Capítulo 5: un reencuentro desagradable

118 7 1
                                    

Anakin, Evanida, Han y R2 recorrieron a toda prisa la avenida principal de Bango Daharim hasta llegar al punto más alto del puerto. Allí se adentraron en un amplio recinto iluminado donde el chirriante sonido de las lijadoras orbitales inundaba todos los recovecos del garaje. En el centro de la estancia un hombre de aspecto desgarbado,  con un pelo negro grasiento y una nariz aguileña que le otorgaba un aspecto alimañoso trabajaba en la mono-plaza aerodeslizadora de la que hablaba Han. 

Los humanos y el androide astromec avanzaron lentamente hasta situarse en frente del mecánico y Han se acercó a él para tirar la manga del traje de su tutor. 

—Señor. Señor Omar. Estos son los señores de los que te he hablado —anunció el niño, entusiasmado. 

Omar se ajustó sus lentes de soldador y miró a los recién llegados con un mohín que denotaba desconfianza. Esbozó una sonrisa forzada y con aire servil se dirigió a la contrabandista y al sith.

—Bienvenidos a mi taller de remache —dijo y tendió una mano a los dos pero Evanida y Anakin se limitaron a observarle con recelo ya que su aspecto de alimaña no inspiraba ningún tipo de confianza. Omar suspiró contrariado ante la falta de educación de sus potenciales clientes y dejó caer la mano. Acto seguido, continuó—. ¿Quién de vosotros será el que pilote mi mono-plaza? 

Anakin dio un paso al frente y dijo:

—Yo seré el piloto.

—¿Conoces a fondo el proceso de pilotaje y los mecanismos de este tipo de mono-plaza ? —dijo Omar, con escepticismo.

Anakin asintió en silencio comenzó una larga explicación acerca del tema que el mecánico le había pedido dejando al resto boquiabiertos. Cuando terminó, dirigió a Omar una sonrisa de superioridad que provocó escalofríos en el capataz del muchacho. 

—¿Y bien? ¿Soy lo bastante bueno o no? 

Omar balbuceó algo que ninguno de los presentes entendió y finalmente, asintió derrotado:

—Sí, es suya. Pero recuerde que debe salir intacta. Si no, se quedarán aquí hasta que me entreguen una nueva y no es un proceso breve. 

—Mi representado le garantiza que su vehículo no sufrirá daño alguno. Es un corredor profesional y lo ha demostrado en los circuitos más importantes y peligrosos de la Galaxia, de modo que no debe preocuparse por nada —dijo Evanida. 

Omar contempló a la contrabandista con suspicacia. 

—¿Eres tú su representante? ¿Por qué razón usted necesitaría una representante? —preguntó el mecánico con desprecio. 

—Ella lleva los temas bancarios —explicó Anakin sin una pizca de nerviosismo que delatara algún error. 

—Pero como usted sabrá los premios de este tipo de carreras son siempre naves en perfecto estado ¿Necesita un contador para saber cuantas naves gana? Qué presuntuoso —comentó Omar, no sin cierto retintín. 

—Sí, siempre y cuando las cambie por dinero. Muchas de las naves que gano las intercambio por créditos. Con eso puedo mantener mi plataforma de extracción mineral. Pero no creo que mis motivos le interesen, ¿no le parece? —replicó Anakin encarándose con Omar. Éste se quedó pensando durante un minuto y terminó alejándose de ellos sin despedirse, dirigiéndose a la salida del taller y refunfuñando, malhumorado. 

Han se encogió de hombros como tratando de disculpar las malas maneras de su capataz al ver que no pudo desenmascarar al sith.

—Voy directamente al Palatino para ver la carrera. Apostaré lo que tengo de paga por usted, señor ...Skywalker —dijo el muchacho viendo el nombre en el panel holográfico del taller de mono-plazas—. Acaba de ser inscrito como corredor de última hora. Señorita, si quiere ir después, es la calle de la derecha. No tiene pérdida.

El Camino Oscuro del SithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora