mano derecha sostenía la linterna ya que todavía no había suficiente iluminación para reparar en todas las pistas, y con la izquierda llevaba una especie de lupa para ver con más detenimiento; él era zurdo y por eso la llevaba en esa mano.

Venían siguiendo huellas, pero en un momento desaparecieron.

Las huellas anteriores eran de una persona que calzaba treinta y cinco, al parecer estaba corriendo debido a que no había alcanzado a apoyar todo el pie; seguramente estaba escapando de alguien. Cardona llamó a su compañero, que tras los minutos que habían pasado, ya debería estar en la comisaría. Le atendió enseguida marcó el número y gracias a su voz podía notar que estaba exaltado. Le preguntó cuánto calzaba Lucía, y este le contestó que treinta y cinco.

—Hemos encontrado unas de ese tamaño— comentó—; pero lo malo es que desaparecieron.

Al otro lado de la línea se produjo un silencio profundo, lleno de esperanza que se había desvanecido.

—Sigan las huellas, iré para allí. Aquí no he encontrado nada, parece ser que su celular está apagado y de esta manera no lo puedo rastrear.

Cardona asintió, aunque Albino no podía verlo. Cortó la comunicación y se sumergió de nuevo en las pistas, corriendo algunas hojas que había por el suelo a ver si cabía la casualidad de que habían sido tapadas por estas. Ya desesperanzado, se dio cuenta que había una manija por el suelo, estaba oxidada y abría una trampilla de madera deteriorada y consumida por el musgo. Arqueó una ceja y llamó a los otros policías que estaban buscando por ahí cerca; estos simplemente lo ayudaron a abrirla, pero él solo bajó las escaleras de mano hasta llegar al suelo de piedra que parecía no haber sido pisado por mucho tiempo. Caminó por el pasillo que se extendía a lo largo y daba espacio a un arco del mismo material que el suelo

Su linterna se apagó. Se sobresaltó al notar que ya nada iluminaba el camino; golpeó la linterna con la pared a ver si así andaba por lo menos un poco más, pero desgraciadamente no resultó. Avanzó un poco más y sigilosamente, hasta que pudo tantear que había llegado al arco. Al estar bajo tierra, no entraba luz y por eso estaba tan oscuro. Pasó del arco y se dio cuenta que el camino se separaba en dos lados, optó por la derecha debido a que se escuchaba unos sollozos muy bajitos. Guiándose por las paredes, llegó a parar en lo que sería el final del nuevo pasillo; casi se cae de boca al suelo, pero logró pararse con las dos manos aunque se las lastimó y hasta se realizó un gran corte pero no muy grave. « ¿Hay alguien ahí? » murmuró, pero de respuesta solo obtuvo un «ah» que era más un lamento que una palabra. Se puso en cuclillas para quedar a la misma altura que la persona que reposaba en el suelo y sacó su radio, pero como era de esperar no había señal. Le susurró que ya volvía y fue corriendo hacia el aire libre y, una vez que subió la escalera de mano y le comunicó a los compañeros que había encontrado a alguien, todos bajaron.

El olor a moho y a humedad no favorecía a la claustrofobia que provocaba aquél sitio. Morales sentía que se ahogaba y le daba un poco de terror andar tan bajo tierra, además le tenía pánico a los lugares pequeños, por lo que no favorecía en nada. Los perros no habían bajado; básicamente, recibieron la orden de volver a la mansión, y ya debían de estar allí. Este había seguido a Guillermo, quien se dirigía a donde había encontrado a la persona que, cuando la encontraron, se dieron cuenta que era un hombre. Los demás policías que se habían quedado en el túnel, debido a que no entraban todos en la pequeña "cueva", ayudaron a sacar al desconocido a la superficie.

Una vez fuera, llamaron a la ambulancia y un par de la policía científica se quedó haciéndole compañía al pobre hombre que parecía inconsciente. Morales y Cardona se metieron de nuevo y fueron a investigar el otro pasillo.

—Estoy exhausto— dijo de repente el policía Morales. Era un hombre de veinte y pico, aunque hacía ya bastante tiempo que estaba trabajando en la comisaría; tenía el cabello corto y de un color miel, del mismo color de sus redondos ojos; era un joven alto pero no pasaba el metro setenta.

—Deja de hablar, consume más el oxígeno— le ordenó Guillermo ignorando el estado del joven.

Al llegar a la otra especie de cueva, se encontraron a un pequeño cuerpo.

Álvaro ya estaba llegando a la residencia de los Aldes. Estacionó y fue hacia uno de los policías que tranquilamente estaba tomando un café.

—No creo que sea momento de tomar un café mientras dos niños están en peligro— Apoyó un codo en el techo del choche de la misma manera que lo hacía ese hombre y en un movimiento repentino, le tiró el café encima—. No vas a tomar café hasta que encontremos a esas dos criaturas, de lo contrario, busca otro trabajo como degustador de cafés.

El hombre se lo quedó mirando atónito y luego reaccionó que llevaba el café puesto e hizo ademán de irse para adentro de la mansión; pero Albino lo retuvo con el brazo.

—No te vas hasta que me cuentes todas las novedades.

—Bueno, su compañerito y otros tres policías más con sus dos perros se fueron a divagar por el bosque a ver si encontraban pistas. Los perros han llegado, pero ellos no; igualmente, nos comunicaron que habían encontrado una especie de trampilla que los comunicaba con una cueva subterránea y podría haber algo interesante— hizo una pausa y asintió—. Es lo único que sé y lo único que pasó.

Albino agradeció y llamó a Guillermo.

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Nota: Perdonen por no poder haber actualizado ayer, pero tuve que salir a comer con mi familia y desgraciadamente no pude terminar el capítulo, pero aquí está.

Si les gustó, no se queden callados. Quiero saber sus opiniones y por eso está bueno que comenten su opinión y le den a la estrellita si es que les gustó.

¡Gracias!



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