Never Coming Home, Just Going To Hell

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Michael, su hermano, había conocido a una muchacha. No era conveniente, ahora que se estaba desatando una guerra, pero aún así sólo se enamoraron. Mientras que Gerard ya sentía el agobiante nudo en el estómago; no se dispuso a comprometerse con el amor. Pronto serían enviados a la guerra, al campo de batalla, a sus tumbas.

"Cuida a tu hermano, Gerard". Si tan solo fuera así de fácil, mamá...

Conocieron al soldado Toro, Iero y Bryar. Eran los únicos tres hombres a los que, en poco tiempo, pudieron considerarlos como amigos.

Al momento de irse, no debían mirar atrás, porque sentirían la nostalgia antes de escuchar los disparos y las explosiones. Michael volteó a ver a su amada una última vez.

Desembarcaron. Minutos antes, nadie hablaba, pero al pisar tierra ya se escuchaban gritos, órdenes.

Avanzaron con las armas listas para disparar. La arena húmeda volaba en todas direcciones, debido a las descargas de los cañones al apretar el gatillo.

Los hermanos corrían lado a lado, pero de un momento a otro se habían separado. Gerard se arrastró para resguardarse detrás de un montículo de arena, Michael se hallaba petrificado por el miedo, respirando rápido y con fuerza. Cerró los ojos, pensando en la mujer a la que amaba, se llenó de coraje y corrió directo al fuego. Su hermano se percató de esto, e intentó ir tras él. Iero y Bryar lo sujetaron, sabiendo que era suicida arrojarse a la batalla de esa manera.

El enemigo tenía una ametralladora. Michael recibió una bala. Y luego una tras otra. El mayor no paraba de gritar el nombre del caído. Toro, médico, corrió hacia donde se hallaba el herido. Los gritos de Gerard se transformaron en sollozos desesperados. La vida se escapaba del pecho de su pobre hermano. Las vendas ensangrentadas ya no sirvieron. Soltó un último respiro de dolor de sus pulmones.

Gerard no lo veía respirar, ni moverse, ni sufrir. Miró a la entristecida expresión de Toro. Paró de gritar. El soldado inmóvil en el suelo ya era irreemplazable para él.

Dejó de pensar. Escuchaba todo, pero no era consciente de ello; la razón abandonó su mente. Ignoró los consuelos de sus compañeros, había olvidado que estaban reteniéndolo.

Su madre no se lo perdonaría.

Fue Donna la que recibió las cartas ese día. El llanto no tardó en llegar al leer las lamentables palabras. No podía ser posible. Michael, su querido hijo...

¿Acaso Gerard no hizo nada por salvarlo? ¿Y cómo que tenía que retirarse por inestabilidad mental?

Definitivamente no era el mismo. Maldecía, bebía, sufría de ataques de depresión. Nadie sabía qué hacer con él. Había intentado suicidarse. Incluso asesinó al compañero Iero sin razón alguna. Encontraron a Gerard junto al cuerpo degollado y totalmente ensangrentado del otro soldado.

Rompió el corazón de su madre. Ciertamente, debió ser un mejor hijo. Desperdiciar su vida de esa forma era una completa falta de respeto a Donna. El muchacho debía ser feliz en un matrimonio, tener una familia, darle nietos a su madre...

"Ya no eres mi hijo."

Esa mujer no volvería a cantarle canciones, abrazarlo cuando sufriera, o visitarlo todos los días. Así que tomó el arma y la mató. Entonces pudo suicidarse. Sabía que iría al infierno. Igual que todos los demás.

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